Capitulo 16. Dulce lloriqueo.

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          —Respira Gen.

          —¿Dónde está Charlie?—gritó al sentir una contracción.

Una tras otra aparecieron causándole dolor en el vientre, desgarrándole.

          —¡Necesito a Charlie!—exigió desesperada.

          —Tranquila pequeña, la ambulancia está en camino.

Con dificultad usó sus largas y flacas piernas para alcanzar el sillón de la recepción sosteniéndose de la mano de la señora Janseen. Se recargó bruscamente en el respaldo del asiento mientras que una de sus manos se posicionó en su abdomen hinchado y suspiró profundamente.

          —Todo estará bien—prometió su madre.

Los minutos eran eternos, la atención médica tardaba más de lo normal y no había ningún rastro de Charlie por el lugar. Los nervios le recorrían el cuerpo y sus sentidos se volvieron un caos total, con las pocas fuerzas que le quedaron, tecleó los números de nuevo para llamar a su querido esposo sin tener éxito para localizarlo.

Inhaló y exhaló un par de veces, volviendo a sentir el desgarre entre sus piernas y chilló, entonces tomó el móvil una vez más y marcó.

—¿Alex?

—Estas hablando con el chico más guapo del planeta.

—¡Ya vienen!

—¿Dónde estás?—preguntó
exaltado.

—En casa de mi madre, ¡No tardes!

Colgó y se recargó de nuevo sobre el cómodo cojín que la señora Janseen había acondicionado. En no menos de 5 minutos el timbre de la puerta sonó sin parar; su madre atendió con rapidez dejando entrar al chico de ojos azules que corrió hasta ella para cargarla.

Génesis colocó su brazo por detrás del cuello del chico y siguió sobando su vientre. Una contracción más fuerte vino, tiro la cabeza hacia atrás y gimió con dolor.

          —¡Apresúrate!—ordenó exasperada.

La clínica más cercana yacía a 10 minutos del hogar, pero los dolores de parto eran cada vez más insoportables. La señora Janseen tomaba su mano temblorosa cada vez que ella gritaba con dolor, las piernas parecían quebrársele de lo delgadas que eran, sus esqueléticos brazos se posaban en el frío asiento para recargarse y Alex aceleraba cuando el tráfico le permitía seguir.

Unos segundos más, Génesis volvió a los brazos de Alex para internarse en el lugar. Tres enfermeras prosiguieron a vestirla, una arrancó las prendas adheridas a su piel, otra la sostuvo para que pudiese levantarse y una más le colocó una bata de maternidad. La agonía aumentaba y lo único que deseaba era que Charlie estuviera a su lado para tomar su mano.

Postrada por el dolor pero sin ningún plan de rendirse ante la necesidad de buscarlo, solicitó a su mejor amigo en la habitación antes de que las cosas se complicasen más.

          —5 minutos—amenazó la robusta enfermera.

          —Alex—susurró entre jadeos.

          —Pulga—agregó tomando su mano—Lo vas a lograr, estoy seguro.

          —Necesito a Charlie—pidió de nuevo.

          —No me hables de ese idiota, esto es mucho más importante—reprendió.

          —No lo entiendes—suplicó—sin él no tengo la fuerza suficiente para hacer esto.

          —Gen—acarició su mentón—no me parece lo más coherente que estés aquí mientras él disfruta de la compañía de otra chica.

          —¿Qué?—lloriqueó sin aliento.

          —Lo que escuchaste—suspiró—le he llamado y otra chica ha atendido al móvil.

          —Ya es suficiente—anunció un pasante—ha llegado la hora.

Un dolor más se coló en sus entrañas retorciéndole el cuerpo entero. Se aferró al brazo de aquel muchacho rogándole a los presentes tener su compañía pero las cosas no marchaban a su favor y continuó con el trabajo sola.

Las tres enfermeras volvieron para transportarla a la sala de cirugías en una camilla. Y ella lo único que podía ver eran las iluminadas lámparas de ml techo, reprimiéndose a llorar por tener la ausencia del chico a su lado.

Los médicos en el acto preparaban lo necesario para comenzar a desarrollar sus labores. Pujó consecuentemente como le ordenó el señor de barbas castañas a su costado, soltando unas cuantas lágrimas de vez en cuando y gimiendo de dolor. La llegada tomó tiempo, pero tras unas cuantas horas le fue posible escuchar el pequeño lloriqueó del primer bebé. Soltó una pequeña sonrisa, que inmediatamente se esfumó al sentir una punzada de dolor en el abdomen. Pero entonces la vista se le nubló y sintió que las fuerzas se le terminaban antes de concluir con el parto.

Hasta que, unos suaves dedos hicieron contacto con los suyos sosteniendo su palma. Y aunque la neblina de sus pupilas parecía tan densa logró distinguir la expresión de Charlie al verla en ese estado.

          —Si puedes—proclamó con ronca voz—eres la chica más fuerte que conozco.

Dolor tras dolor, atacaron otra vez aclarando que un bebé más estaba por salir. Las gotas de sudor rondaban a los costados de su rostro, apretó fuertemente la mano de Charlie y prosiguió a pujar para concederle el nacimiento a otro pequeño ser.

Esta vez no escuchó la dulce melodía del lloriqueó entrar a sus tímpanos, cerró los ojos por un momento y abandonó el suave toque de la piel de Charlie para entrar a un profundo sueño.

Mi buen amor. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora