Pasó otra semana más, y Ricky parecía otro; y no sólo porque había cambiado su look a uno más rockanrollero: Camisa negra sin mangas, delineador de ojos, botas de cuero con plataforma, pulsera de púas, etcétera.
Podría decirse, se enfermó de guitarra. Si antes dejaba el instrumento acumulando polvo en el armario, ésta era la hora que no se despegaba de él. Practicaba todo el día, todos los días. No se despegaba de su guitarra y, sorprendentemente, se hizo bueno para su edad y para el nivel que tenía la gente a su alrededor.
Aparte, pasó a estar lleno de confianza a la hora de confrontar a su familia, a quienes dio una espectacular demostración un Domingo por la tarde, aprovechando que el señor Casagrande se hallaba de visita.
–...Violence for the people.
They always eat the hand that bleeds.
Violence for the people.
Give the kids what they.
Violence for the people.
They always eat the hand that bleeds.
Violence for the people.
Give the kids what they.
Kill your god, kill your TV.
Kill your god, kill your TV.
Kill your god, kill your TV.
¡Kill your god, kill your TV!Para finalizar su presentación, el muchacho dio una patada al aire y remató con un barrido de rodillas.
De ahí se incorporó e hizo una reverencia ante la señora Bucks, que lo observaba pegada contra el espaldar del sofá con los ojos abiertos como platos, y el señor Hector Casagrande, que sostenía con manos temblorosas el platillo con la tacita de café que le habían servido.
Ipso facto, su hermana le aplaudió de pie y a viva voz.
–¡Bravo, Ricky, bravo! ¡Has mejorado mucho!
–Así es –el chico jadeó y se aclaró la garganta–. Éste es rock del bueno. Yo lo toco y tú vas a llorar.
–¡Sabía que tenías talento!
–Pues sí –concedió el señor Hector, pese a su espanto–. Has tocado muy bien.
–Muy bien, Ricky –le siguió la señora Bucks–. Ahora falta que te olvides de esa música del diablo y aprendas de esas canciones bonitas que toca tu hermana.
Lo que valió su hijo borrara la sonrisa de satisfacción de su rostro.
–¡Mamá! –saltó Becky–. ¡¿Qué rayos pasa contigo?!
–Ese no es ningún problema –dijo a su vez el anciano músico, ignorando las protestas de la niña–. Yo puedo enseñarle los secretos de los boleros por el mismo precio.
–¡Que maravilla! –clamó complacida la señora Bucks–. Ricky, agradécele al señor Casagrande. Él va a enseñarte a tocar música de verdad. Quien sabe. Quizá, con su ayuda, hasta llegues a ser casi tan bueno como Becky.
–¡Oigan! –siguió protestando la susodicha.
Para su descontento, y como temió, su mellizo se retiró sin decir más, ésta vez azotando la puerta con mayor furia.
¡KAPOOW!
Tras fulminar con la mirada a los adultos y negar con la cabeza, la niña inmediatamente fue tras él.
***
A la salida de su edificio, Becky alcanzó a Ricky que estaba por marcharse con la guitarra colgada al hombro y la plumilla en un puño.
–Ricky, no estés triste –dijo posando una mano en su hombro–. Dale un poco más de tiempo a mamá. Es que no está acostumbrada a tu ruidosa música de rock n'roll.
–¿Si? –su hermano, enfurruñado, se apartó de su lado mosqueándola con un ademán–. Pues, ¿sabes qué? No me importa, y tampoco quiero tu lastima. Ya verán, voy a triunfar sin ayuda de nadie, y cuando sea famoso me iré de ésta horrible ciudad apestosa.
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Ruidosa antología del horror
FanficHaiku te narrará una serie de terroríficas parodias ambientadas en el universo de TLH. The Loud House y sus personajes son propiedad de Chris Savino y Nickelodeon. Ilustraciones por: Israel Cambal.