Capítulo 40. Amar de nuevo.

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—No—Pensó para sí misma mientras los labios de Charlie la recorrían.

Colocó sus palmas sobre el pecho del chico, mientras luchaba con su voz interior en un intento desesperado por decidir si alejarse o quedarse. El corazón le palpitaba con fuerza y se aferraba al ajetreado amor que habría entre los dos chicos; aunque Gen sabía que aquello no era sano.

Finalmente, con las manos sudorosas y después de interminables cuestionamientos internos, tomó valor para empujar a Charlie sobre el sofá posado en la habitación; apenada entonces se llevó las manos al rostro de asombro que sus articulaciones formaron al ejecutar aquella acción.

—Gen....—Balbuceó—Lo siento, no quería incomodarte.

—Esta bien...—Tartamudeó.

Charlie se acomodó sobre el acolchonado; giró la cabeza en dirección al suelo y se tomo los costados para calmar su respiración; sin duda alguna, cada encuentro con Génesis Janseen le robaba el aliento, a pesar de la situación.

—No me parece que esto sea correcto, Charlie—Dijo por último abrazándose a si misma.

Un silencio incomodo apareció de nueva cuenta en aquel rincón; ambos perdidos en sus pensamientos. ¿Era incorrecto realmente? ¿Deberían cada quién tomar su camino? muchas dudas similares invadieron como bombardeo la mente de Charlie. Génesis Janseen era la mujer con la que su corazón desbordaba sus barreras a consecuencia de amor, con la que habría formado su vida y a la que el destino le habría asignado para ser su compañera de vida, misma que le estaba arrebatando en este instante.

—No quiero perderte Gen.

La chica mordió su labio nerviosa. ¿Se atrevería a tirar todo por la borda?

Charlie se removió en el asiento, fijando su mirada en Gen. Por supuesto que no iba a dejar que todo lo que habían construido se derrumbara, así que, las opciones eran más que claras; recuperar a su amada era lo primordial.

-Por favor, dime que me amas y te juro que por ti, lo abandono todo-Suplicó.

Estiro su mano esperando que aquellos temblorosos dedos que le sostenían el torso a Gen le recibieran; instantáneamente y ágiles se movieron para acariciar la palma del chico. En un gesto por volver a sentir su tersa piel; besó sus nudillos electrizando todos los sentidos de la chica.

En el otro lado, una Gen atolondrada observaba con admiración la escena. Charlie siempre iba a ser el chico que le desordenara las terminaciones nerviosas, aquel que con sus penetrantes pupilas verdes le atravesara el corazón, el único con el poder para hacerle temblar las piernas.

La cuestión a todo esto era que no sabía cómo continuar; la Génesis Janseen habría desaparecido y se había llevado con ella la forma de amar a Charlie, porque sabía que ese amor lo tenía plantado en el corazón y que probablemente ese mismo amor habría sido el causante de sus heridas puesto que estaba dispuesta a afrontar lo que fuera si eso significaba amar a Charlie; inclusive si eso suponía ir a una camilla de hospital o a un internado psiquiátrico.

Y en todo ese proceso, se habría olvidado de amarse a si misma, de mimarse a si misma. Había puesto toda su estabilidad mental en la dependencia emocional que le ocasionaba estar cerca de Charlie; o en otras palabras, le habría cedido su felicidad. Si Charlie no estaba, todo era gris. Todo se tornaba oscuro. Si Charlie venía en su auxilio, entonces todo parecía estar en su lugar, como si los caminos del destino se posicionaran justo a su favor para que pudiera ver lo hermoso que era la vida.

En aquella habitación gris de hospital se habría dado cuenta que su propia felicidad la debía forjar ella misma, que si los atardeceres en el horizonte le dibujaban una sonrisa debía sentirse plena, que si la soledad le invadía, le invitara a tomar el té como a cualquier amiga y que si los días se tornaban oscuros disfrutara de la estrellada noche que se formaba en ellos.

Entonces, cómo podría amar de nuevo a Charlie, si aquella Génesis Janseen se había esfumado con todo y su pasado.

Confundido, alejó de poco en poco el roce provocado por los nudillos de ambas manos, resignado a que, aquella bella mujer posicionada frente suyo no habría de ceder. Inquieto por su mirada que mantenía fija a sus ojos, admirando por última vez el rostro angelical que cubría su expresión facial pues probablemente aquel encuentro sería el último que sus ojos podría volver a presenciar y quería asegurarse de que cada facción que se asomaba por el rostro de la chica quedaran impregnados en algún lugar de su mente para atesorarlos en aquellas noches en las que parecía que la soledad llegaba hasta su habitación para quedarse.

Pero, ¿realmente quería Génesis dejarle ir? ¿Se atrevería a verlo cruzar aquel marco de madera de roble tallado para no volverle a ver? ¿Podría vivir contándoles a sus pequeños retoños extrañas razones para justificar la falta que representa su padre en sus vidas?

Suspiró un momento mientras vio como el muchacho giró media vuelta resignado a perderlo todo. Y fue ahí, cuando entendió que quizás amar significa compartir y no ceder. Hay que seguir luchando, aunque tengamos el corazón en la mano, cansado y en pedazos. Hay que seguir entregando el alma en cada abrazo. Hay que seguir jugándosela por amar a los demás. Porque de eso se trata la vida, de irnos transformando, de irnos superando.

Por lo que, le tomó del hombro antes de que pudiese siquiera salir, lo rodeó con ambos brazos por detrás de la espalda y logró decir:

—Estoy lista para amarte de nuevo.

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⏰ Última actualización: Jan 27, 2021 ⏰

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