Sólo en noches de luna llena

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¿Y que nos mostrará esta vez, la espeluznante niña que trabaja en esta tienda abastecida con toda clase de artículos tan extraños?

Eso mismo me pregunto yo, amigo mío.

Ahora mismo acaba de salir de la trastienda, y lleva colgado al cuello un curioso silbato de plata.

Se lo está llevando a la boca...

Está soplando...

Pero no se escucha nada.

¿Tú escuchas algo? Porque yo no; o quizá estará descompuesto.

¿Qué fue eso?... ¿Lo oíste tú también?...

Nha, no ha sido nada, sólo los perros callejeros que deambulan allá afuera a estas horas de la noche.

Mmm... Ahora que me doy cuenta, ya es muy noche. Quizá debamos irnos ya. Tal vez ya sea hora de cerrar... O quizá no.

La niña está por decir algo importante, respecto al silbato ese que no suena.

–Hola a todos –saludó Haiku a los lectores–. La siguiente es una historia dentro de otra historia. Una historia que trata de uno de mis temas preferidos en particular...

La gótica volvió a soplar el silbato, sin que llegara escucharse nada, aparte de otra subita oleada de ladridos y aullidos afuera de la tienda.

A esto, se sumó un resonante aullido lobuno que acaparó a los demás, y los hizo callar de un momento a otro. Ante lo cual Haiku esbozó una pequeña sonrisa.

–Las leyendas del hombre lobo han inquietado los sueños de muchos desde hace cientos de años. Imaginen esto: La luna llena, alguien bajo ella... Se convierte lentamente en un feroz hombre lobo...

Nuevamente se escuchó el mismo aullido de antes en lo alto.

–A nuestros padres y abuelos les gustaba asustarse con las clásicas historias del hombre lobo... –prosiguió Haiku con la introducción de la historia que estaba por contar–. Y también a la pequeña Lily Loud, cuando su hermano Lincoln le contó esta clásica historia, de algo que pasa...

***

Sólo en noches de luna llena

Lincoln ya empezaba a desesperarse, las cosas se estaban saliendo de control. A donde quiera que mirara hallaba pura suciedad, caos y desorden.

Sin pena alguna, Lynn Jr. se puso a esparcir tierra por toda la sala para, según ella, poder andar en bici de tierra. La manguera abierta se sacudía frenéticamente, mojando el piso y las paredes, arruinando así el alfombrado y dañando la pintura. Lucy y Lana se arrojaban restos de comida mutuamente, ensuciándolo todo a su alrededor. El cable del teléfono seguía enredándose por dentro de la residencia, culpa de la traviesa de Luan quien insistía en perseguir a Leni con una araña falsa a todos lados. Todo esto al tiempo que Lisa provocaba explosiones indiscriminadamente con sus experimentos y Luna armaba el mayor de los escándalos con sus parlantes puestos a todo volumen.

En definitiva, el caos y la anarquía se habían apoderado de la casa Loud. La algarabía y el bullicio predominaban en el entorno. No habían pasado ni cinco minutos sin que las chicas hubiesen vuelto su hogar una verdadera olla de grillos, ahora que Lori estaba encerrada y atada en el piso de arriba bajo el ojo vigilante de la agresiva Lola.

Lincoln, y solamente Lincoln tenía la culpa de lo que estaba pasando; y a ese paso el lugar terminaría viniéndose abajo irremediablemente para antes de que mamá y papá regresaran.

La mayor de sus hermanas se lo había advertido antes, cuando se revelaron en su contra, y siempre si había tenido razón. Lori era la única que podía evitar que esa casa acabara en una pila de escombros. En cambio, siendo Lincoln quien estaba a cargo, él ni siquiera podría llevar a Cliff a su caja de arena.

Ruidosa antología del horrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora