— ¿Dark Coffee?, ¿a caso no sirven café claro? —cuestiona riendo entre dientes, con intención de burla y cierto desagrado en su expresión.
Que idiota. Yo soy la reina del sarcasmo pero se puede notar claramente el sentimiento e intención de sus palabras. Inmediatamente su imagen gloriosa se destruye al percibir su actitud.
Me limito a enfriar un poco mi gesto y enarcar una ceja.
— Bien, yo no elegí el nombre, pero también lo servimos en colores —respondo con fingida simpatía, esbozando una falsa sonrisa—. ¿Desea pedir algo? —suelto algo brusca cambiando mi expresión a una aburrida con rapidez.
Me remuevo un poco en mi lugar.
Entorna un poco los ojos mientras me observa y una sonrisa ladina se asoma a su rostro. Bien, el maldito es guapo, pero claramente es un idiota. Probablemente es de esos que se tienen en un altar y lo que representa este lugar lo consideran algo bajo. A lo mejor entró sin alternativas porque estoy casi segura de que aquí no recurriría por gusto.
Al pasar unos segundos y seguir sin respuesta, arrugo mi entrecejo y remuevo un poco mi rostro al estilo: “ajaaa, estoy esperando”, a ver si mi reacción ante su estupidez le dice algo. Pero solo se queda ahí, observándome misteriosamente como tal estúpido.
Dame paciencia Diosito.
Ya cansada ruedo lo ojos y me dirijo a la barra, rosando con brusquedad y a propósito su brazo. Mientras coloco la bandeja en su lugar el chico gira y habla al fin:
— Solo dame un Cappuccino —pide.
Su tono es muy masculino, pero con sutileza y calma, de ese tono sexy que te hace temblar las piernas.
Ahora yo lo observo entornando los ojos, tratando de entender su actitud. Sin embargo, algo capta mi atención más allá de él.
No me había dado cuenta de que todos en el lugar lo observaban con fascinación y entusiasmo. De acuerdo, ahora mi ceño se frunce y mi rostro expresa confusión; reconozco que el chico es un galán pero no es como que todo el mundo tenga que paralizarse por ese hecho. Paseo mi vista entre todos, llegando hasta Tiffany a mi izquierda quien me observa con expresión de: "¿qué rayos haces?, ¿a caso estás loca?" pero disimuladamente; yo me limito a darle una mirada desentendida, porque en serio no sé que está pasando.
Bien, que todos estén así solo significa una cosa, así que giro mi rostro hacia el frente y suelto la pregunta:
— ¿Quién eres? —pregunto curiosa entornando los ojos.
Ahora rebuscaba en su billetera, que probablemente sacó mientras no lo observaba. Levanta su vista hacia mi y en su expresión, y en sus profundos ojos azules-grisáceos se asoma cierto aire de suficiencia, más esa sonrisa que ya quedaba tallada en su perfecto rostro.
Bien, ¿alguien quiere golpearlo por mi?
— ¿Qué no sabes? —suelta acompañado de una pequeña risa absurda—. Bueno, por lo menos no eres tan idiota como para no darte cuenta que eres la única aquí que no lo sabe, eso es un avance —agrega con un guiño suspicaz.
¿Qué rayos?, ¿este quién se piensa que es?, ¿el hijo de un Dios griego?
Sin darme cuenta mi gesto fue de indignación y mis labios se entreabrieron un poco, algo ofendida; pero lo disimulé.
— Muy bien señor que me vale una mierda quien sea, ya regreso con su pedido —solté sin importancia mientras sonreía falsamente.
Giré sobre mis pies y me dirigí a la maquina a preparar el café. Dirán que fui muy grosera, pero no me importa quién sea ese… ser, si no le han hecho saber que no es más que nadie en este mundo, con gusto yo le doy las clases.
Termino y me dirijo hacia el personaje con su pedido en mano, lo coloco en el mostrador y lo arrastro hacia él.
— El pago a mi izquierda, gracias por su compra —digo sin ganas, con la viva imagen en mi rostro de: "que se jodan todos…"
Me dedica una sonrisa diferente ahora, a penas un asomo de ella, tranquila y pacífica.
Toma su café y pasa hasta donde Tiffany; escucho como dice que no trae efectivo mientras le pasa una tarjeta. A lo que la chica está tecleando en el ordenador, el celular del desconocido emite un tono de llamada; lo saca de su bolsillo y desliza su dedo en la pantalla.
— ¿Si?…
Se queda un momento en silencio, imagino que escuchando a la persona tras la línea.
— ¿Olivia no puedes encargarte de eso tú?
Se escucha fastidiado.
Si se preguntan si no tengo algo mejor qué hacer ahora, la respuesta es no, déjenme escuchar. Ya me intrigó el imbécil.
Empieza a caminar lento en dirección a la salida, pero se detiene a mi frente.
— ¡Diablos, todo tiene que ser resuelto por mi! —exclama con hastío a la persona en la llamada. Rueda los ojos y resopla.
En un momento aparta el aparato de su oreja y lo recuesta en su hombro; se inclina un poco hacia mi, observándome fijamente.
— Am, ¿péinate ese mechón quieres? —señala con su dedo a mi poco pelo suelto, revuelto por el viento; me limito a enarcar una ceja y cruzarme de brazos—. Y… no me llames señor ¿si?, es muy pronto para ese alías aún —agrega en un susurro.
Okay… haré como que me importa.
Solo aprieto mis labios manteniendo la misma mirada que él me dedica, fija e imponente. Supongo que piensa que puede doblegarme con su actitud de invencibilidad y retadora, estás equivocado amiguito…
Retoma su llamada y empieza a alejarse.
— De acuerdo, me dirijo hacia allá ahora —culmina con tono aburrido.
Cuando está pasando la puerta alguien grita:
— ¡Hey!, ¡espere!
Giro mi rostro, Tiffany.
— Dejó su tarjeta —me dice mientras la eleva.
— Bueno, descuida, puedo apostarte a que la necesitará más que a su necesidad de ir a un baño —elevo ambas cejas mientras asiento—. Ya regresará —le hago saber sin dar mucha importancia.
Es obvio que ese no puede vivir sin depender de lo que mueve su mundo, aunque es probable que tenga unas cien de esas.
Noto que la chica empieza a mirar la tarjeta con cierto interés.
— No, Tiffany, ni lo sueñes —le advierto al percatar su intención.
Gruñe con hastío.
— ¡Tú eres muy aburrida! —se queja.
La realidad es que no somos amigas, digo, pasamos palabras de vez en cuando y ella no me trata como basura pero nada más allá, solo le da igual. De todas formas, eso no impide que no la deje hacer una estupidez, aunque tengo la sensación de que ha hecho cosas así porque la he encontrado hablando muy sospechosamente con su primo, con tarjetas en mano.
Es una chica de esas estilo rebelde; piercings, ropa oscura, parte del cabello teñido de color púrpura.
— Ahora dime —tomo un pañuelo para empezar a limpiar la barra—; ¿quién diablos era ese? —indago sin mucho interés.
Mientras me voy moviendo noto como me observa con desconcierto, algo así como diciendo: "diablos, ¿qué eres?"
— ¿Dónde se supone que vives Mía? —niega como sin poder creer lo que pregunto—. Es Ryan Prior, hijo del gobernador.
Detengo mi acción.
Diablos.
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Su Realidad Y La Mía
RomanceHablemos de posiciones en el mundo. Siempre estamos a cuestas de ellas. Dicen que debemos encajar siempre con nuestra posición social. Cualquier sueño con ser, tomar o llegar más allá del destino que se supone nos tocó, es derribado por argumentos...