Capítulo N° 13 | ¿Se acabará? (MURAHIMU)

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Murasakibara detestaba tener que ir a trabajar y dejar a su hermoso pelinegro embarazado solo.
Se despertaba feliz al verlo dormir a su lado, pero a penas recordaba que tenía que ir al trabajo se ponía de mal humor.
-Atsushi...- susurró Tatsuya mientras lo zamarreaba despasito para que el titán se despierte.
-Tat-chin, vuelve a dormir.- dijo somnoliento Atsushi. Himuro soltó una risita al ver los actos de su novio.
-Me encantaría, Atsushi. Pero debes ir al trabajo.- recordó el pelinegro.
Mirasakibara bufó con molestía. Se levantó, dejó un beso brusco en los labios ajenos y se fue a cambiar al baño. Himuro sintió algo de miedo al ver aquel acto, tenía un mal presentimiento de aquella situación.
Atsushi últimamente actuaba raro y por alguna extraña razón se enojaba seguido.
El corazón del pelinegro se estrujo en su interior y su hijo se movió inquietó. Tatsuya calló su gemido de dolor al sentir la patadita de su bebé, su cuerpo se tensó un poco pero rápidamente calmó todo aquello con una lenta y calmada respiración.
Se colocó lo primero que encontró y salió rumbo a la cocina del pequeño apartamento.

Atsushi salió de la ducha y sintió el increíble olor a las tostadas y Dorashakis que su pelinegro preparaba cada mañana. Al llegar a la cocina sólo tomó el chocolate caliente que su novio le preparó, dejó un beso en la mejilla del más bajo y caminó a la puerta de salida de su nuevo departamento.
-Atsushi...- susurró viendo como su novio se colocaba los zapatos.
-¿Qué pasa?- cuestionó el pelilila alzando una ceja.
-¿No desayunaras más que chocolate caliente?- preguntó algo tímido.
-No tengo mucha hambre pero si me da, puedo comer en el trabajo, Muro-chin.- dijo abriendo la puerta y saliendo luego. -Nos vemos en la noche, adiós.- Himuro bajó la vista algo triste, se había esforzado en aquel desayuno ya que tenía que decirle a su novio el sexo de su bebé.
Las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos sin su permiso, su corazón fue aprisionado dolorosamente en su interior.
Se calzó las pantuflas, una bata y salió disparado al departamento de Kuroko.

Los golpes en la puerta de la casa de Kagami y Kuroko eran unos tras otros, desesperados, como si la vida de alguien dependiera de aquello.
Kuroko abrió la puerta y no llegó a decir ni "ah" al sentir como el chico del lunar se tiraba a sus brazos llorando.
Las labios finos y rosados del doncel peliceleste se apretaron con impotencia, ya hablaría con Atsushi y si era necesario llamaría a Seijuro.

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Estaba en su séptimo mes, su vientre era tan grande, eso lo hacía muy feliz.
Hace un mes ya sabía el sexo de su hijo, pero no se lo había podido contar al pelivioleta, ya que este siempre trabajaba y cuando llegaba estaba distante o molestó. El pelinegro no sabía que podía haber causado aquello, pero esperaba saberlo pronto.

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Tatsuya había decidido ir hasta la pastelería ya que no estaba trabajando en el hospital por su embarazo, ya estaba con licencia porque le faltaba menos de dos meses para tener a su pequeño y al ser paciente de riesgo, su jefe decidió que lo mejor sería que ya dejase de ir al trabajo.

Caminaba tranquilamente hasta el café de su novio, al llegar se dirigió a la barra para poder ingresar a la cocina a buscar a su pelivioleta.
-¿Qué necesita?- preguntó una peliroja, de ojos grices, cabello lacio y corto a los hombros.
-Busco a Atsushi, pero tengo el permiso de pasar.- dijo con el ceño fruncido. Aquella chica no le gustaba en absoluto. No sabía si era el embarazo, sus celos o que, pero esa mujer le caía mal.
-Eso es mentira, Atsu-kun no permite tal cosa.- a Himuro le saltó una venita al escuchar aquel apodito. -No sé quien seas, pero no lo llames así.- la chica sonrió con malicia.
-Soy con la que se revuelca, después de todo a un hombre como Atsu-chan no lo puede satisfacer un doncel tan sucio.- Himuro no lo soporto más, empujó a la chica y comenzó a gritarle cosas algo fuertes. Atsushi agradecía que fuera la hora donde cortaban un rato el trabajo para luego seguir.
-¡¿QUÉ ESTA PASANDO ACÁ?!- gritó Atsushi, pero cuando salió de la cocina solo vio como su pelinegro le arrancaba los pelos a aquella arpía, digo, aquella chica.
-¡MURO-CHIN, BASTA, BASTA!- Himuro no escuchaba a su pareja hasta que el otro los separó.
-¿Qué estas haciendo?- interrogó serio el pelivioleta.
-¡Despedila, es una zorra!- Atsushi negó. -No voy a despedirla Muro-chin, es mi empleada.- dijo el gigante.

Las bendiciones de los milagros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora