Capítulo 01

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Lunes

El sonido fuerte e irritante de mi alarma hace que me despierte dejando a un lado mi poco tiempo de descanso.

Dirijo mi atención al reloj a mi derecha.

01:50 pm.

Eso deja muy en claro que llegaré tarde a mi próximo turno en la cafetería, y añadiendo el desastre en el que me convertí durmiendo, podría definir esto como: mal día para Mía. Aunque siendo sincera, la mayoría de mis días se resumen a esto.

Corrí directo hacia mis zapatos y me los puse. Por si tienen la duda, la respuesta es no; no me bañaré, no hay tiempo. Normalmente es un hábito difícil de mantener cuando no tienes tiempo ni para respirar el aire puro y fresco de una noche, pero lo haré en cuanto llegue a casa, lo prometo.

El último retoque es mi pelo el cual recogí en una coleta algo suelta; por suerte es uno de mis menores problemas, es ligero y fácil de manejar. Lista ya, salgo de la habitación llegando a mi pequeña sala, donde se encuentra en una esquina mi bicicleta.

Me detengo un momento a observar el alrededor. No es gran cosa ¿saben?, pero es lo único que mis padres realmente pudieron obtener como propio en esta vida; paso mi vista alrededor del lugar llegando al marco donde se encuentra una foto de mamá. Sonrío al verla y suspiro un poco.

Remuevo mi cabeza alejando el asunto de mis pensamientos. Salgo del apartamento y llego hasta el ascensor; aprieto el botón hasta el vestíbulo.

— Adiós Jimmy —me despido del amable señor recepcionista mientras camino con velocidad hacia afuera.

— ¡Adiós Mía! —escucho a lo lejos.

Unos 10 minutos caminando las calles que me han visto crecer, llego a mi destino dirigiéndome sin bajar la velocidad a la parte trasera.

— ¿A caso quieres ser despedida niña? —Es lo primero que me dice el jefe cuando entro al lugar.

Es un establecimiento promedio, ni muy grande ni muy pequeño. El área de atrás (donde me encuentro), esconde los hábitos de preparación de nuestro servicio. El jefe se encarga de la limpieza, mientras dos cocineros hacen lo suyo.

El espacio aquí es un tanto oscuro, y el ambiente es algo silencioso, pero lo suficientemente amplio para el trabajo. Una puerta, a mi derecha en el fondo, conduce al almacén.

— Lo siento señor Marcus, se me fue el tiempo —me excusé algo apenada omitiendo la razón de mi tardanza.

— Si no fueras la joven más ágil que he podido tener, hace tiempo ya no te tendría aquí —reprocha hacia mi algo irritado.

La verdad el señor es un tanto... grosero y amargado. Bueno, no es algo que me inquiete mucho porque casi siempre he estado rodeada de personas que al parecer no tienen algo bueno que ofrecerle a los demás, no han sido agradables conmigo. Por lo menos Tiffany y el señor Jimmy tienen cortesía; esto es hablando de las personas que me rodean claro, que no son muchas. Tolero al señor Marcus porque no tengo de otra, no es que concedan empleos a personas sin experiencia en cualquier lugar, tengo que sobrevivir de alguna forma.

No soy una persona muy..., ¿cómo decirlo?... aguanta estupideces, así que digamos que algunas veces he metido la pata con mis expresiones porque seamos sinceros, ese señor necesita que alguien le diga sus verdades; pero he aprendido a controlarme un poco porque lo necesito. De todas formas, este carácter es una hermosura señores, predomina casi siempre jaja.

— ¿Qué estás esperando?, ¡anda ya! —exclama con esa voz algo temerosa y grave mientras toma de mi muñeca y me hala hacia delante.

Ese impulso hace que me remueva como muñeca de trapo. Si, es que soy un ser muy liviano, de bajo peso y no tan alta.

Frustrada, lo observo alejarse mientras froto el lugar de su fuerte agarre. Ojalá algún día pueda deshacerme de él, la verdad es que necesita conseguir buenas lecciones de vida ese hombre. Giro sobre mis pies para tomar del enganche mi delantal y empiezo a ponérmelo.

Bueno, espero que este día no empeore, aunque... ¿a quién engaño?, siempre es estrés y cansancio. Mi parte es ser mesera y a la vez atender en la barra porque solo tenemos un chico que atiende las mesas pero los sábados en la mañana; y una cajera, que por cierto, ambos son sobrinos del señor Marcus. Tengo la sospecha de que no les agrada mucho hacer esto y créanme que no los culpo, por lo menos en la cuestión de tener que lidiar con el señor, porque por mi parte el trabajo no me molesta.

El lugar siempre se llena y parezco pulpo en llamas de un lado a otro; ¿y lo mejor de esto saben qué es?, el pago. Bueno, no es taaaan malo como un incendio que mata a todos en un edificio, pero tampoco es de lo mejor como para decir que nadie salió herido.

— Hola Tiffany, ¿cómo estamos? —No me molesto en observarla.

Visualizo las órdenes encima del mostrador y procedo a leerlas.

— Amiga, tendrás un día largo hoy —responde tecleando rápidamente en la caja registradora, con un cliente en espera.

— ¿En serio?, no me lo esperaba —declaro algo irritada mientras saco unos pastelillos de la vitrina y los coloco en una bandeja.

Paso a servir una batida rápidamente para luego colocarla junto a los pastelillos. El lugar en cierto punto parece un desastre por la falta de empleados, pero por suerte puedo mantenerlo. Supongo que las personas vienen mucho aquí por la calidad de la comida; y también por el servicio no voy a quitarme crédito, me esfuerzo mucho por mantener el orden aunque el pago sea una basura.

Llevo la bandeja a la mesa número tres y mientras coloco el pedido sobre esta, escucho el sonido que emite la campana cuando se abre la puerta, es decir, alguien está entrando. Cuando volteo mi rostro, de repente una fuerte ráfaga de viento envuelve el lugar y le atribuye mucho protagonismo a quién viene llegando. Si, parece una escena de película. Ridículo...

Un ser con bastante elegancia, estilo y masculinidad camina a pasos lentos con el viento a su favor. Su traje le da el toque de sofisticación mientras su cabello se remueve de manera increíblemente ordenada; y yo siento como se sale un mechón del mio. Cuando se detiene cerca de la barra es como si él y el viento tuvieran cierta conexión porque inmediatamente todo vuelve a tomar calma. Raro gente.

Salgo de mi trance para terminar de servir el pedido, coloco la bandeja bajo mi brazo y me dirijo hacia una especie de... mister Tom Holland, pero versión alta. Cabe añadir que solo sé quien es ese Tom por las noticias, en la hora de la fama hablan mucho de esas películas famosas.

Me detengo justo en frente de él con mi vista baja, sacudiendo un poco mi delantal.

— Bienvenido a Dark Coffee, ¿en qué puedo ayudarlo? —levanto mi vista para observarlo acompañada de una sonrisa cálida.

Mis ojos se encuentran con semejante creación y no puedo evitar quedar algo atontada. Wow, alguien que me sostenga porque no me esperaba tal imagen el día de hoy.

Su Realidad Y La MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora