Capítulo N° 18 | Todo acaba. (MURAHIMU)

462 23 22
                                    

Himuro tenía la vista pegada al suelo, mientras que su mano era apretada por la mano enorme de Atsushi. Su respiración era entrecortada y el solo hecho de no tener a su pequeña Hanna cerca lo tenía muy inquieto, más de lo que creyó.

El juez miraba la evidencia mientras sus oídos estaban atento a todo lo que los testigos decían y abogados decían. Su rostro no tenía ninguna expresión, algo que inquietaba al del lunar.

El padre del pelinegro miraba al chico sin vergüenza alguna, la sonrisa asquerosa no se la borraba nada ni nadie, los murmullos eran muy leves pero Tatsuya podía sentir como comenzaban a asfixiarlo.
Sabía que si levantaba la vista estarían todas esas miradas de asco, de odio, de deseo, de lástima, de rechazo. Y no, no quería soportar aquello otra vez, no quería. Se sentía tan expuesto, agradecía que Atsushi estuviese a su lado y que su abogado fuese Akashi Masamune junto a Akashi Seijuro.

-Himuro Tatsuya, al estrado.- Los ojos grises se abrieron y miraron con terror a Atsushi. El pelivioleta calmó como pudo a su chico y logró que éste fuera tranquilo al estrado. Murasakibara apretó los dientes al ver como caminaba el chico del lunar. El sabía perfectamente que Tatsuya estaba asustado. El color de la piel de Tatsuya estaba más blanco que nunca, algo que preocupaba más aun al chico pelivioleta.
Tatsuya miró a las personas rápidamente y siguió su camino al estrado.  El bullicio aumento al igual que el latir de su corazón, la respiración comenzaba a faltarle y sentía que podría morir ahí mismo.
Todo se derrumbaba, ¿Qué estaba haciendo? Eso no detendría a su padre. Tenía que huir y pronto. Correr lejos de ahí, solo correr.
De pronto la voz de Seijuro lo regresó a la corte y sus ojos cristalinos miraron al público una vez más. Rápidamente divisó a su pequeña dormida en los brazos de Kise.
Su nena, su bebita durmiendo con tanta paz, como si ningún ruido afectará su descanso. Las finas y pálidas manos de Ryouta meciendola y la mano morena acariciando la pelusita negra de la cabeza de su pequeña hizo que algo hiciera click en su interior y sin darse cuenta comenzó a soltar todo lo que su padre le había hecho durante más de diez años. Recordó cada acontecimiento, dijo que tenía pruebas, tuvo testigos, todos lo escucharon sin criticarlo o denigrarlo y al fin sintió que su vida podía cambiar.

El juicio se dio por terminado. Su padre fue condenado a veintiocho años en la cárcel. Si su conducta era buena podía llegar a salir antes, algo que le molestó a todos los presentes. Los Akashi's no estaban en absoluto satisfechos, pero por el momento dejarían las cosas así. Después de todo Tatsuya ya no quería seguir ahí adentro.
Había rogado que las cosas quedaran así por el momento. Seijuro intentó explicar que mientras más tiempo perdieran sería peor, pero el azabache ya no quería saber nada de estar ahí adentro.

.
.
.
.

El rubio caminó con rapidez y abrazo al chico del lunar con mucha fuerza. Kuroko y Kouki llegaron atrás para hacer el mismo acto que el más alto. Takao corrió hasta donde estaban todos abrazados, asegurándose de que Tatsuya estuviera bien dentro de lo que se podía.
Los ojos azules del doncel pelinegro más bajo comenzaron a aguarse y rápidamente fueron contagiados todos los demás donceles. Atsushi tomó a su hija de los brazos del moreno y le beso la frente con mucho amor.
-¿Estás bien?- preguntó Aomine con preocupación. Atsushi asintió y sonrió al ver como todos sus amigos se acercaban para consolarlo, tanto a él como a Himuro.

El día había sido extremadamente agotador. Sus ojos comenzaban a querer cerrarse, sus párpados comenzaban a pesarle y ya comenzaba a arrastrar los pies. Agradecía que Atsushi estuviese cargando a la pequeña Hanna, ya que el realmente se sentía sin fuerzas.
Las largas y bonitas pestañas de Hanna tocaban sus propias mejillas sonrosadas. Su respiración tranquila calmaba al corazón de Tatsuya sin intensión alguna.

Himuro sacó las llaves de su bolsillo trasero del pantalón y las ingreso en la cerradura para poder abrir la puerta de su hogar.
El silencio pacífico de la casa los relajo a ambos.
Murasakibara ingresó y con algo de esfuerzo logró sacarse sus zapatos y su saco. Himuro tomó a la bebé con mucho cuidado luego de sacarse sus zapatos y la llevó hasta la habitación que compartía con su novio pelilila.

Las bendiciones de los milagros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora