El diablo en la gran ciudad Ep 3

132 10 2
                                    

En medio del circulo de fuego de infierno, los seis niños se abrazaron temblando muertos de miedo, sin ninguna vía de escape a su alcance.

Laird se desmayó a causa del pánico y Sameer se orinó en los pantalones. Casey sin querer soltó el cheque por varios millones que fue arrastrado por la corriente de un repentino ventarrón que sopló adentro del lugar y fue a caer sobre las llamas infernales que acabaron consumiéndolo hasta dejar puras cenizas.

Pero eso no le importó, ni a el ni a los otros en absoluto. No en ese momento que el diablo gigante alzó una de sus tremendas manazas y cerró el puño por arriba de sus cabezas.

–¡Nos va a aplastar! –gritó Ronnie Anne quien cerró sus ojos preparándose a esperar lo inevitable.

Afortunadamente, en lugar de apachurrarlos a todos como a un montón de cucarachas con el puño, el colosal demonio parecido a Chernabog lo usó para golpear el piso sólo para expresar su furia, a dos metros de distancia de ellos y de tal modo que el temblor que produjo los hizo caer despatarrados. Con su otra mano señaló directamente a Sid con la punta de su dedo el cual se extendía en una filosa garra.

–¡NO ERES MÁS LISTA QUE YO! –rugió con una resonante voz ensordecedora–. ¡TE VERÉ EN EL INFIERNO, SID CHANG!

Y con el estallido de otra llamarada mucho más grande, el diablo se encogió hundiéndose en el suelo y desapareció tan rápido como llegó a parecer.

Al instante las llamas a su alrededor también se extinguieron, la mesa y los otros muebles negros que el diablo trajo consigo desaparecieron en una nube de humo, el aire dejó de apestar a azufre y al final quedaron únicamente el grupo de niños que temblaban atemorizados después de haber atestiguado todo aquello.

Ronnie Anne y Nikki se mantenían la una abrazada a la otra haciendo castañear sus dientes y Casey se agazapó bajo una de las mesas de la cafetería, ahora totalmente arrepentido por haber pretendido burlarse del diablo, que si había resultado ser real y era de temer tanto como los creyentes más devotos solían predicar a los cuatro vientos.

–Esa... Fue... ¡La experiencia más aterradora de mi vida! –exclamó Sid, quien aun mantenía el cacho de salchicha sobrante en su puño cerrado.

–Hicimos mal –dijo Nikki en lo que se separaba de Ronnie Anne –. No debimos habernos puesto a jugar con cosas como esta.

–Si... –asintió Sameer–. No quiero volver a ver algo como eso nunca más.

–Esto fue una señal del cielo –dijo Casey que aun no se atrevía a salir de abajo de la mesa–. Desde ahora sólo rezaré y pelearé en guerras.

Molesta de que no le hubieran hecho caso desde el principio, Ronnie Anne se acercó a agarrar con firmeza de los hombros a su mejor amiga y la miró seriamente a los ojos.

–Escucha bien, Sid. Hagas lo que hagas, pase lo que pase, por ningún motivo te comas ese pedazo de salchicha o irás al infierno, ¿oíste?

–Si... –asintió la otra–. Entendido.

Mas cuando vio al instante que de los puros nervios Sid se estaba llevando a la boca: el ultimo pedazo de salchicha que quedó del Hot-Dog por el que estúpidamente vendió su alma, Ronnie Anne se lo arrebató de sopetón y lo metió en el bolsillo de su pantalón corto.

–Mejor te la guardo yo por si acaso –sugirió el doble de molesta y estresada–. No vaya a ser que te la comas ni por accidente.

***

Lamentablemente no pasaría mucho antes de que Sid aprendiese una muy importante lección: las deudas tarde o temprano han de ser saldadas, y más aun cuando se tratan de pactos demoniacos.

Ruidosa antología del horrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora