Primer día de clases y dentro de mí había una guerra campal entre la emoción y desánimo. La primera sólo quería que mi persona se sintiera feliz por las nuevas personas que conocería y la segunda sólo buscaba que reprochara el horrendo horario que llevaría este nuevo semestre, puesto que, salir después de las nueve de la noche y tener periodos libres entre cada clase era más espantoso de lo que pensé. Asimismo, llevaba días quejándome de ello.
-Las cosas pasan por algo-musitó mamá quien había colocado un bowl con cereales sobre la barra de la cocina. Tomé un banquillo y me acerqué a la barra jalando hacia mí el bowl-. Además ya te dijo tu padre que él está dispuesto a ir por ti.
Asentí. Tomé el cartón de leche y vertí la misma sobre las hojuelas. Hundí la cuchara y la elevé. Una gran cantidad de hojuelas fueron directo a mi cavidad; el crujir de los cereales al ser masticados eran lo único que se escuchaba en la cocina.
-Date prisa. Se te hará tarde- mamá miró el gran reloj situado por arriba del frigorifico. Efectivamente se me haría tarde. Me limité a sólo hacer una mueca. Volví a meter la cuchara repleta de cereales a mi cavidad como si no hubiera un mañana.
(...)
-Te amo, mamá-dije al despedirme. Colgué la mochila al hombro y tomé el transporte. Le sonreí al conductor y miré el largo camión en busca de un asiento libre, sin embargo, no lo encontré, salvo por uno que estaba al fondo junto a un muchacho que leía con atención un delgado libro justo
-¿Te molesto?-pregunté, el joven alzó su mirada chocando con la mía. El azul brillante de sus ojos destellaron. Sonrió y me permitió pasar. Le dí las gracias y miré hacia la ventana, luego giré la mirada a él fingiendo que veía a la señora que había pedido la parada. Él joven seguía atento en su lectura: un rubio teñido, ojos azules y lector. Hombre perfecto. Sonreí y volví la mirada a la ventana.
(...)
Hice la parada frente a la universidad. El rubio había bajado delante de mí. Extendió su mano y me ayudó a bajar.
-Gracias.
-De nada-sonrió. Le miré alejarse. Por un momento creí que era estudiante.
Atravesé los torniquetes y esquivé cada auto en el estacionamiento. Al final estaba el primer edificio de la facultad y con ello el edificio donde tomaría la primer clase. Salón 421-B, Bases Biológicas; debía subir el primer piso dedicado a los laboratorios y luego al segundo donde los salones eran una burla. Si un grupo tenía más de doce alumnos, el resto debía tomar clase en el pasillo; eran salones sumamente pequeños. ¿Qué no pensaron en que podría temblar?
-¡Sellers!-gritó Fer un chico alto, delgado de sonrisa tímida que había conocido en la preparatoria y por obra del destino estudiaba lo mismo que yo en la misma universidad. Casualmente, el primer semestre de carrera compartió todas las clases conmigo; aunque poco nos hablábamos en la preparatoria, compartir clases en la facultad hizo que nos acercáramos más el uno al otro.
-¡¿Fer?! ¿Tienes clase en el 421-C?-musité una vez que llegué a donde él se encontraba; asumí que estaba esperando clase.
-Sí, ¿no me digas que tú también?-sonrió-. Para cambiarme de clase.
Le miré furiosa dandole un puñetazo en el hombro-. No me simpatizan tus comentarios.
Una vez que entramos al salón, llegó Beth, mi mejor amiga. Ella era una chica de alta de cabello rojizo oscuro; le había conocido el primer día de clases en la universidad, desde entonces nadie nos separaba. Éramos como hermanas y todo el mundo creía eso.
...
-Y sean bienvenidos a este nuevo semestre, queridos licenciados-el profesor se había despedido para luego abandonar el aula. Posteriormente, salí despidiéndome de mis dos mejores amigos para dirigirme rápidamente a mi siguiente clase.
-Nos vemos al rato-dijeron al unísono Fer y Beth.
Caminé sólo unos metros para encontrar el otro salón. Estadística Inferencial; la multitud era demasiada, todos salía de sus salones para dirigirse a otro. A lo lejos, nuevamente el rubio, me puse de puntas en busca del mismo. ¿Qué hace aquí? Si ni siquiera entró a la facultad.
Quizás sólo le imaginé.
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Barman |N.H.| Terminada (En edición)
Romantik-La casa invita-musitó el rubio de ojos azules que estaba detrás de la barra. (...) Es mitad de semana y no tengo que hacer. La universidad parece más complicada a cada paso que doy. -Tienes algo que hacer ahora?-cuestionó mi mejor amiga, Cath. -No...