Capítulo 3. Mal humor.

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El trabajo le sentaban bien a Charlie. Había conseguido un lugar para apoyar a su padre dentro de los negocios familiares, aunque cada vez le restaba menos tiempo para su chica.

La oficina era un lugar amplio, las paredes estaban coloreadas de un gris intenso y adornadas con cuadros de arte abstracto, el escritorio lleno de papeles, documentos y notas estaba posicionado frente a una ventana inmensa que ofrecía una vista desde el punto más alto del edificio, todo era simple. La única cosa que le daba brillo a aquel inmenso espacio era un pequeño retrato de Génesis Janseen puesto encima de la cajonera del escritorio, una foto de la chica sonriendo, transmitiendole un poco de brillo a la habitación.

Charlie daba vueltas de un lado a otro, revisando una vez más el contrato de uno de los socios de su padre, examinando sus términos de negocios. El día pasaba rápido y cada línea del pedazo de papel lo agobiaba, normalmente siempre estudiaba a fondo el papeleo que el señor Puth aborrecía, pero empezaba a causarle un inmenso dolor de cabeza.

Arrojó el papel a la mesa y se acomodó un poco la corbata azul que adornaba la camisa blanca encargada de cubrir su pecho.

Se olvidó por un momento de las tediosas letras y giro en su lugar, viendo el paisaje azul lleno de cúmulos blancos. Llevo sus manos a los bolsillos y suspiró, la vista le transmitía tranquilidad, paz y armonía, todo lo que necesitaba para que el dolor cesara.

Cerró los ojos y a su mente vino Génesis, el recuerdo de la primera vez que vió sus preciosos ojos destellar.

                —Flashback—

          —¡Charles Otto Puth! Se hace tarde para la universidad—gritaba la señora Puth desde las escaleras.

Charlie se arreglaba un poco más el cabello, pero sus esfuerzos por acomodarlo parecían no funcionar puesto que los mechones se alborotaban aún más.

Se rindió con el arreglo y tomo su mochila, guardo un solo cuaderno y salió disparado hacia el comedor. Bajo rápidamente las escaleras y con pasos largos se encaminó a la mesa llena de platos con desayuno, tomó una manzana y dió un sorbo al jugo de naranja antes de que su madre volviese al lugar reprendiendo sus acciones.

Al abrir la puerta de la entrada principal y con la manzana en la boca escucho a la señora Puth gritar su nombre, decidió ignorar sus reclamos y corrió al auto que su padre le había obsequiado por su cumpleaños.

Partió para la universidad, distraído en sus pensamientos como acostumbraba. Pero entonces y durante el camino, su vista se posicionó a la izquierda admirando a una figura femenina de largos cabellos rizados y castaños caminar con singular simpatía. Le pareció una chica sencilla, extrañamente interesante y hermosa, vestida con jeans entubados, playera corta al ombligo y calzada con tenis, más aún cuando el hombre dentro del coche por el que ella esperaba le había provocado una gran sonrisa por alguna palabra dicha, una radiante curva que mostraba su perfecta dentadura y dejaba a los oídos una armoniosa melodía que por suerte había llegado hasta los oídos de Charlie, causa de llevar las ventanas de su auto abiertas. Y por algún motivo, la chica lo miró desde lejos, mostrándole unos tiernos ojos marrones que al instante lo atraparon, dedicó la vista al hombre y subió al auto.

Se quedó viéndola por un par de segundos y después volvió la vista al frente sin dejar de pensarla. Dudo un momento en parar el coche, pero le pareció inapropiado al no conocerla.

Trato de eliminar el fugaz encuentro, pero le resultó imposible. Quizás no tendría oportunidad de verla de nuevo y sólo llevaría consigo ese momento en su mente, pero se le había clavado tan fuerte, que sentía que debía correr a buscarla.

Lo único que se lo impedía, era saber quién era la chica.

Continuó con su camino hasta llegar al colegio. Antes de bajar se recargo en el asiento tomándose la frente, admirando todavía la imagen de la chica, movió la cabeza con desaprobación olvidándose de lo que había ocurrido hacia unos instantes y prosiguió con sus obligaciones.

El instituto era muy grande, el recorrido resultó ser más largo de lo que él esperaba. De uno de sus bolsillos traseros saco un pedazo de papel que le indicaba el horario y el lugar de su primera clase, pero había muchos chicos que lo rodeaban y que a pesar de dispersarse por la explanada principal, le obstaculizaban el paso.

Fue entonces cuando a uno de sus costados corrió un joven empujándolo por el hombro, acto que enfureció a Charlie, porque si bien no tenía los mejores modales, intentaba ser lo más cortes posible con las personas a su alrededor.

          —¡Con cuidado imbécil!—gritó con enfado.

El chico se limitó sólo a girar su vista, entonces Charlie pudo visualizar su particular color de ojos: azules.

Recorrió el lugar para seguir buscando el aula que indicaba aquella hoja.

Sin quitarle la vista de encima a los números chocó con un chico robusto de mal genio que soltó una mirada fulminante al encontrase con él. Sin ninguna intención de agachar la mirada le clavó los ojos molesto.

          —¿Se te perdió algo?—dijo con recelo.

          —No—respondió Charlie firmemente.

          —¿Entonces?—caminó a su alrededor—Lárgate.

Charlie se guardó el enfado, cerró los ojos y siguió con su camino. Hasta que el chico lo giro en su lugar para quedar frente a frente de nuevo.

          —Lo siento, no he sido amable—comentó sarcástico.

          —No necesito tu amabilidad—recalcó quitando su mano de encima de su hombro.

          —A los de nuevo ingreso se les da un pequeño regalo.

El chico levantó el puño bruscamente para golpear el rostro de Charlie, sin imaginar que el enfado le haría tomar fuerzas para regresarle el regalo. Con una palma paro en seco el brazo del muchacho y con su otra muñeca tiró justo en medio de la nariz para derribarlo.

Los demás chicos sólo reían, hasta que Charlie se reincorporó. Todos se asustaron al ver su gesto de enojo y le concedieron el paso libre para que siguiera su camino.

Mientras caminaba pensaba en lo sucedido. Creía que el primer día en el colegio sería distinto y que no le traería problemas, porque sin mencionar a la preciosa chica que había admirado, todo parecía estar en su contra. Enojado siguió caminando, echo un vistazo a su reloj de mano y notó que la hora le indicaba un retraso en clases y más enfureció.

          —¿Puedo pasar?—cuestionó con la intriga de saber si podría entrar.

          —Bien, pero será la última vez.

Se dirigió a un asiento vacío que se encontraba a un costado de una chica que había estado admirando desde la ventana de su auto, pero su mal humor y sus nervios histéricos que le proporcionaban ganas de golpear a todos a su alrededor lo cegaron.

          —Ahora cada uno de ustedes se presentará ante la clase y ante mi diciendo su nombre y su color favorito—replicó el profesor.

Cada una de las almas presentes siguió con orden las indicaciones del profesor, uno por uno respondieron a las dos preguntas, hasta llegar a la chica castaña que por supuesto Charlie había ignorado como a todos por su enfado.

          —Hola, me llamó Génesis y mi color favorito es el vino.

Entonces Charlie supo que era su turno después de verla de reojo sentarse sobre la butaca.

          —Qué tal, mi nombre es Charlie y no tengo un color favorito pero me agradan los colores obscuros e intensos como el vino.

Sin decir más tomo su lugar y siguió jugueteando con su lapicero sobre una hoja, con la mirada agachada y la mente a punto de explotar.

El tiempo pasó lento, pero la salida del colegio por fin se hizo presente. Charlie se relajó un poco al escuchar a la profesora despedirse, tomó sus cosas y corrió a su auto, no había sido un día tan agradable.

          —Fin del flashback—

          —¿Génesis?—interrogó Charlie al teléfono.

          —¿Sí?

          —Te amo.

Mi buen amor. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora