La niña del moño anaranjado 3era parte

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–¡Lucy...! ¡Lucy! ¡Tienes que ayudarme!

Tan pronto regresó a la casa Loud, Lincoln corrió directo de la entrada principal hacia el cuarto de Lynn y Lucy. Tan asustado estaba por lo que había sucedido esa noche, que no le importó en absoluto entrar haciendo ruido, arriesgándose así a despertar a sus padres quienes terminarían castigándolo severamente por haber salido solo a altas horas de la noche. Afortunadamente nada de eso sucedió, aunque igual tampoco le dio importancia.

–¡Lucy! –chilló al ingresar e ir a llamar al ataúd del un lado de esa habitación.

¡Toc, toc, toc...!

Entonces la tapa del ataúd se abrió inmediatamente y la niña de pelo negro se irguió acudiendo a su llamado.

–¿Qué pasa? –preguntó tras desperezarse y soltar un leve bostezo.

En el otro lado de la recamara, Lynn Jr. se aquejó con un gruñido y dejó escapar una pedorreta, pero tampoco se despertó a reclamarles por andar haciendo ruido a esas horas como uno se lo hubiese esperado.

–Lucy, no vas a creer esto –susurró Lincoln después de que Lynn se acurrucara más por debajo de sus cobijas–. Estaba ahí, ella me vio, pero...

–Aguarda... –lo interrumpió su hermana gótica, quien acto seguido se giró a buscar algo en el ataúd–. Antes de que digas otra cosa, estuve investigando.

E inmediatamente sacó un recorte de periódico con las fotos de varios niños anexadas que mostró a su hermano albino.

–Dime, ¿es esta la chica que viste?

–Si... –afirmó Lincoln sin ninguna duda, ni bien Lucy le dio señalando una foto del centro: en la que aparecía la imagen de la misteriosa chica del gran moño anaranjado–. ¡Si!, es ella... ¿Pero que hace aquí?

–Está muerta –aclaró su hermana, procediendo a desdoblar la parte de arriba del recorte para que pudiese leer con claridad lo que decía el encabezado.

–¿Qué? –exclamó habiendo quedado totalmente perplejo.

–En un accidente de transito –siguió explicando la niña con suma seriedad–. Su nombre era Stella Zhau, era nueva en Royal Woods e iba en el autobús de la escuela, pero... El autobús chocó contra un camión de gas propano y el tanque de gasolina hizo explosión. La conductora y todos los niños que iban a bordo murieron calcinados, incluyendo a esa chica...

–¿Y eso cuando pasó?

–... No hace mucho... Lo único que pudieron recuperar de ella fue su dedo meñique, en el que tenía puesta una sortija que después fue entregada a sus padres.

–Es esta sortija –exclamó el peliblanco, mirando el meñique suyo con el anillo incrustado–. Dijo que tenía su sortija... Estaba ahí, Lucy, lo juro, y hablé con ella...

Seguidamente, Lincoln se fijó mejor en las otras fotos de los fallecidos enlistados en el recorte de periódico, en las que rápidamente pudo identificar a los niños que había visto en la fuente de sodas que se manifestó esa noche dentro de la marisquería a la que entró. También identificó la foto de la que había sido la conductora del autobús, a la que vio actuar como la camarera del lugar.

Después pensó en la distinguida dama de cabello negro y en el Hippie avejentado de la barra. Más temprano que tarde acabó por identificar quienes eran, ya que los había visto antes, muchas otras veces: en las fotos más antiguas de los más viejos álbumes familiares que acumulaban polvo en el ático.

–El abuelo Loud y la bisabuela Harriet... –exclamó cada vez más aterrado–. ¡Los vi, Lucy, lo juro por Dios!... No puede ser... Esto quiere decir... Que me he convertido en el niño de la película y veo gente muerta... Lo que significa... Que la niña del moño... ¡Es un fantasma!

Ruidosa antología del horrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora