Chapter Twelve.

239 23 0
                                    

- Eris, diosa de la discordia... se te acusa de alta traición contra el Olimpo - hablo la voz más grave de todas, la voz de Zeus.

- Tu sentencia será... ser la guardiana de las almas - dijo Poseidón.

- Trabajadas para mi querida Eris y más te vale no molestar a mi mujer - hablo el dios del inframundo.

Eris se paró a como pudo ya que estaba arrodillada ya antes que si quería pudiera emitir palabras, ella y el dios del inframundo, Hades desaparecieron dejando a Poseidón, los dioses mellizos y a Zeus junto a Sinbad y tripulación.

El peli morado se acercó corría do a Artemis, sus intenciones eran abrazarla pero Apolo lo detuvo poniéndose frente a su hermana mayor, esa acción dejó extrañados a los marineros ya que Apolo aunque era serio, pero nunca había echo eso cuando estaban cerca de la chica.

Artemis estaba con la mirada agachada y su rostro sombrío al delataba. Zeus junto a Poseidón tomaron el tamaño normal debían persona y se acercaron a la chica.

- Hija mía, bienvenida - la abrazó con fuerza el dios mayor.

- Hola padre - dijo ella neutral.

- Artemis... - la llamó Sinbad.

El día del rayo sonrió complacido viendo al joven oji miel, se acercó a él y estrecho su mano en un saludo amistoso.

- Es un gusto conocerte al fin, Sinbad el marino - habló Zeus.

- Lo mismo digo señor - hizo una reverencia seguido de sus amigos.

El Dios los hizo pararse, no le gustaban las formalidades y, después de todo, él era aquel rey que sería bendecido por los tres dioses mayores del Olimpo. La castaña sabía lo que se avecinaba, fue con Sinbad y levantó su vista a los niños ojos del chico, aunque Artemis fuera una diosa, él seguía siendo más alto que ella por unos doce centímetros exactos.

La ojiazul sonrió tristemente a Sinbad y con todo el dolor de su corazón lo abrazó apoyando su cabeza en el pecho del joven candidato a rey, él con gusto le correspondió. Se separaron y después Artemis se fue a abrazar a Jafar, Vittel y a Mystras, sabían lo que era.

- Supongo que es el adiós ¿cierto? - preguntó un peli rojo triste.

La diosa asintió evitando el contacto visual con cualquier de los de estaban en la sala, se había encanriñado tanto con ellos que ahora no quería despedirse de todos. Sentía que había pasado sólo un día con ellos cuando fue más de un mes navegando con ellos.

- Artemis... - susurró Sinbad triste.

- Mi misión ha terminado. Cuando regresen al imperio Reim, todos sabrán que Sinbad será rey de Sindria, empezará a construir su propia nación y te era la bendición de los tres dioses mayores - habló ella.

- Tu eres parte de Sindria... eres la socia comercial de Artemyra - le dijo Sinbad con la esperanza de que ella fuera con ellos.

Pero ella simplemente negó, un nudo en su garganta comenzaba a formarse, siempre odiaba las despedidas. En cada misión que Zeus le encomendada procuraba no hacer amigos y exitosamente cumplía eso y sus misiones también, pero esa vez... no pudo hacerlo. Les había tomado cariño a esos escandalosos y pervertidos chicos y aunque ella siendo la princesa Mira Luzria Artemis no recordaba que era una diosa les parecían personas amables, siendo ahora un ser divino y celestial los veía con los mismos ojos.

Jafar con lágrimas en sus tiernos ojos se acercó a ella y abrazó sus piernas llorando en ellas, Artemis abrió sus ojos de par en par y las lágrimas cayeron junto a ella abrazando al pequeño rubio, al abrazó se unieron Vittel y Mystras quienes también lloraban al darse cuenta que ya la chica no podía seguir con ellos.

Sin embargo Sinbad, sólo se quedó allí apeado con la mirada fija en el elegante piso blanco del Olimpo, con los dioses Apolo, Poseidón y Zeus de testigos. Los sollozos de la chica eran callados por su mano y trataba de limpiar las lágrimas que salían a mares de sus ojos, los pasos del capitán del navío resonaban cuando se abría camino hacia ella.

Sus amigos se alejaron de ella más nunca se levantó del suelo, sus alas blancas estaban caídas en el suelo dándole un aspecto triste a ellas, aún así, lucía tan majestuosa y divina como la primera vez que la vió. Se arrodilló colocando sus manos en los hombros de ella y la abrazó más fuerte que nunca, como si su vida fuera a acabarse y el tiempo no le alcanzará para sentirla cerca suyo.

Acercó su cara al oído de la diosa, acariciaba su dedos cabello castaño y sonrió con pena y dolor susurrandole las últimas palabras antes de irse.

"Prometo amarte por el resto de mi vida"

Fueron sus palabras antes de que Zeus los envía a de vuelta al navío y Poseidón creará una ola que los mandará a sólo dos días de camino hasta el imperio Reim. Desde el cielo los cuatro dioses veían como aquellos jóvenes estaban tristes y Artemis veía como Hinahoho preguntaba por ella para después observar como Jafar negaba con su cabeza agachado la cabeza.

Sinbad se fue a encerrar en el que era su camerino y no lo vio salir. Sintió una mano en su hombro a su espalda y la voz de su padre Zeus hablándole. Dando una gran bocanada de aire, se paró aún dándole ma espalda al Dios mayor.

- Si me disculpas padre... Quiero ir a descansar... ha sido un largo día - le dijo la chica y sin reparar respuesta se fue al bosque donde normalmente ella vivía.

Agitó sus alas con fuerza volando y llorando hasta el bosque donde podía pensar tranquila y en silencio. No había pasado ni un día y ya extrañaba a los chicos, extrañaba a Sinbad... pero ella tenía un deber como diosa y había roto una regla de su título.

Era la diosa de la virginidad y besó a Sinbad rompiendo parte de esa bendición que le fue puesta por Zeus al nacer ¿que haría? Amaba a ese marinero de agua salada con todo su corazón y jamás, en todos sus milenios de vida, había conocido a alguien así, tan coqueto y fácil de enojar, infantil y con una determinación inquebrantable.

Esa noche en el imperio Reim, se observaba la belleza de las estrellas siendo acompañadas por una preciosa niña llena casi tan blanca como la nueva y brillante como el mismo sol.

Un joven futuro rey de Sindria se encontraba en el balcon de sus aposentos observando con nostalgia la luna, sabía que era obra de aquella bella diosa que se había robado su corazón sin haberse dado cuenta. Extrañaba todo de ella, sus ojos azules como el mar, su dulce y embriagante aroma a naturaleza, su bella sonrisa contagiosa.

Cada gesto que ella hacía cuando él la fastidiaba porque le encantaba ver su ceño y su nariz arrugados, el delicioso sabor de sus labios y la textura de ellos era lo que más extrañaba en ese momento de ella y pensar que ahora no estaba, era una diosa del Olimpo venerada por muchos desde tiempo antiguos.

Una diosa que él ama con cada fibra de su cuerpo de pirata bueno. Levanto la vista por última vez al cielo donde estaba la luna y una imagen de la diosa llegó a su mente, tan fugaz y tan dolorosamente. Dio un último suspiro y entró a su recámara apagando las velas del lugar y acordándose en su cama queriendo consolidar el sueño.


Tu pirata soy yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora