19: Su Última Voluntad

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Retrocedemos a paso lento, deslizando los pies sobre la nieve mientras el séquito de capuchas permanece de una sola pieza al otro lado del claro. No sé qué es lo que más me aterroriza de ellos. Trago en seco con expresión mortificada viendo que son treinta.

A movimientos lentos, buscando ser lo más imperceptibles posible nos acercamos unos a los otros, pegando nuestros cuerpos, como si eso fuese a protegernos del inminente peligro que nos acecha. Elevo la mirada, Nathan me ve desde arriba, intentando mantener expresión serena. Su mano se cierne sobre la mía, entrelazando nuestras manos con fuerza.

—Esta vez no se llevarán a nadie —me dice, solemne.

Derek sacude su cabeza, negando con suavidad.

—Les dije que no iba a pelear por ustedes —susurra.

Bianca no tiene más opción que pegarse a nosotros, después de todo Xavier huyó tan pronto como vio a Javier en el suelo. Se supone que no podemos morir, pero lo que hice con Javier parece haber sido la excepción, supongo que te puedes sanar de todo menos de los cortes dagas de hueso de dragón y de que alguien rostice tus entrañas.

La sensación y el peso de la vida de Javier me ata a la tierra, pero no tengo tiempo de pensarlo y lamentarlo, no cuando tengo frente a mí a treinta Rhaegs silenciosos observándonos a la distancia.

—¿Qué se supone que hagamos? —pregunto en un hilo de voz.

—Deberíamos intentar comunicarnos —sugiere Kian.

—¿Y qué decimos?

—¿Y si empezamos preguntando qué quieren?

Caleb rueda los ojos y toma un par de pasos adelante.

—¿Qué quieren? —pregunta.

Silencio como respuesta. Retrocedemos como reflejo en cuanto estos dan tres pasos adelante en una marcha de pisadas fuertes. Mi pecho arde, mi interior entero quema en toda su extensión. No lo he olvidado, no podría hacerlo. He pensado en este momento desde que ella puso su collar de perlas en mis manos manchadas con su sangre.

Ellos se la llevaron. Ellos la mataron. Ellos me la quitaron.

Juego con mis dedos, presionando mis uñas en la palma de mis manos, luchando conmigo misma por no estallar contra ellos. Puedo sentir mis uñas clavarse en mi piel y el calor de la sangre en mis palmas.

—No lo hagas —susurra Nathan hacia mí, obligándome a abrir mis puños.

—Se lo prometí —susurro de vuelta.

Me toma por los hombros antes de que pueda correr lejos.

—¡La pelea acabó! —exclama Caleb, con las manos levantadas en son de paz— ¡Pueden volver a donde sea que se oculten! ¡No habrá más problemas! ¡Les regresaremos el Athyo si es lo que buscan!

Más silencio. No retroceden.

—O los años los han hecho sordos o ahora sí que son basura espacial —murmura Nash.

Abro los ojos de golpe. El Athyo. Sigue tirando entre los árboles. Me suelto del agarre de Nathan y retrocedo lentamente.

—¿A dónde vas? —pregunta.

Echo a correr hacia el interior del bosque, me dejo caer de rodillas al suelo y busco con la mirada el cubo cobalto entre las ramas y hojas.

Escarbo entre la nieve en diferentes lugares hasta que finalmente lo encuentro, cubierto por una fina capa de lluvia invernal junto a un árbol. Voy de regreso al claro, donde hago mi camino de regreso a mis amigos.

Academia WindstormDonde viven las historias. Descúbrelo ahora