Capítulo N° 22 | Inesperado. (KAGAKURO)

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Kuroko miró por quinta vez su celular. Aquellos mensajes no paraban de llegar.
El había creído que todo era una broma, pero solo pasaron unos días cuando aceptó que esos mensajes no eran sólo una broma.

El estaba seguro que todo eso lo estaba haciendo Shigehiro, no tenía dudas de aquello.
Los mensajes eran amenazas, de todo tipo, mensajes vulgares e incluso fotos de las cosas que Tetsuya hacía en el día.
El pelirrojo no estaba enterado de que su doncel estaba recibiendo aquellos mensajes. Kuroko estaba seguro que si Taiga se enteraba de eso se pondría como loco, paranoico. Sería peor para todos, por sobre todo para sus hijos.

Kagami miró la expresión de miedo en el rostro de su pareja.
Hace rato que sentía que algo no andaba bien con su peliceleste. Cada vez que llegaba un mensaje Kuroko salía corriendo a leerlo en privado o su rostro se tornaba oscuro, lleno de terror y preocupación.

Kagami podía ser idiota, lento y todo lo que la gente quisiera decir de su bajo coeficiente intelectual, pero él conocía a la perfección a su esposo y supo desde el primer día que vio esa expresión en el rostro de Tetsuya que las cosas no iban para nada bien.

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Otro mensaje. Ya no podía ni siquiera estar tranquilo en su lugar de trabajo.
Abrió con lentitud y cansancio el nuevo mensaje que le había llegado.

"Hasta acá llegó mi jueguito. Ya me aburriste, antes solías divertirme más, Kuroko.
Pero no te preocupes, no voy a dejar a mi segunda opción sin un regalito de despedida. Espero que te guste."

Ese era todo el mensaje, luego no había más nada. Ni imágenes, videos o otros mensajes.
El corazón de Kuroko comenzó a correr, su cabeza maquinaba que podía ser ese "regalo" que Shigehiro le había dejado. Lo único de lo que podía estar seguro era de que no era nada bueno.

Su turno en la guardería acabó. Con tranquilidad salió de su lugar de trabajo. Para su sorpresa no se encontró con Kouki en el camino a la salida. Aquéllo llamó la atención del peliceleste pero decidió no darle mucha importancia.
Caminó hasta su nuevo auto mientras acariciaba su vientre. Taiga le regaló un pequeño y cómodo auto para que el pudiese andar más libremente.
El pelirrojo incluso se había ocupado de enseñarle a manejar y lo ayudó a que pudiese sacar su carnet de conductor.

Movió las llaves en su pequeña y pálida mano. Al llegar hasta su auto abrió la puerta de la parte trasera del auto y acomodo a su bebé en la silla infantil.
Se aseguró de que todo estuviese bien y dejó también su bolso en el asiento trasero. Cuando verificó que todo estuviese bien, salió y cerró la puerta trasera del auto.
Luego abrió la puerta de la parte del conductor y cuando estaba a punto de entrar en su vehículo una voz lo hizo frenar en seco.

Con miedo el peliceleste se volteó en su eje.
Los celestes ojos se abrieron al igual que sus rosados labios.
El pánico invadió el rostro pálido del chico como los temblores todo su cuerpo.
Sus brazos abrazaron su propio vientre en un acto reflejo y sus piernas amenazaron con fallarle.
-Cuánto tiempo, ¿No?- cuestionó.
-¿Qué estás haciendo acá?- respondió con una pregunta, su voz estaba temblorosa y sus ojos se habían llenado de lágrimas. Kuroko ya no sentía miedo, ya no sentía pánico. Solo sentía la necesidad de cuidar a sus hijos y así mismo.
-Tetsu, ¿Tantos años de no vernos y eso es lo primero que le vas a decir a tu familia?- dijo la persona con desinterés y falsamente. -Fue tu decisión.- respondió el doncel y con rapidez subió a su auto para marcharse.

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Las bendiciones de los milagros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora