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Anne guardó sus libros con rapidez al sonar la campana, como lo venía haciendo los últimos días. Y Gilbert notaba eso.

Siempre se alejaba. Desde ese incidente en el laboratorio (como le llamaba al beso) todo era extraño.

Pero el pelinegro ya estaba cansado aquella situación. ¿Por qué debía evadirlo otra vez? No iba a preguntárselo así como si nada. Debería utilizar sus recursos de Gilbert Odioso Blythe.

Pensó por un momento en qué podría hacer y quizás su idea fue la menos sensata. ¿Iba a cagarla como de costumbre?

Cuando vio que Anne se disponía a irse, corrió su pie para hacerla tropezar y así caer en el pasillo que creaban los bancos de la primera y segunda fila.

—¿¡Qué sucede contigo!? —gritó la pelirroja al voltearse y mirar directo al pelinegro— ¡Pudiste matarme!

Los demás miraron la escena pero le restaron importancia, ya era algo normal para ellos.

Gilbert no respondió, en cambio, penetró la mirada de Anne con sus ojos de una manera que trataba de demostrarle algo específico: debían hablar. Y esta vez ella tenía que seguirle el juego.

—Si no salieras tan apurada podrías mirar por donde caminas, Ana —se encogió de hombros restando importancia al acto antes de sonreír de costado— ¿O es que tu cerebro ya no tiene la fuerza suficiente para soportar las clases?

Anne ahogó una queja y en su lugar se levantó sin aceptar la ayuda de Finn. Fulminó a Gilbert con la mirada y se acercó peligrosamente hasta él. Para entonces, casi todo el salón había salido.

—En realidad, no tengo ganas de contagiarme con la idiotez que maneja todo tu ser, Blythe —escupió apoyando el dedo índice contra el pecho del pelinegro, ejerciendo un pequeño porcentaje de fuerza sobre la camisa del uniforme.

—Ya, Annie, vámonos —pidió Finn, tomándola por los hombros y sonando frío.

Gilbert lanzó una carcajada— ¿Annie? ¿Qué sigue? ¿Dulce mermelada de mi despertar? Métete en tus asuntos, Gardner. No molestes aquí.

Para entonces, solo Moody, Jerry, Diana, Ruby y Finn eran presentes en aquel momento.

Instintivamente, Anne le lanzó una mirada a Diana y Gilbert a Moody. Los amigos lo entendieron al instante y optaron por buscar excusas para sacar al resto del salón.

En esos momentos, la única persona consciente del beso entre Anne y Gilbert era Diana. Por su parte, Moody tenía entendido que había sido la imaginación de su amigo. Aunque hablamos de Moody Spurgeon, el salvador de Shirbert, ¿cuánto tardaría en saber la verdad?

—Hay otras maneras de llamar mi atención —lanzó Anne en un tono duro, cruzándose de brazos al apoyarse en su asiento y mirar cómo Gilbert cerraba la puerta del salón—. Pudiste haberme lastimado y no era necesario que me llamaras Ana.

—No pensé en algo mejor, ¿de acuerdo? Me traes desprevenido —Anne alzó sus cejas y Gilbert suspiró mirando al escritorio donde antes estaba el profesor Phillips— ¿Qué sucede, Anne? Pareces más distante que de costumbre. Creía que nosotros... habíamos llegado a solucionar todo.

Anne negó como si nada pasara—. Todo está en orden, Gilbert. Simplemente he andado a las corridas por... em... la... poción. Sí, así es, voy muy adelantada y no debo estar muy lejos de encontrar un antídoto. Nada más. ¿Ya puedo irme? —sonaba dudosa y por su postura parecía rogar piedad e impaciencia. Pero Gilbert no quería quedarse con las dudas.

—Oye, si algo te ha incomodado... —habló con tanta dulzura que el cuerpo de Anne tembló y el corazón le dio un brinco de alegría inefable— lo lamento. Nunca habría sido mi intención molestarte, o no lo sé. Tampoco debías preocuparte en salvarme de esa pequeña explosión en el laboratorio.

AMORTENTIA; Shirbert [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora