dos rayitas

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El llanto me había provocado un dolor de cabeza terrible y cada vez que me pongo de pie siento que el piso se mueve y me mareo muy feo.

Toda esta semana me fue pésimo, mi humor es el peor y ahora lloro por todo, literalmente ayer lloré porque revisé el refrigerador y no había helado de vainilla.

Le pedí a Michael que no me tocara el tema de Zara otra vez, las cosas entre nosotros han estado tensas y casi no hablamos, muy poco a decir verdad, hace una semana yo estaba llorando en el sofá de la sala y él me abrazaba, hoy estoy sola en la cama envuelta en las sábanas y llorando porque no dejo de llorar.

Dios, estoy tan sensible.

—¿Quieres desayunar algo?— Michael sube las escaleras y me pregunta desde ahí, ya se había acostumbrado a verme llorar toda la semana.

Asentí sonando mi nariz con un pañuelo.

—Quiero waffles con mermelada, tocino, crema y miel— pedí con los ojos húmedos— Y un pan de mantequilla relleno de fresas con una malteada de chocolate .

—¿No es mucha azúcar?, has estado comiendo mucho últimamente— él se cruza de brazos confundido y comienza a caminar hasta mi.

—Yo quiero eso— hice un puchero triste y limpié mis ojos con el pañuelo.

—¿Y si mejor desayunas algo que no grite "diabetes"?— cuestiona sentándose a mi lado en la cama.

—¡Pero yo quiero mis waffles con pan y mi malteada!— empecé a llorar otra vez y Michael inmediatamente me abrazó.

—Joder, Amelia, deja de llorar, me preocupas mucho— dice buscando mi rostro con sus manos y yo lo miro derramando lágrimas sin parar.

—¡Es que no puedo dejar de hacerlo!— sollocé y escondí mi cara en su pecho— Y menos cuando quieres aceptar la propuesta de Zara.

Él suspiró pesadamente.

—Ya te dije que no voy a...

—No hablemos de eso— gruñí y me alejé.

Michael se pone de pie y me mira serio.

—Te pido que dejes de actuar así, Lía, ya pasó una semana y tu no quieres hablar conmigo, no dejas de llorar, no dejas que te explique nada, no quieres ir al doctor, ni a la escuela y me preocupas— él pone una mano en su cintura— No se que pasa contigo.

—¡Yo tampoco se que me pasa!— grité y lloré al mismo tiempo.

—Mi amor, por favor, reacciona— regresa hasta mi sentándose y sujetando mi rostro entre sus manos— He querido decirte que no voy a hacerlo, no voy a donarle nada a Zara, pero simplemente tu no me dejas hablar contigo y decírtelo, evades el tema.

Tragué saliva y relamí mis labios.

—¿En serio?— pregunté temerosa.

Michael asintió— Yo te amo, Lía, y solo contigo quiero una familia, ya sea mañana o en diez años pero yo quiero que seas tu quién esté conmigo, ¿si?— sus ojos me veían y estaban brillantes.

𝐄𝐋 𝐂𝐀𝐌𝐏𝐎 𝐃𝐄𝐋 𝐑𝐄𝐘 | Michael Jackson Donde viven las historias. Descúbrelo ahora