Capítulo 4. Promesas.

109 8 0
                                    

          —¿Cómo está Charlotte?

          —Bien—tartamudeó.

          —¿Todo está bien?—contestó al notar su temblorosa voz.

          —Sí, no te preocupes— mintió Génesis.

          —No sabes mentir, ¿lo sabías?—reprendió.

Con los nervios atolondrados empezó a llorar, dejándole ver a Charlie por línea telefónica que lo necesitaba más que nunca.

          —¿amor?—preguntó otra ves angustiado.

          —Te necesito.

          —No tardaré.

Colgó al instante, tomo el saco gris que lo acompañaba y salió a toda prisa detrás de la inmensa puerta.

          —Debo irme padre, mi chica no se siente muy bien—aclaró al señor Puth por el pasillo.

          —Cuidala bien, si no te meteras en un gran problema conmigo jovencito.

Abandonó el edificio y regreso a casa.

Y al ingresar se encontró con su amada esposa sentada en el sofá, temblando y con la mirada perdida.

          —¿Gen?

Desesperada se encontró con sus ojos, se levantó y corrió a sus brazos como siempre había hecho cuando sentía que el mundo se le venía encima. No entendía porque había temor en todo su ser de concebir a dos retoños idénticos que seguro le traerian mucha felicidad a su vida, pero lo conservaba y le estaba matando la mente.

          —¿Qué sucede?

          —No lo sé, no puedo con esto Charlie.

          —¿Con qué?—cuestionó confundido.

Génesis pensó un momento en confesarle todo, pero se detuvo. Se apartó para mirarle a los ojos que estaban ansiosos por una respuesta, aunque sabía que no podría escabullirse tan fácil.

          —Charlie, yo—paró un segundo para suspirar—He estado a punto de perder a Charlotte.

El chico frunció el ceño y se le quedó mirando, Génesis no apartó la vista ni un segundo, tenía que soportar sus intensas pupilas verdes para no levantar sospechas.

          —¿Cómo?

          —Resbalé en la cocina y me golpeé contra el piso.

Aún estrechando su espalda se quedó esperando una respuesta.

          —Todo esto es mi culpa, no debí dejarte tanto tiempo sola—expresó.

Génesis sonrió débilmente, se escondió en su cuello y agradeció a Dios por encubrir su mentira.

          —Te amo.

          —Yo te amo mucho más, prometo que me encargaré de cuidarte.

          —Lo siento.

          —¿uhm?

          —Soy un problema en tu vida.

          —Calla, te prohíbo que vuelvas a decir eso.

          —Charlie

          —Génesis, mírame—ordenó.

          —No.

          —Ahora.

La chica obedeció y volvió a verlo, sin soltar sus manos que lo rodeaban.

Mi buen amor. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora