El señor mira al chico y asiente para luego dirigirse hacia Tiffany. Yo lo sigo con la mirada, con toda mi expresión de confusión pasmada en el rostro hasta que llega a la chica. Ahí empiezo a girar de a poco el rostro hacia el sujeto quien conserva aún su expresión neutra.
Me cruzo de brazos.
— Al hacer eso das miedo —comenta haciendo referencia al movimiento de mi rostro.
Endurezco un poco la expresión, mostrándome algo aburrida. Aunque la verdad era que no entendía la situación, no suelo darle a los demás la satisfacción de verme desconcertada, sobre todo si es un idiota.
— Deberías tener miedo —mascullo con firmeza. Asoma una pequeña sonrisa, un poco demoníaca—. Bien, ¿vas a decirme lo que hiciste o qué? —indago ya algo incómoda.
— Si, pero mejor vamos afuera —sugiere dándole una mirada al lugar.
Enarco una ceja.
— ¿Yo?, ¿contigo?, ¿afuera? —cuestiono absurda.
Creo que no he escuchado algo más estúpido en todo el día.
— No voy a morderte —comenta riendo entre dientes—. A no ser que tú quieras —declara acompañado de un guiño.
Mátenme.
Debo confesar que fue un gesto debilita piernas, pero su actitud lo arruina todo.
Ruedo los ojos y bufo. Le dedico una última mirada fija, intensa, segura; para luego pasar por su lado y llevar el delantal tras la barra dejando la bandeja encima de esta. Seguido voy hacia la salida sin detenerme a mirarlo. Suelto mis brazos mientras camino.
Me detengo unos pasos más allá del pavimento y el personaje llega un momento después de mi. Debo destacar que la luz radiante del sol hace que esa camisa color azul marino haga un contraste esplendido con su blanquecina piel. Su cabello castaño-rubio, algo liso y ligero pero con cierto volumen, y su rostro de príncipe olimpo hace que por un momento olvide que es un idiota… por Dios, parece casi irreal.
— Suéltalo —pido con rapidez.
Suelta una pequeña risa, una que se puede interpretar como que piensa que no tengo remedio; y no amigos, no lo tengo.
— Vas a pasar la tarde conmigo —declara con simpleza.
Wait a minute… ¿qué? ¿a caso escuché bien?
Me quedé muda por unos segundos hasta que lo único que pudo salir de mi fue una risa absurda. Claro, porque solo debe estar haciéndose el idiota.
— Si, y el apellido de Elektra es Washington —espeto entre risas.
Noto como aprieta los labios.
— Mmm, eres mala para los chistes por lo que veo —asiente—, y estoy hablando en serio —asegura.
Mi rostro retoma una expresión seria, tratando de analizar la situación y sus palabras. No puedo comprender que es lo que quiere pero no creo que se le cumpla el deseo.
— ¿Qué te hace pensar que yo accedería a hacer eso? —pregunto seria.
— ¡Oh por favor! —exclama—. ¿Podrías dejar un rato tu escena dramática en la cuál crees no soportarme sin siquiera conocerme?; ¡y por Dios Santo!, estás recibiendo una invitación de Ryan Prior, ¿a caso estás mal de la cabeza?
Me quedo quieta, sin mostrar alguna expresión. Creo que necesito pretender que no escuché nada de eso… ¿alguien escuchó lo que acaba de decir este imbécil?, ni siquiera puedo creerlo.
Debería aparecer una silla por aquí, justo ahora…
Esto es insólito.
— ¿A caso te estás escuchando ególatra imbécil? —cuestiono incrédula—. ¡Esto ni siquiera tiene sentido, no es posible que estemos hablando de esta manera! —exclamo con desconcierto—, ¿por qué no solo te largas con tú estúpida tarjeta?, ¿por qué querrías salir conmigo? es claro que este lugar y yo no somos compatibles con tú estúpida naturaleza de poder —suelto todo tan rápido que casi ni me entiendo yo misma.
Se relame los labios y desvía por un momento la mirada, luego se queda observándome fijamente por unos segundos. Oh Dios, que ojitos tan lindos…
Diablos, ¿qué estoy diciendo?
— En serio eres ruda —declara al fin con algo de admiración en su tono, acompañado de una sonrisa ladina. Empieza a acercarse a mi a pasos lentos y se detiene muy cerca, lo suficiente para pegarle un puño pero no tanto como para sentir su respiración—. ¿Quién dice qué es compatible con qué?, no puedes solo juzgarme y odiarme por mi posición en este mundo.
Claro está que no necesito su admiración, ni su cortesía y mucho menos su invitación. Probablemente cree que soy una estúpida que busca atención.
Pero veamos, no solo soy una máquina escupe verdades sin importarle como se escuche. Puedo ser razonable, así que vamos a dejar fluir la calma un momento.
Suspiro un poco para relajarme.
— Escucha, no te odio ni pretendo juzgarte solo porque si, pero vamos, ¿crees que no me doy cuenta como observas todo lo que piensas que es inferior a ti?, ¿cómo te incomoda el ambiente, el lugar, las personas? —cuestiono obvia.
Lanzo las preguntas una tras otra con seguridad. Claramente le impactaron porque su expresión tranquila desaparece, ahora solo se muestra algo confuso, con el ceño ligeramente fruncido. Se queda así unos segundos y la verdad no puedo identificar sus gestos.
Baja un poco el rostro mientras se remueve, luego vuelve a observarme y relame sus labios.
— Escucha, la respuesta es que me intrigas un poco —entorna los ojos—. No tienes que preocuparte, no te descontarán nada de tú salario y ofrecí dinero suficiente para saldar tus órdenes… solo acompáñame un rato —ladea un poco la cabeza.
Bien, esto es extraño, bastante extraño. ¿Por qué haría algo así? ¿qué le intriga? ¿que le diga sus verdades a todos sin decorar nada? Bueno, tal vez es algo que él necesita pero de todas formas, ¿por qué querría salir conmigo viéndome como me veo? O sea, yo no me quejo de como me veo, para nada, pero para él es diferente. Estoy algo desaliñada, con olor a café y él suele estar con personalidades finas, con estilo y elegancia. Ni siquiera tiene sentido, más por el hecho de ser… yo, una corriente chica del pueblo para los de su clase.
Y por Dios, está claro que somos agua y aceite.
Pero bueno, puedo demostrar que no siempre estoy haciendo rabietas. Me ahorraré saber el porqué por ahora. Todo está bien con relación al trabajo y siendo sincera, puede que me interese porque uno, nunca en mi vida he salido con nadie, de ninguna forma y dos, aunque el chico sea un arrogante imbécil también es intrigante. Y vamos, el maldito es demasiado guapo, como un helado de moras que te comerías aunque estés muriendo de frío.
De acuerdo ya basta.
Entorno los ojos analizando al chico un poco, luego de unos segundos…
— Bien —mascullo sin muchas ganas.
Sonríe ampliamente y me permite ver su hermosa y blanca dentadura. Jesús, ni siquiera es tan blanca una nube.
— De acuerdo porque ni siquiera es lógico que esté hablándote —declara sin cuidado.
Imbécil al fin…
Lo observo con desconcierto y mostrando mi clara expresión incrédula de: “¿es en serio?”, acompañada de un gesto con las manos.
— Ya camina —agrega ignorando mi reacción mientras señala el camino con la cabeza. Empieza a caminar y sigo tras de él pero se detiene un momento; gira un poco su cuerpo junto con su rostro hacia mi—. Por cierto, sé que el apellido es Natchios.
Y dicho eso sigue el camino.
“Ay si, ahora también sabe sobre ella” —pienso.
Ruedo los ojos y sigo tras de él. Bien, veamos que tan mal resulta esto.
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Su Realidad Y La Mía
RomanceHablemos de posiciones en el mundo. Siempre estamos a cuestas de ellas. Dicen que debemos encajar siempre con nuestra posición social. Cualquier sueño con ser, tomar o llegar más allá del destino que se supone nos tocó, es derribado por argumentos...