Capítulo N° 24| Intentar. (MIDOTAKA)

324 25 18
                                    

Kazunari se despertó al sentir susurros altos que provenían de la sala de estar de su casa.
El subir y bajar del volumen de los susurros eran los causantes de que su sueño fuese interrumpido. ¿Qué nadie pensaba en que estaba embarazado? Necesitaba paz por todos los halcones.

El no ver a su lado a su peliverde lo asustó. Con pereza se levantó de su cómoda y cálida cama. Se puso uno de los suéteres de su esposo y arrastrando los pies llegó hasta la sala. Un bostezo se le escapó y su mano frotó sus ojos intentando fijar su vista.
-Shin-chan, ¿Qué sucede?- Shintarou se acercó hasta Kazunari preocupado.
-Perdón, ¿Te molesté?- Takao negó y le sonrió con amor a su esposo. De pronto sus ojos fueron atraídos a otro lugar, llevándose la sorpresa de que tenían un "invitado".
-¡Oh, Midorima-sama!- dijo lo más neutro que pudo el doncel.
-No sabía que estaba visitándonos.- El hombre hizo una reverencia, algo que llamó la atención del doncel. Trató de actuar lo más normal que pudo.
-¿Quiere que le prepare un té?- ofreció con amabilidad. Shintarou frenó a su esposo que estaba por caminar en dirección a la cocina. -No quiere, él ya se va.- Takao abrió los ojos enormes. -¡Shin!- iba a reprochar pero ni eso pudo hacer. -Nada, él ya se va.- repitió. El hombre agachó la cabeza.

-Hijo.- llamó. -No tenes el derecho de llamarme así.- respondió con frialdad Shintarou.
-¡Shintarou!- regaño el doncel. Midorima chasqueo la lengua y con rapidez se acercó a su padre. -Vete, no sos bienvenido en mi casa, ni en mi familia.- el varón ignoraba por completo los regaños y palabras del doncel.
Todos llegaron a la puerta entre discusiones. Takao iba atrás de su esposo intentando lograr que dejé de decir cosas feas a su padre.

El peliverde abrió la puerta e hizo un gesto con la cabeza, dándole a entender que se fuera. Midorima mayor salió de la casa con la mirada gacha. -Se que me lo merezco, pero espero que un día puedas perdonarme y decidas no actuar como tu estúpido padre.- Jo al fin levantó la cabeza y miró a su hijo con profundo dolor.
-Gracias, Kazunari.- dijo el hombre sonriendole por primera vez a su yerno. El corazón del doncel se estrujo y la puerta fue cerrada de un golpe.

Midorima caminó hasta la sala seguido de su esposo embarazado.
-¿Por qué lo trataste así?- Interrogó con algo de decepción.
-¿Así como?- ni bien terminó de preguntar, Takao le respondió.
-Mal.- Midorima suspiró.
-¿Y todavía lo preguntas?- El doncel frunció el ceño y se cruzó de brazos. -Entonces, ¿Qué es ésto? ¿Un concurso de quién es más imbecil? ¿De quién lástima más al otro? No debiste decirle todo eso, es tu padre, él...- Midorima se paró y abrazó al doncel. -No lo defiendas, después de todo lo que te hizo.- Takao se alejó de su esposo. -Es pasado, no siento rencor, ni odio. Por el contrario, me gustaría que al fin pudiésemos llevarnos bien.- Midorima negó. -Imposible.- Takao agachó la cabeza y se alejó por completo. -Me voy a dormir, son las seis de la mañana.- y sin decir o esperar respuesta, volvió a su cómoda cama.

.
.
.
.

Había dormido y mucho, pero la realidad es que el doncel no había descansado en absoluto.
Intentó miles de posiciones para que su cuerpo lograra recuperar las energías necesarias pero nada. Todas sus energías se las llevaba el embarazo.

Abrió los ojos por quinta vez en aquella mañana y por fin encontró el rostro de su esposo. Midorima lo miraba atentamente a la vez que abrazaba protectoramente al doncel. -¿Qué hora es?- Preguntó Kazunari con voz ronca y rasposa. Midorima acarició los cabellos del doncel y llevó el flequillo del menor hacia atrás.
-Hora de comer, tu estómago está exigiendo comida desde temprano.- sonrió Midorima. El azabache devolvió la sonrisa y se levantó de la cama que compartía con su esposo.

Juntos comenzaron a preparar algo de comida. A Takao se le había antojado comer fideos con salsa de pescado y miel.
Midorima ayudó a Kazunari a preparar la comida, agradecía que su sexy esposo le tuviera tanta paciencia con la comida.
Ambos prepararon la mesa y Midorima fue en busca del pequeño peliverde. -Listos, ya lavamos nuestras manos.- informó Midorima a la vez que su hijo las agitaba frente a su mamá, demostrando que efectivamente estaban húmedas.
Takao sonrió y acomodo a su hijo en la sillita con la ayuda de Shintarou. El azabache dejó un beso en la coronilla de su hijo para luego sentarse y comenzar a comer. Tenía mucha hambre, demasiada, sentía que se podía comer un elefante entero.

Kou terminó de comer y un eructo se le escapó, rápidamente pidió perdón como todo un caballero. Algo que hizo sonreír a ambos adultos. El niño pidió mirar dibujitos y ambos le dieron permiso, lo bajaron de la sillita y lo dejaron andar por el suelo.
Los adultos seguían almorzando con tranquilidad, claro, hasta que cierto tema llegó a la mesa.
-Shin-chan, creo que deberías considerar la posibilidad de darle una oportunidad a tu padre.- dijo el doncel mientras llevaba otra buena cantidad de pasta hasta su boca. Midorima miró a su esposo como si éste estuviese loco.
-Eso no pasará.- respondió. Takao miró a Midorima. Sus miradas entraron en una pequeña pelea.
-Shin-chan, es tu padre. Vino a pedir tu perdón. Él debe estar realmente arrepentido.- Shintarou dejó de comer y una vez más miró a su chico.
-Kazunari, quiso separarnos más de dos veces, una vez lo logró privandome por tres años el estar con el amor de mi vida y mi hijo. Te lastimó a vos, nunca se tomó el trabajo de al menos conocer el nombre de su nieto, solo le decía "ese bastardo". ¿Por qué razón le tendría que permitir ahora conocer a mi familia y convivir con ella?- Takao suspiró y paso saliva. Se levantó de la mesa sin terminar de comer su tercer plato y miró una vez más a su esposo antes de ir a tomar una ducha. -Porque sos mejor que ésto.- respondió y dejó al peliverde sólo almorzando.

Las bendiciones de los milagros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora