Capítulo N° 25.5 | Sentimientos que florecen.

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Haizaki miró el cielo. Se preguntaba si alguna vez se podría perdonar el daño que le causó a Kise Ryouta y al pequeño Yuu. Si, él los amaba, pero de la forma más tóxica y retorcida que podía existir en él.

Soltó un suspiro y pudo sentir la mirada de aquel hombre sobre su cuerpo.
Ese viejo asqueroso lo miró desde el primer día que llegó. No había un solo día que no tuviese que cuidar su trasero de todos esos varones asquerosos.

El ser doncel en esa cárcel era sinónimo de ser pareja de cualquier tipo con más fuerza que la propia. Shougo no había perdido oportunidad de mostrarles a todos que era fuerte. Pero no era idiota, sabía que había varones e incluso donceles más fuertes que él.

Caminó con pereza por las duchas. Los comentarios y sonidos obscenos hacia su persona no se hicieron esperar.
Guardando todo su enojo llegó hasta la ducha y la abrió. Estaba tranquilamente enjabonando su cuerpo cuando sintió como era tomado por su cabello y estampado contra la pared del lugar. Intentó defenderse pero sintió como muchas manos comenzaban a mamosearlo con descaro.
Intentó de todo pero era inevitable, su fuerza no era suficiente. No importaba cuanto intentara quitarse de encima a esas personas, no lo lograría.

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Kotaro miró a ese hombre otra vez. No era posible que fuera tan sexy, su trasero se veía taaaaan bien. -Si sabes que nunca te va a mirar, o no?- Dijo su amigo. El rubio ignoró ese comentario.
A él no le importaba nada, ya se había decidido, se declararía sin importarle lo que los demás dijesen.

Dejó a su amigo y corriendo llegó hasta ese apuesto hombre. Se veía joven pero Kotaro sabía que ese doncel tenía por lo menos veinticinco años. Poco y nada le importaba la diferencia de nueve años. -Buenas tardes.- Saludó intentando sonar conquistador el rubio menor. La ceja de Miyaji se levantó en muestra de confusión. -¿Buenas tardes?- respondió el médico.
-¿Tenes una cita?- El menor sonrió y llegó hasta el escritorio del contrario.
-Si, con vos.- Miyaji ocultó la risa que casi se le escapa. Sabía que ese niño no hablaba de una consulta médica.
Kotaro lo notó, pero no iba a rendirse. -¡Usted me gusta!- gritó sonrosado. El rubio suspiró.
-No salgo con niños.- dijo seriamente. -¡Seré el primero!- Volvió a gritar sonrojado Hayama. -No estoy interesado. Tampoco voy a aceptar tus sentimientos. Así que no vuelvas a menos que sea por un tema médico, sino voy a ocuparme de que no te queden ganas de volver.- Aseguró el mayor cerrando su puño.

Kotaro no sabía que responder, sus ojos comenzaron a desprender lágrimas así que se fue corriendo de el lugar. Si, aquello era abuso de poder por ser mayor, pero no quería aguantar a un niño como ese.

Miyaji suspiró y miró al otro chico ahí presente. -¿Qué sucedió ésta vez? Mayuzumi-kun.- Chihiro se sentó y miró a Miyaji sin expresión alguna.
-Vengo por la pastilla.- susurró. El rubio frunció el ceño. -Lo lamento, ya no puedo permitir esto Mayuzumi-Kun.- Chihiro bajó la mirada. El dolor, la tristeza, el miedo. Todo eso reflejaban los ojos del chico.

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Kise entró casi corriendo al hospital. No podía creer como podía ser tan idiota. Si Aomine se enteraba de aquello iba a matarlo.

Vio a un oficial custodiando la puerta de la habitación y pidió permiso para ingresar.
El hombre le dio las indicaciones, lo revisó y le permitió el paso a la habitación.

El peliplata miraba por la ventana. Fue inevitable que el corazón del rubio no se estrujara ante aquella escena, incluso se vio a él mismo unos años atrás.
Con determinación y algo de miedo caminó hasta Haizaki.
En el trayecto pudo ver la mano derecha del chico esposada a la cama y la otra conectada al suero.

Las bendiciones de los milagros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora