Capitulo 18. Enredo.

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          —No.

Procedió a contestar a las últimas peticiones, dándole la espalda a la chica, que seguía repitiendo la misma oración.

          —Será más fácil para los dos—argumentó.

          —¿Ya no me amas?—interrogó temeroso a escuchar la respuesta.

El silencio inundó la habitación. Él posicionado a los pies de la cama tomándose la barbilla. Ella en cama a punto de estallar en llanto.

Se volteó para verla de nuevo a los ojos, que ahora ocultaba con la vista fija en otro punto del lugar.

          —¿Es así?—insistió.

La pregunta le dolía. Arrugó la nariz y cerró los ojos tratando de controlar su agitada respiración. Lo amaba más que a nada en el mundo, pero le pesaba mucho el sentimiento de traición.

          —Me iré cuando ya no me ames más—volvió a decir al no obtener una respuesta.

El conflicto era cada vez más complicado. Ojalá tuviese el valor para decirle frente a frente que ya no le amaba más aunque resultara una total mentira, pero esa decisión requería el coraje para dejarlo ir y no estaba lista para ello.

Su pesada mirada seguía encima suya por lo que levantó la vista y sostuvo el encuentro. Charlie había regresado a su primera posición y se encontraba solo a unos cuantos centímetros.

En un impulsivo ataque de deseo y frustraciones acumuladas, inhaló aire y se abalanzó sobre él para probar de nuevo sus exquisitos labios. Sintió como sus manos respondieron inmediatamente a sus arrebatados deseos de tener el calor de su cuerpo y la rodeo por la cintura. Chocó una y otra vez sus miembros pasionadamente buscando desesperada las caricias sobre su cuerpo. Charlie movió los dedos de arriba para abajo haciendo contacto con la tersa y blanca piel que apenas cubría los huesos de la figura de la chica, tomó con su palma el cuello, la atrajo repentinamente y siguió atacándola.

En un momento la imagen de Riley vino a su cabeza repitiendo la escena que entre ambos chicos surgía. Paro entonces y se alejó asustada de los brazos de Charlie, ideando en su mente los encuentros.

—Lo siento—aclaró apenada.

—¿Por qué?—cuestionó confuso.

—No quiero embrollar aún más la situación.

—No me voy a rendir tan fácilmente—objetó—tú eres mía.

—Charlie...

—No Gen—rebatió de nuevo—no aceptaré que esto acabe.

—Señor Puth, es suficiente—irrumpió la enfermera.

—Tengo que irme—gruñó afligido—pero volveré por ti.

Todavía sin decir nada e incitada a temer de nuevo a la soledad pilló con fuerza una de sus manos entrelazando los dedos e imploró para que no se fuera.

—Quédate conmigo—demandó.

Olvidó por entero las detestables declaraciones de Riley en el tocador a cambio de tener su compañía. Sabia que lo necesitaba, pues sus razones y nervios estaban por perderse por completo en las últimas semanas donde el orgullo había tomado lugar.

          —Por favor—murmulló.

Sin poder resistirse a sus nuevas súplicas tomó asiento de nuevo frente a ella y se negó a abandonarla. Sonrío al verla aferrándose a su brazo y no pudo contener las ansias por rodearla en un cálido abrazo. Génesis cambió de lugar para concederle un pequeño espacio en el que Charlie se incorporó, pasó una mano por los hombros de la chica y besó su frente.

Finalmente, la mujer castaña se rindió y volvió a sus labores.

          —Tenemos que hablar.

          —No—renegó.

          —Nena.

          —No quiero.

          —Algún día debemos hacerlo.

          —Cállate—ordenó.

          —Te amo—soltó eufórico.

          —Yo no—bromeó.

          —¿Quieres decir que amas más a Nathan y Noah que a mi?

Abrió los ojos como platos y se giró bruscamente a verlo.

          —¿Nathan y Noah?—chilló con voz entrecortada.

Charlie asintió con la cabeza. La ternura le entró en el cuerpo al ver los ojos brillar de su chica, sin poder creerse que las dos criaturas, que por un momento habían olvidado, eran niños.

          —Quiero verlos—exigió.

          —No es posible por ahora nena. Se están recuperando igual que tú.

          —Te lo suplicó.

          —Cuando te sientas un poco mejor, te llevaré con ellos—prometió—ahora tienes que descansar.

A regañadientes, la muchacha volvió a tomar el lugar que estaba ocupando. Charlie siempre tenía razón, todas sus extremidades parecían romperse y le causaban un inmenso dolor, especialmente en el vientre. Cerró los ojos un momento sin proveer que después de unos instantes se quedaría dormida recargada en el pecho de su acompañante.

Por la noche escuchó las conversaciones de Charlie al teléfono, fingiendo dormir como era costumbre.

          —Puth.

Temiendo que corriera al estudio para estar al lado de Riley.

          —No lo haré Matth, no la voy a dejar.

Una esperanza se cruzó al escucharlo, pero se esfumó con rapidez al seguir espiándolo.

          —Ahora no Riley, no es momento.

Génesis apretó los dientes y guardó el enfado.

          —No vamos a discutir esto de nuevo—espetó—te veré más tarde.

El pecho se le oprimió con angustia. No podía creer que fuera verdad todo lo que Riley profesaba sobre ambos. Entonces se giró al otro costado con la ira corriendo entre sus venas y cuando Charlie paró, se acercó para dormir a su lado, tomándole la cintura.

El sueño no le era necesario, la noche parecía ser de total insomnio pensando en todo lo que le estaba ocurriendo. El revoltijo de emociones se acumulaba; frunció el ceño con horror imaginando la causa por la que ellos dos se encontrarían más tarde y giró los ojos con preocupación.

Charlie era su amor más grande y perderlo significaba quitarle el sentido a la vida. Así que, aún viendo la grisácea pared, juró recuperar su amor a costa de lo que fuera.

Pero primero y antes que realizar cualquier acción impulsiva, tenía que asegurarse de que él también quisiera volver.

Mi buen amor. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora