La princesa del mar negro Pt 3

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Los Loud rodearon a Lincoln, al que hacía unos momentos Lynn había encontrado desmayado en la tina y ahora trataba desesperadamente de reanimar.

–¡Lincoln, cariño, despierta! –gritaba una muy angustiada Rita.

–¡Responde a tu madre! –chillaba el señor Lynn a lagrima viva.

–¡Pronto! –clamó Lori que ya estaba marcando al 911–. ¡Una ambulancia!

En tanto, Lisa había ido en busca de su equipo medico y Luna y Luan le habían tapado los ojos a Lily, Lucy y a las gemelas, aguardando que no fuese necesario esperando lo mejor... Pero preparándose para lo peor.

De resto contaban con la joven deportista quien había procedido a aplicarle las técnicas de RCP que enseñaban en una clase de primeros auxilios en la escuela media. Para esto pasaba de darle treinta compresiones torácicas seguidas a insuflar aire en su boca dos veces consecutivas y volver a repetir la misma secuencia.

–¡Uno... Dos... Tres...! ¡De nuevo...! ¡Uno... Dos... Tres... ! –pero nada–. ¡Lincoln, no hagas esto!

–¡Dios mio! –gimoteó Leni, con los ojos llenos de lagrimas.

–¡No te mueras, hermanito! –lloriqueó Lynn que siguió abofeteándolo–. ¡Tú eres fuerte, no te rindas! ¡Ahora lucha, lucha, lucha...! ¡Lucha, maldición!

Una vez más, la castaña deportista inspiró profundo, le pinzó la nariz y le sopló otra bocanada de aire en su boca, cuidando no dejar huecos a su alrededor. En esas, que resintió un raro gusto a agua salada, finalmente Lincoln despertó de su desmayo, siendo Lisa a la primera que vislumbro venir corriendo con su maletín de medico y el desfibrilador. Después a Lynn que estaba sentada en su estomago y tenía sus labios pegados a los suyos.

¡Puaj!... ¡Diablos, hermana! –reaccionó apartándola de un empujón, mientras tosía y escupía grandes tragos de agua–. ¡¿Qué crees qué estás haciendo?!

Lejos de ofenderse con su reacción de hastío, su hermana suspiró igual de aliviada a los demás.

–¡Gracias al cielo! –jadeó enjugándose una lagrima.

Seguido a esto, Lisa le puso una mascara de oxigeno portátil y procedió a tomarle el pulso, a costo que Lincoln también la empujara a ella, aunque con menos brusquedad.

–Ya, Lisa, deja eso.

–¡Mi amor! –chilló Rita. Esta inmediatamente se lanzó a estrecharlo en brazos–. ¡Pero que susto nos diste!

–¿Yo?... –replicó Lincoln frunciendo el entrecejo–. ¿Pues qué pasó?... ¡¿Y por qué Lynn me estaba besando en la boca?!

–¡Literalmente, casi mueres! –aulló Lori.

–Por suerte Lynn sabe resucitación –dijo Luan.

–Oh... Así que sólo era eso... –sonrió aliviado–. ¡Menos mal!... ¡Buaj!

Con esto dicho se zafó del abrazo protector de su madre, se puso en pie y caminó hasta el lavado, siendo ahí cuando los demás repararon que estaba como Dios lo había traído al mundo.

Al primer vistazo, Lynn desvió la mirada, de paso ocultando su rubor, en lo que Luna y Luan cerraban los ojos y les volvían a tapar los suyos a las pequeñas. En su lugar, Lucy se dispuso a descubrirse el fleco, pero Leni se lo impidió.

–Cariño, tal vez deberías ponerte una toalla –sugirió Rita.

–Si, tal vez debería –concordó Lincoln, y eso fue lo que hizo. Cogió la toalla mojada que estaba en el piso y se la envolvió en la cabeza. A continuación procedió a cepillarse los dientes como si nada.

Ruidosa antología del horrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora