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—Finn ha andado un tanto extraño últimamente —Anne dejó unas gotas de una sustancia morado en el tubo de ensayo y tachó algo en su agenda—. Se comporta raro... y sé que no es de tu agrado esto...

Gilbert negó con efusividad—. No, está bien, cuéntame.

—Nada, es eso, mi mejor amigo anda distante conmigo —suspiró y miró como la poción no daba señales de provocar la espuma que querían—. Aguarda, ¿echaste los pétalos triturados?

Gilbert se rascó la nuca a la vez que se mordía el labio y miraba al suelo. Anne rodó los ojos y cruzó todo el laboratorio hasta un estante repleto de frascos. Volvió con uno y lo dejó sobre la mesa.

—Si seguimos así nos acabaremos las flores demasiado rápido —admitió con desánimo y adoptó una voz firme—. Debes insistirle a Sadie.

—Pero me ha dicho que no tiene el libro, ya te lo expliqué.

Anne se cruzó los brazos y miró a Gilbert alzando una ceja— ¿Eres imbécil o tu nombre se parece al de un niño buleado de La Rosa De Guadalupe?

Gilbert ahogó una carcajada al no estar seguro de si "buleado" era bueno o malo (aunque se tiraba más a la segunda opción) e imitó su acto, pero mirándola con diversión.

—Ya, Shirley, encontraremos otra forma. En algún lado debe estar el maldito libro. Y con los pétalos... podemos pedir más, ¿no? —¿Desde cuándo a Gilbert le importaba tan poco la poción?

—¿Y la avellana de Escocia? —Anne lo miró con incredulidad y pudo sentir como Gilbert no veía la manera de refutar eso—. Mira, si la mitad de los ingredientes están en mi libro, la otra mitad están en el tuyo. Y lo mismo con los pasos para crear la poción. Así que más te vale que vayas con Sadie y le pidas que te lo devuelva —ordenó con autoridad, aunque eso no inmutó a Gilbert. En cambio, se acercó más y puso ambas manos en sus hombros.

—¿Aunque para eso deba besarla? —observó sus ojos sin ninguna discreción, al igual que ella.

La pelirroja se mordió el labio y bajó la vista antes de comenzar a perderse en aquella profunda mirada al punto de no saber qué decir. La idea de Gilbert y Sadie besándose no era de su mayor agrado, para nada.

—S-sí, supongo... —murmuró, causando una mueca en Gilbert que no pudo ver por aquella posición. Simplemente sintió aquellas manos alejarse de su cuerpo y para entonces alzó su mirada, pero esta vez el pelinegro se centraba en un pétalo, el cual comenzaba a triturar.

—Utilizamos el líquido humeante equivocado —explicó con frialdad, sin siquiera mirarla—. Debemos escoger el Fel...

Anne simplemente asintió, dejando de escuchar lo que decía, descolocada por la situación, y siguió con lo pautado. Pero sin aquel libro no llegarían a nada.

—Y ahora Gilbert anda extraño otra vez —Anne lanzó su mochila en uno de los sofás de la sala y dejó caer su cuerpo al lado—. Es un idiota, maldita la hora en la que se me ocurrió buscar una cura a la poción. No puede haber ser más indeciso e insoportable.

—Tranquila, sabes que es un imbécil —Finn se ubicó a su lado y abrazó su mochila—. Encontrarás algo.

Anne asintió con la mirada perdida y meditó sobre qué más decir.

—¿Sucede algo? —inquirió luego, mirándolo con cierta duda en su interior— Te comportas extraño.

Él negó sin más y bajó la mirada a su mochila—. No, es solo que tú te la pasas con lo de la poción y pues no sé cómo seguirte el paso. Pero nada más.

AMORTENTIA; Shirbert [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora