𝟑

502 64 46
                                    

Se detuvo frente a la boca del aterrador y espeso bosque al que nadie se atrevía a entrar. El viento silbaba paseándose entre las hojas, casi como si fuese una señal de advertencia.

Desde niño le repitieron una y otra vez que jamás, bajo ninguna circunstancia, debía adentrarse en el bosque que quedaba al sur de la villa. Creció oyendo las leyendas de una bestia inmensa con cuernos en la cabeza que se escondía entre los árboles y asesinaba brutalmente a cualquiera que se atreviera a pisar su territorio. También escuchó rumores de un monstruo que secuestraba niños para comerse sus entrañas, e historias de que a alguien que osó a entrar lo partió un relámpago a la mitad. Nunca había podido comprobar ninguna de esas historias, pero lo que sí era cierto, era que nadie que se hubiese adentrado entre aquellos arboles había vuelto para contarlo.

Y aunque de niño esas historias lograban hacerlo temblar de terror, esta vez, por más que quisiera, no podía encogerse de miedo y retroceder.

Decían que quién fuera que se escondiera dentro del bosque, tenía un conocimiento y poder más allá de lo que cualquier humano podría alcanzar. No le importaba si aquel monstruo de los rumores era el mismísimo Diablo, siempre que pudiese ayudar a Deuce, vendería su alma de ser necesario.

Así que, respiró hondo, y se adentró en la boca del lobo. La atmosfera dentro del bosque era completamente distinta a la de afuera, incluso el aire parecía ser más denso y sofocante. Las copas de los árboles eran tan espesas que apenas podía verse el cielo y las estrellas, el lugar era tan silencioso que podía oír sus propios pasos, haciendo que un frío destello se deslizara por su espalda produciéndole escalofríos.

Se acomodó la chaqueta y siguió caminando. La verdad, no tenía un rumbo fijo, pensaba andar hasta conseguir lo que estaba buscando, después de todo, según la leyenda la bestia lo atacaría apenas pisase el bosque.

Pero pasó una hora, luego dos, y después perdió por completo la noción del tiempo. En su travesía no encontró nada sobrenatural o aterrador, solo árboles, árboles, árboles y árboles; y a medida que el tiempo fue pasando, su miedo se fue deshaciendo, siendo sustituido por impaciencia.

Así que, al darse cuenta de que estaba perdido, se detuvo por un instante para intentar poner sus pensamientos en orden.

Así que las historias eran una mentira, ¿eh? Lo único que había de espantoso en ese sitio era la humedad y el tamaño de los insectos. Se maldijo por haberse ilusionado con una tonta historia que contaban en su villa.

¿Ahora qué? La criatura del bosque no era más que un cuento para asustar a los niños...

Sintiéndose frustrado, apretó los puños y soltó un pesado suspiro. Lo último que le faltaba era morir de hambre al perderse de la manera más idiota posible.

Sosteniendo la brújula que había robado, resolvió que simplemente caminaría hacia el norte hasta salir del bosque, pensó que tarde o temprano se conseguiría con su pueblo.

Pero cuando estuvo a punto de retomar su camino, algo le golpeó con fuerza la cabeza, tirándolo al suelo.

No fue suficiente fuerza como para matarlo o siquiera noquearlo, pero sí suficiente para aturdirlo. Sintiendo que de repente su corazón latía a toda máquina, intentó recomponerse, quejándose de dolor.

Sebek, Sebek —No alcanzó a ponerse de pie y salir corriendo cuando escuchó una voz tras él—, te dije que no debes ser hostil, procura tratarlo con más delicadeza —Pudo oír, y cuando levantó la mirada, se encontró con un...

¿Un niño? ¿Qué hacía un niño en un lugar así?

Tenía el cabello negro, corto y con llamativos mechones rosados.

¡Pero, Lilia-sama! —Escuchó una voz más fuerte—. ¡No sabemos qué intenciones tiene!

Es solo un humano, aunque tuviese malas intenciones puedo lidiar con él sin problemas —Respondió el sujeto que ahora sabía, se llamaba Lilia—. Además, Malleus dijo explícitamente que...

Mientras intentaba orientarse, su mirada se cruzó con los ojos carmesí de Lilia, dejándolo clavado en el suelo. A pesar de que la adrenalina fluía furiosa por sus venas gritándole que corriera por su vida, sus piernas no respondían.

Oh, solo mírale —Le dijo al hombre escandaloso de hacía unos instantes, que ahora que lo detallaba, tenía un pintoresto cabello verde—. Está muerto de miedo.

De nuevo, Lilia le dirigió la mirada. Una sonrisa estaba dibujada entre sus labios, casi como si estuviese entretenido.

¿Qué haces aquí a estas horas? ¿No te han dicho que hay monstruos en el bosque? —Preguntó soltando una risita—. ¿Te has perdido lejos de casa?

Y-Yo... —Las palabras no surgirían de sus labios.

Y fue entonces cuando su estómago rugió con fuerza.

Oh cielos —Lilia sonrió—. Pobrecito, solo, perdido y hambriento.

Le extendió una mano para ayudarle a levantarse.

Apúrate y ven, está haciendo frío. 

𝘽𝙡𝙤𝙤𝙙𝙮 𝙏𝙚𝙖𝙧𝙨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora