Sólo en noches de luna llena (Final)

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Transformado en lobo a medias, Lincoln Loud siguió a Maggie hasta la misma casa a la que había acudido con Luan una vez para animar la fiesta del treceavo cumpleaños de la chica emo.

Su sorpresa fue tal cuando se topó con la madre de Maggie esperándolos en la entrada. De tanto en tanto se ocupaba de vigilar que no hubiese testigos cerca; lo que significaba que ella también estaba involucrada en el asunto.

–Rápido, entren.

Al entrar, la madre de Maggie cerró la puerta con cerrojo y corrió las cortinas, al tiempo que la propia Maggie guiaba a Lincoln a ocultarse en el sótano.

–Ven, aquí estarás seguro hasta que pase el disturbio que hay allá afuera.

–Gracias –asintió apenado–. Yo... Lamento no haberte creído antes.

–Ni lo menciones –replicó la chica con calma–. Entiendo que era algo imposible de creer.

–En serio, gracias por ayudarme.

–Descuida, hago lo que cualquiera hubiera hecho en mi lugar. Prácticamente mi mamá y yo somos responsables de que estés así.

–¿A qué te refieres?

Maggie señaló a una esquina del sótano en la que, encadenada de manos y pies, Lincoln vio acurrucada a otra chica que era su doble exacto. Tenía el mismo cabello negro, la misma piel pálida salpicada de pecas y las mismas pestañas excesivamente largas. Las dos eran igualitas, como dos gotas de agua.

Pero había una diferencia significativa entre ambas; y era que, al igual que Lincoln, aquella chica tenía una tupida capa de pelo negro cubriéndole casi todo el cuerpo, un par de colmillos asomando de su boca, garras en sus manos y las mismas facciones lobunas en su cara.

–Ella es Marjorie –la presentó Maggie–. Pero puedes llamarla Marge o Margie si quieres.

Pronto, Lincoln entendió que pasaba.

–¿Es tu hermana gemela? –acertó a adivinar, a lo que Maggie asintió con la cabeza.

–Oh, rayos, de veras lo hice –se lamentó la otra niña, con una voz que también se mezclaba con los gruñidos de una bestia–. Cuánto lo siento.

–Margie fue la loba que te mordió la otra noche –aclaró Maggie–. Mi mamá y yo hacemos lo posible por tenerla bajo control las noches de luna llena; pero hay veces que logra escaparse y hace destrozos a donde quiera que vaya.

***

–¡Mentidoso!

Lily siguió acusando a Lincoln de charlatán. No tanto porque no creyese en su historia, sino porque en realidad quería que ya parara con esta de una vez.

–Es verdad –afirmó el mayor entre malévolas y picaras risillas–. Maggie tiene una hermana gemela y fue ella quien me pasó la maldición.

–Que mentidoso edes. Deja de decid mentidas.

Con todo y las protestas de su hermanita bebé, el chico albino siguió adelante con su relato.

–Mua ja ja ja ja ja ja...

***

–Cuanto lo siento –se disculpó Margie por segunda vez–. No fue mi intención lastimarte, de veras, pero es que no puedo controlarme cuando me transformo y... Pues... Te veías tan delicioso que no pude contenerme.

Maggie suspiró.

–Como vez, la licantropía es una enfermedad terrible.

–Y además hereditaria.

Ruidosa antología del horrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora