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Yuu, es un suicidio y una absoluta locura —Riddle le dijo sin tacto ni delicadeza alguna—. Has perdido el juicio, no estás pensando con claridad.

Ya tomé mi decisión, nada de lo que digas puede hacerme cambiar de parecer —Respondió con firmeza.

Estaba listo para salir. Llevaba el mejor abrigo que tenía —uno enmendado con parches—, para así protegerse del sereno nocturno, unas rústicas botas de lluvia, una harapienta bufanda y un bolso con una botella de agua, un encendedor y un mapa dentro, además de la brújula que le había robado a Azul a sabiendas de que los gemelos Leech probablemente vendrían por él.

Estaba jugándose el pellejo.

Yuu, por favor reconsidéralo —Trey le pidió con preocupación—. Sé que la situación es desesperada, pero no podemos perderte a ti también.

Trey tiene razón —Riddle insistió. Tomó las manos de Yuu entre las suyas, y lo miró directo a los ojos—. Por favor, Yuu, nadie que se haya adentrado en ese bosque ha vuelto para contarlo, además, nadie sabe con exactitud dónde-

Si nadie ha regresado, pues seré el primero en hacerlo.

¡No! —Riddle golpeó sus puños contra la mesa, haciendo que los platos y las tazas vacías saltaran y tintinearan levemente, la paciencia se le estaba agotando—. ¡Simplemente morirás como un idiota! ¡Deja de ser tan infantil! —Exclamó con el rostro rojo— ¿¡Crees que a mí no me duele ver a Deuce así?! ¡¿Crees que no me mata la impotencia?! —Respiró hondo en un miserable intento de calmarse—. ¡Yuu, entiendo perfectamente cómo te sientes! ¡Pero no estoy dispuesto a dejar que te suicides por intentar ser el héroe!

Yuu inspiró hondo, desviando la mirada. Sabía que no sería fácil darles la noticia, y de hecho, hubiese preferido mentirles, pero no tenía opción.

Yuu... —Trey le habló con más calma y con una voz más suave, como un hermano mayor lo haría, y posó sus manos sobre sus hombros de forma reconfortante—. ¿Qué piensa Deuce de todo esto?

Dudó antes de contestar.

No lo sabe... —Finalmente soltó en voz baja—. Le mentí, le dije que había conseguido un trabajo fuera de la ciudad, y que estaría fuera por unos días... Si le decía la verdad, jamás me hubiera dejado marchar.

Yuu, si Deuce se entera de la decisión que has tomado a sus espaldas, va a morir, no va a poder soportarlo.

No vine a tener esta conversación, Trey —Respondió cortante—. No vine a preguntar qué opinan, no vine a pedir consejos, solo vine a pedir que si algo me ocurre, cuiden de Deuce por mí.

¡¿Y cómo se supone que vamos a explicarle que decidiste hacer una estupidez?! ¿¡Lo has pensado?! —Riddle preguntó poniéndose de pie—.  ¡Vas a matarlo!

Pero Yuu hizo oídos sordos, se dio la vuelta y caminó hacia la puerta.

¡Yuu! ¡Yuu! ¡No me ignores! —Riddle le gritó desesperado, pero no logró que Yuu siquiera volteara a ver en su dirección—. ¡Yuu! ¡Escúchame! ¡Por favor no te vayas! —Escuchó a Riddle pedirle, y sintió que se aferraba con fuerza a su mano, frenándolo por algunos segundos—. Por favor... —Rogó—. No me dejes tú también... Por favor...

Lo siento. De verdad.

Desenlazó sus dedos. No miró atrás, pues sabía que si lo hacía, se desmoronaría por completo.

Adiós, Riddle. Adiós, Trey. Nos vemos pronto.

Y sin más, con tan solo la luna como compañía y un corazón cegado en determinación, emprendió su viaje, perdiéndose en la negrura de la noche.  

𝘽𝙡𝙤𝙤𝙙𝙮 𝙏𝙚𝙖𝙧𝙨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora