Capítulo N° 10.5 | Campanas sonando.

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Era un hermoso día. El sol brillaba iluminando todo a su paso, la brisa que corría era muy suave y cálida pero no demasiado.
Pero, aunque el día fuera extremadamente calmado y pacífico no era así es todos lados.

Una cantidad bastante grande de personas corrían de un lado para otro, gritando, llevandose cosas por delante, discutiendo, etc.

Kazunari y Kouki estaban tan nerviosos que sentían que se desmayarían.
Podían sentir la presión en su estomago al pensar en sus maravillosos prometidos.
-K-Ko-chan, deja de temblar, pareces gelatina.- dijo el pelinegro tratando de "hacer una broma" para calmar al castaño, aunque él también temblaba. Kouki asintió por simple inercia y siguió acomodando su bello traje que era de un color blanco, los detalles eran en color negro al igual que los elegantes zapatos y el moño que llevaba en su cuello. La camisa era tan blanca, incluso más que su traje. Su cabello algo largo iba hacia atras, sostenido por una linda evilla que simulaba tener diamantes. "El objeto prestado", su amigo Kuroko se lo había prestado con mucha ilusión.
Kazunari tenía puesto un hermoso traje color manteca, parecía un angel recién bajado del cielo, sus zapatos eran negros brillantes, llevaba un moño color rojo en su cuello y su cabello tenía una mitad recogida desde la sien hacia atrás.
Ambos se miraron y sonríeron, se veían hermosos en aquellos trajes, no pudieron evitar darse un tierno abrazo y suspiraron felices.

A la habitación donde se encontraban Kazunari y Kouki entraron otros donceles.
-Takaochii, Furihatachii, se ven muy hermosos.- dijo el rubio sonriendo, entrando con un pequeño peliazul y un pequeño peliverde a su lado. -Los tíos se ven lindos, mami.- dijo Yuu, mientras apoyaba su cabezita en el costado de las piernas de Ryouta, buscando las caricias de su madre, Kise automaticamente hizo lo que su pequeño esperaba. Kou se solto de la mano de Kise con cuidado y corrió a los brazos de Kazunari, siendo elevado, abrazado y llenado de besos por su "madre" en cuestión de segundos. Las carcajadas del pequeño "tsundere" le sacaron una sonrisa muy hermosa a todos los donceles.
-Hola bebé.- dijo el pelinegro muy sonriente. El peliverde abrazó a su madre, nunca lograba actuar con tsunderismo y para colmo Kazu hacía que perdiera lo poco que lograba conseguir.
-Es cierto, se ven muy hermosos.- dijo el peliceleste entrando con Tylor en brazos, el pequeño bebé jugaba con los pelos algo largos de su mami.
-Estan bellísimos, espero pronto casarme también.- dijo Himuro, entrando con su enorme vientre y los pequeños Hajime y Hiroki a su lado.
Ambos pequeños corrieron a los brazos de Kouki, quien los peino y les dio un pequeño beso a cada uno en la frente.
-Bieeen~~ Hora de entregar a Kazuchii y Kochii.- dijo el rubio. Todos asintieron listos para ir a la iglesia.

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-¡¿Para qué le compre un celular sino lo va a responder?!- decía muy exageradamente Akashi, al borde de los nervios.
No veía a su castaño desde la noche anterior, eso lo tenía muy ansioso, nervioso, más insoportable que nunca.
-Akashi, no creo que sea nada malo. Ya sabes como son, nanodayo.- Midorima trato de calmar el ambiente, algo que no logro.
-¡ES QUE NO LO ENTIENDO!- Taiga, Murasakibara y Aomine entraron a la habitación, miraron a los dos hombres que tenían puesto unos hermosos trajes negros, muy elegantes y seguramente de alguna marca conocida, acompañados de camisas blancas y corbatas negras como los zapatos. Sus cabellos estaban algo desordenados, dandoles una imagen muy sexy.

-¿Que sucede?- dijo Taiga.
-Akashi y sus paranoias.- dijo mientras comodaba sus lentes.
-Ah, ¿Solo eso?- respondió sin mucha importancia el pelirojo.
-¡NO SON PARANOIAS SHINTAROU!- Gritó sacado de quicio.
Aomine oculto la risa que se le quiso escapar.
-Lo mejor sería que ya vayamos al altar, sino el muerto no sera solo Midorima.- dijo el Moreno, haciendo referencia a que si llegaban tarde, todos moririan. Principalmente los novios, pero luego seguía el y Taiga, de eso estaba seguro. Atsushi era el único que no la pasaria tan mal, o eso creía el moreno, que no sabía aun lo que era una madre embarazada, llena de hormonas.
-Como sea.- dijo Atsushi mientras comía otro caramelo. -Solo vayamonos ya, no quiero que Muro-chin me quite mis dulces por ustedes.- puchereo con el ceño fruncido el más alto de todos.

Las bendiciones de los milagros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora