Linka y la bruja

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Observad a la espeluznante niña. Ahora mismo acaba de salir de la trastienda a nuestro encuentro, y trae consigo una cámara antigua, de esas que sacan fotografías instantáneas. Si mal no me equivoco se trata de una Polaroid.

Estoy de acuerdo en lo que dices. En esta época tan digitalizada que vivimos ya nadie usa cámaras como esas, teniendo todos una más moderna y eficaz al alcance de nuestro bolsillo.

Ahora que la levanta y apunta la lente hacia nosotros, te digo, me sorprendería si aquel aparato aun tuviese película. Si te fijas con atención, te darás cuenta que parece ser un modelo ya no continuado.

A ver, quédate quieto un segundo y Sonríe al pajarito...

¡Clic!

¡¿Lo sentiste?! ¿Sentiste eso? Estuvo fuerte, ¿verdad? Por un momento sentí que el flash me dejaba ciego...

Mira, la cámara ya escupió la instantánea, y con que rapidez. Significa entonces que si tenía película. Esperemos que la foto haya salido bien.

–Las evidencias son un elemento crucial al momento de narrar una historia –se dirigió Haiku a los lectores mientras sacudía la instantánea–, pues de estás depende la veracidad de quien las cuenta. Sin evidencias puedes quedar como un mentiroso o un charlatán delante de todos, así estés diciendo la pura verdad, como en el cuento de "Pedro y el lobo". Así le pasó a esta chica llamada Linka Loud, a la que todos conocían como "la mujer del plan", puesto que desde muy joven tuvo que aprender a sobrellevar el día a día en una casa pequeña con diez hermanos revoltosos y un solo baño. Linka era una buena chica, quien podría haber empleado su tiempo en algo productivo como aprender trucos de magia, resolver misterios o dirigir un noticiero escolar en colaboración con su grupo de amigos... Pero no esta Linka que tenía un gran defecto, y era que estaba obsesionada con los monstruos; tanto que llegaba a ser rechazada por todos sus familiares y conocidos. Su gótico hermano Lars terminaba aburriéndose de ella y hasta exasperaba a Lane, el más payaso de sus diez hermanos, siempre que bromeaba acusando a cada quién de ser un monstruo viviendo entre los hombres. Vampiros, zombis, mutantes, hombres topo, terrores Lovecraftnianos, todo lo relacionado fascinaba mucho a Linka, a quien además le encantaba asustar a los más pequeños con historias sobre monstruos, hasta que le suplicaban que ya no lo hiciera; y siempre los molestaba fingiendo que veía monstruos en todos lados... Quizá fue por eso que nadie le creyó el día que vio uno de verdad, hasta que ya era demasiado tarde para evitar que se metiera a su casa...

De nuevo, Haiku levantó la cámara y, al pulsar el botón, otro potente flash cegó momentáneamente a los lectores.

¡Clic!

***

Linka y la bruja

Ese día, en dado momento que la pequeña avistó una ardilla enterrando sus nueces cerca del arenero donde jugaba, y que ninguno de sus hermanos o alguno de los chicos de la pandilla en su defecto estaba cerca para detenerla, la traviesa peliblanca aprovechó la oportunidad para divertirse como más le gustaba hacerlo.

Como es natural en los niños, en vez de quedarse quieta y limitarse a observar a la ardilla desde donde estaba, la inquieta chiquilla salió a corretearla hasta un árbol. El rato que la encontró, Linka la vio asomándose de puntillas al agujero del tronco en su búsqueda.

–Ven ardillita... Aquí ardillita...

Una pérfida sonrisa se dibujó en el rostro de Linka. Por lejos, Darcy Helmandollar era su víctima preferida. De todos los chiquillos del preescolar era la más inocente y por ende la que con mayor facilidad caía en sus engaños. Lo mejor de todo, era que ese rato estaba sola y vulnerable; lo cual significaba que iba a pasar un buen rato riendo de lo lindo.

Ruidosa antología del horrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora