Epilogue

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La herida en los corazones humanos era la más difícil de curar, mas para aquellos que perdieron seres queridos en esa inolvidable batalla de los seres mitológicos que ocurrió hace muchos años atrás.

Los dioses cuidaban desde lo alto todo el mundo, siendo ahora los protectores del mundo como debió ser desde el principio; aún hacían misiones a los distintos tiempo para mantener el orden y la balanza del bien y el mal estuviera equilibrada como debía serlo desde siempre. Los sellos ahora eran utilizados únicamente en el tártaro, siempre Zeus, Hades y Poseidón iban cada cierto tiempo a reforzarlos y en lo más pronfundo del tártaro estaba Eris.

La diosa fue despojada de su atributo y poderes mágicos por traición hacia el Olimpo y por provocar caos en el mundo humano, ahora hasta los humanos sabían que la existencia de los dioses era real, ya que algunos pensaban que no eran reales; pero lo bueno era que todo está a en paz en el sentido de los desastres con magia.

Porque si habían uno que otro ladrón, villano, bribón, etc.

- Artemisa, Nerea-  llamó Hestia sonriendole.

- Hestia, hola - le devolvió el saludo a su amiga con alegría.

Desde que ocurrió lo de Eris, Artemisa dejó salir de su cuerpo a Nerea ya que le había demostrado que podía controlar su lado oscuro con mucha facilidad, así que la castaña le dio un voto de confianza a Nerea y ella se lo agradecería todo lo que le restará de vida.

- Que bueno verte, Nerea - le dijo hestia feliz también - Zeus tiene tu primera misión lista.

- ¿Enserio? - los ojitos de la rubia se iluminaron al escucharla.

- Si, está en el salón principal del Olimpo, ve sino se va a desesperar.

- Nos vemos, Artemisa. Adios, Hestia - se despidió para irse rápido con Zeus.

Todo aceptaron a Nerea con los brazos abiertos ya que sin ella, hubiesen estado en esos momentos sometidos ante los caprichos de Eris.

Zeus le dio una oportunidad y le brindó un atributo, por petición de Nerea quien dijo que con uno le bastaba. Era la diosa de la luna oscura, su poder se complementan con el de su parte blanca, osea con el de Artemisa, ambas estaban felices pro eso, incluso Apolo se sentía feliz, ya que los tres se cuidaban entre si.

-  Algo pasa ¿cierto? - preguntó Artemisa.

- ¿Cómo sabes?

- Te conozco, sólo te deshaces de las personas cuando quieres decir algo a solas, ahora escupelo.

- Me atrapaste - levantó las manos en clara seña de rendición - ¿has ido a verlo?

Sabía que hablaba de Sinbad, después de la batalla, los dioses de llevaron el cuerpo herido de ella y no le permitieron a Sinbad verla, aunque Artemisa siempre se iba de noche visitarlo físicamente.

Si, hablo con Zeus y aunque al principio se molesto bastante terminando aceptando que no se decide de quien se enamoran las personas, porque aunque fuesen dioses, también eran humanos, tenían sentimientos como cualquier ser racional.

- Si... quiero vivir con él - confesó metiendo sus pies en el lado del bosque.

Hestia imitó su acción, sentándose junto a ella y metiendo sus pies en el lago también, vió de reojo a la de ojos azules y se notaba que estaba más animada que otras veces que la visitaba.

- ¿Porque no lo haces?

- Soy una diosa, Hestia. Mi deber es...

- Puedes ser una diosa y su esposa también - dijo Zeus a sus espaldas.

Artemisa se sobresalto y los nervios llegaron a su cuerpo, Hestia se fue dejándolos completamente solos. Zeus tomó lugar a su al do, justo como estaba la diosa del hogar anteriormente, seguramente Nerea ya estaba en su misión, porque de ser lo contrario ay estaría con ella.

Nerea y Artemisa eran como uña y mugre desde que la castaña la dejó salir de su cuerpo.

- Mi atributo no me dejaría, Zeus.

- ¿Qué atributo? - preguntó haciéndose el desentendido.

- Pues...

Y con un chasquido de sus dedos, Artemisa sintió como una parte de ella era removida, mas bien un atributo en específico.

- Yo no eres diosa de la virginidad, aunque la virginidad no se mide en si mantienes relaciones sexuales con alguien, sino en lo puro de tu corazón y alma...

- Zeus - susurró sin creerlo.

- Hija mía... puedes venir al Olimpo cuando quieras, siempre tendrás tu lugar en el panteón olímpico - le sonrió como sólo un padre a su hija lo hacía.

Ella sonrió y saco una pequeña lágrima mientras se lanzaba a abrazarlo agradecida, su emoción era tanta que no se hizo esperar más. Bajo con entusiasmo a la tierra sin importarle que los mortales la vieran, sus alas se escondieron apenas pido tierra.

Su armadura brillante era reemplaza por un fino y corto vestido de tela suave con decoraciones doradas, unas sandalias altas doradas también y sin pensarlo más corrió hacia Sinbad.

Justamente el estaba paseándose por el mercado de Sindria y al verla quedo en shock, siempre se veían de noche y me eso le sorprendía tanto verla de día y en público; se giró en sus brazos y sin darle tiempo para formular preguntas, lo besó.

Los aplausos sonaron por todo el mercado, ya sabían los habitantes de la relación amorosa de la diosa de la virginidad con el nuevo rey de Sindria, así como sabían de la situación complicada de ser una diosa y no poder estar con él como se debe, pero esa vez lo beso con toda la fuerza del amor que albergaba su corazón.

- ¿Qué haces aquí? - preguntó sosteniendola de la cintura y pegando sus frentes - tu atributo ¿Porque me besaste? Lo perdiste...

- Tranquilo - le dio un pequeño beso otra vez y sonrió - Zeus removió mi atributo, aún soy una diosa y puedo ir y venir cuando quiera.

- ¿Esos significa... Que...?

- Podemos estar juntos ahora, Sinbad. Sin excusas, atributos o normas de por medio, de todos modos, sigo siendo la princesa de Artemyra.

El peli morado sonrió feliz y la abrazó dando vueltas con ella, feliz era poco para describir como se sentía.

Estaba al punto máximo de felicidad, pero sin podría tener eso que tanto quería con ella, salir, cortejarla como se debía, besarla, abrazarla, casarse, vivir y disfrutar de su amor.

Había agradecido tanto haber decidió ir a Artemyra aquella vez y enamorarse de la princesa del reino lleno de mujeres.

Se había vuelto en su pirata y los piratas... cuidaban bien de sus tesoros.

Fin.

Tu pirata soy yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora