Capítulo N° 23 | Quédate a mi lado. (MuraHimu.)

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El pelilila pasó con suavidad su bebé a los brazos de su madre mayor y con pasos firmes y veloces llegó hasta Tatsuya.
Sus manos presionaron no muy fuerte los hombros del doncel y vio como el contrario se comenzaba a salir un poco de control.
-Tatsuya, ¿Qué te dijeron?- preguntó con preocupación y el ceño fruncido.
Los padres de Atsushi se miraron con sorpresa. Atsushi no solía ser así de serio, esa expresión en su rostro se la habían visto pocas veces.
Kohaku se acercó con la bebé aún en brazos  hasta su hijo y yerno.
-¿Qué pasa?- La pareja no respondió.
-Tat-chin, necesito que me digas que te dijeron.- pidió más calmado y más suavemente.
-Él se escapó.- respondió. -No lo entiendo Atsushi, se supone que no podía escapar de ese lugar, él ahora, él va a venir a herir a Hanna, ¿Qué voy a hacer?- Atsushi abrazó a Himuro rápidamente y acarició su cabello azabache con una de sus manos mientras la otra se deslizó por toda la espalda ajena hasta llegar a la altura de la cintura del doncel y enrollarse en ella.
-No va a pasarle nada, a ninguno de los dos. Yo voy a cuidarlos y me ocuparé de que ese maldito vuelva a la cárcel.- aseguró. Tatsuya abrió los ojos en sorpresa para luego cerrarlos fuertemente y enterrar su rostro en el pecho del contrario. Sus manos se cerraron agarrando la tela de la camisa blanca que llevaba el más alto.

Atsushi pudo sentir como su pecho se humedecida por las lágrimas que había comenzado a soltar Himuro.
Sus padres y hermanos miraban la escena sorprendidos. Algo sabían sobre Tatsuya, sobre todo Kohaku.

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Kohaku miró a su hijo menor. La preocupación era notable en aquel enorme hombre.
Atsushi permanecía sentado en el suelo junto al sillón de la sala donde dormían Tatsuya y Hanna. La pequeña se había quedado profundamente dormida cuando fue levemente alimentada por el pezoncito del doncel. Tatsuya en cambio se había quedado dormido ni bien se puso a amamantar a su bebé.
Atsushi le dijo que el verificaria que Hanna no se ahogara y prácticamente le ordenó al azabache que descansara.

Kohaku se sentó en el suelo al lado de su hijo y ofreció una taza de chocolate caliente. Atsushi la aceptó gustoso y agradecio en silencio a su madre.

-Deben estar a alerta.- susurró Kohaku para luego sorber un poco de su té de tilo. El pelilila miró a su madre y asintió. -Lo sé, pero no voy a permitir que nada les pase, son lo más importante que tengo.- Kohaku sonrió con ternura. Su hijo había crecido tanto, no sabía cuando eso había pasado pero incluso ya lo había hecho abuelo.

-Si, entiendo. Pero cuídate también, si algo te sucede no estarás para ellos.- dijo mientras acarició una mejilla de su hijo.
-Además...- susurró más bajito ésta vez.
-Mamá no podría soportar volver a perderte.- dijo refiriéndose así mismo. A Atsushi se le cristalizaron los ojos al igual que los de Kohaku. Abrazó a su madre con fuerza.

Si, ahí estaba su pequeño gigante. Kohaku sabía que Atsushi estaba asustado, que tenía miedo y preocupación, pero eso no frenaría que cuidará a sus dos amores. Y si algo pasaba, lo que sea, ahí estaría ésta vez Kohaku, para apoyarlo y no abandonarlo como hizo en otro momento.

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Himuro se miró al espejo. Sus ojeras eran tan notorias que lo avergonzaban como nunca. Ultimamente no descansaba para nada y todo lo estresaba, se había vuelto una costumbre que su "padre" lo apagara.
Ese hombre nunca tenía suficiente, nada ni nadie lo frenaba. Tatsuya no entendía como había logrado escapar de la cárcel su padre, aunque pensándolo bien, tal vez nunca había llegado a pisar aquel lugar.

Tomó el cepillo de dientes, abrió el grifo de agua fría y humedecido el cepillo para luego ponerle pasta dental.
Comenzó a frotar sus dientes con fuerza y sin prestar mucha atención a lo que estaba haciendo.
Unos segundos más tarde fue traído de sus pensamientos al sentir como su cuerpo era apretujado por unos grandes y largos brazos desnudos.
-Ya es suficiente, te estás comenzando a lastimar.- informó con un tono dulce el pelivioleta. El del lunar asintió sin voltear a mirar a su novio.
Escupió la pasta dental, se lavó bien la lengua y garganta. Escupió una vez más y luego hizo buches para terminar su aseo bucal.

Las bendiciones de los milagros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora