Chapter two.

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Reino Artemyra, actualidad.

Como cada mañana, la princesa guerrera Artemis iba siempre a entrenar sola, casi nadie hablaba con ella por solo 8el hecho de no ser rubia, aunque la difunta reina les había dicho el porque, para Artemyra era casi como un insulto eso.

- ¿A dónde vas Artemis?- le preguntó su hermana mayor ya actual reina, Mira Dianus Artemina.

- A entrenar - respondió como si nada.

- ¿De nuevo?

La castaña se volteó a su hermana mayor, no le gustaba verla mucho, su hermana mayor era una hermosa rubia de ojos rojos en cambio ella, una castaña de ojos azules, nada parecido a las demás de su reino.

- Si, no le hago nada a nadie yendome a entrenar a las montañas, no me esperes, estaré aquí para la cena - dijo la chica para después irse.

Con sus dieciséis años apenas, era toda una guerrera, su hermana no lo sabía pero ella en uno de sus "viajes de entrenamiento" había logrado conquistar un calabozo ganando un djinn. Uno con poderes jamás antes visto, su hermana era candidata a reina, poseía a Cerberus, este djinn poseía tres cabezas y había tenido el gusto d verlo en acción.

Según Artemis, el djinn de ella controlaba dos habilidades, pero lo que no sabía es que una de esas habilidades eran propias de ella, sus poderes de diosa estaban despertando y no era consciente de ello, claro... Si su madre nunca le dijo la verdad, sólo dejo una carta escrita para cuando cumpliera diecisiete años, que sería en unos pocos meses.

Tomó todo lo necesario para irse, primero pensó en irse sólo un día, pero al ver que los poderes de su djinn eran increíbles, decidió irse un par de meses para entrenar más y dominarlos mejor, así sería una candidata a reina excelente, quizás hasta mejor que su hermana.

Por otro lado, en el barco de nuestro querido Sinbad.

El navío del marino sinbad se encontraba atravesando las aguas del mar rumbo al Reino de Artemyra. Acompañado de sus fieles amigos, este estaba emocionado, pues se decía que era un reino sólo de mujeres.

- Deberíamos prepararnos para desembarcar - comentó Jafar, un joven pequeño y rubio.

- Mira que grandote - dijo el pelimorado emocionado en babor junto a Mystras.

- Miren esa planta, nunca las había visto - le siguió el príncipe caballero de Sasan.

Nadar sólo los veía con una gota de sudor en su nuca, que tontos son.

- Este clima clima es demasiado húmedo - dijo el guerrero Imuchak tratando de darse aire con su mano.

En Artemyra pasaban cosas increíbles, desde un gran cañón para atrevasarlo hasta chicas lindas montando aves gigantes. Claro que nuestro querido pirata mujeriego no perdió tiempo en coquetear con las lindas señoritas que montaban el ave gigante como medio de transporte.

Atravesar el valle no era cosa fácil para Sinbad y el pobre Hinahoho se quejaba más por el calor, un guerrero de tribus frías no estaba acostumbrado a temperaturas tan cálidas y húmedas.

- Esfuercense - dijo Jafar a los dos - tenemos que seguir.

Sinbad aún tumbado en el suelo se quejaba de que odiaba caminar, que sus piernas dolían y un sin fin más, incluso el guerrero de cabello celeste no se quejaba tanto como él.

[...]

- Excelencia, nos sentimos honrados de que nos haya concedido está audiencia - empezó a acabar Sinbad.

Estaban arrodillado frente al trono donde según estaba la reina, más no sabían que sorpresita les tenía preparada la reina de Artemyra a esos cuatro jóvenes.

Más que su querida hermana le había dicho que no estaría y volvería en meses, era mejor. Artemis siempre fue una joven algo apática y no tan expresiva, un poco sería y odiaba las bromas con todo su ser, por eso pasaba la mayor parte del tiempo fuera del Palacio.

A su hermana mayor, Artemina le gustaba gastarle bromas y la castaña se molestaba con facilidad por eso.

- Mi nombre es Sinbad propietario de la compañía Sindria. Una compañía comercial establecida en el Imperio Reim, estamos aquí con la esperanza de generar una alianza con su nación.

Un silencio sepulcral lleno la habitación, la reina parecía no estar convencida, no hablaba, no se movía ni decía nada.

- Su excelencia ¿le parecemos ineptos en algún sentido? - preguntó Jafar a la reina - Si algo le molesta de algún modo, le suplico nos lo digo y lo...

Una risa interrumpió las palabras del joven, a sus espaldas la supuesta guerrera de la reina se reía a más no poder de ellos. En sus palabras sólo había aceptado porque una mujer llamada Rurumu pedía una audiencia con ella, pero al ver a sólo hombres no le hizo gracia.

Sinbad quiso aminorar el ambiente coqueteando con la reina pero sólo logró enfurecerla más, a Mystras, Jafar y Sinbad los envió al valle de la muerte, mientras que a Hinahoho, lo estudiarian las mujeres de la nación.

Lanzado por un precipicio, lograron sobrevivir a la caída milagrosamente, donde vagaron y consiguieron comida, vivían comiendo sólo serpientes y sus ropas eran unas simples hojas de árboles que habían encontrado por allí.

Así pasaron meses en el mismo afán, tratando de sobrevivir y olvidándose de su verdadero motivo, del prowue estaban en Artemyra, del porque habían viajado desde muy lejos hasta esa nación repleta de mujeres, incluso se olvidaron del pobre de Hinahoho quien estaba más que perturbado por el simple echo de estar rodeado de mujeres.

Los meses transcurrían y Artemis llegó al Palacio, fue saludado apenas por las guerreras del lugar y se fue a buscar a la sala del trono a su hermana mayor.

- ¿Tan rápido estas aquí? - preguntó la reina.

- Han transcurrido meses ya, Artemina - le respondió sería como siempre.

Había cambiado considerablemente, su cabello ahora era más largo, sus ojos azules brillaban más y su cuerpo estaba más pronunciado, antes no tenía ni ciertas ni una silueta definida y ahora si.

Su entrenamiento la había favorecido mucho, pero a diferencia de su hermana, Artemis no tenía la marca de las guerreras de Artemyra, no tenía ninguna marca en su cuerpo, eso sólo la frustraba más al ver la cara de su hermana mayor.

- Sólo cenar y me iré otra vez, no se si volveré pronto o no - le informó Artemis a su hermana.

- No puedo detenerte, ya casi cumples la mayoría de edad.

- Aunque no fuera mayor, sabes que me iría - sonrió.

La reina sonrió para luego reír un poco y contestarle: - tienes razón, nadie logra frenarte.

- Ni mamá - susurró Artemis agachado la mirada.

Toda su vida había sido unida a su madre, la antigua reina de Artemyra, era la única y Diana una señora del personal que no la veían mal.

Al terminar la cena, Artemis se fue nuevamente a las montañas a seguir entrenando, estaba más emocionada que nunca, sus poderes despertaron y debía controlarlos, pero ella creía que eran de su djinn por lo que no le daba tanta importancia.

*Artemis en multimedia*

Tu pirata soy yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora