Capítulo N° 20 | Ya no quiero soltarte. (AOKISE)

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Un pequeñísimo aviso: En capítulos anteriores habla de embarazos y me cuelee con los meses. Así que quiero decirles que Takao y Furihata tienen mismos meses y Kuroko medio mes más adelantado. Nada más, les dejó el capítulo.



Kise caminó con rapidez por aquellos pasillos. La mañana era más bochornosa que nunca, podía jurar que ni en sus mejores épocas de modelo su presencia había causado tanto alboroto.
Miró con miedo a la chica que lo guiaba hasta un camerino. La muchacha al percatarse de la mirada de terror del chico, le regaló una sonrisa para calmarlo, al menos un poco.
-No tiene porqué dar explicaciones si no es lo que quiere Kise-san.- dijo brindándole apoyo al rubio.
Ryouta sonrió aún con muchas inseguridades en su interior, pero aquellas palabras dichas por la chica lograron calmarlo, al menos un poco.

Llegó al estudio, todos se percataron rápidamente de su aparición. Los murmullos no se hicieron esperar, las miradas, la sorpresa plasmada en aquellas miradas, algunas juzgadoras, otras comprensivas, muchas otras con asco y algunas con lástima. Su piel se erizó, el escalofrío recorrió cada punto de su ser. Las náuseas atacaron y fue inevitable el hecho de que terminó devolviendo su desayuno en medio del estudio fotográfico.

Una chica se acercó a él para brindarle apoyo. Tal vez no había sido buena idea comenzar tan pronto con trabajo junto a desconocidos, capaz lo mejor hubiera sido seguir sólo con trabajos más pequeños o mejor aún, quedarse en la casa que ahora compartía junto a su bebé y el moreno.
Su mirada se nubló y los mareos lo atacaron, fue suerte que un compañero alcanzara a tomarlo entre sus brazos antes de que el rubio se fuera de boca al piso.

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Llegó con la respiración entre cortada, no le importaba el que no tuviese el permiso para ingresar, el necesitaba ver inmediatamente a la "madre" de su hijo.

Los pasillos eran largos y estrechos, las puertas estaban a los costados bastante a menudo. Por lo que a la mente se le vino que todas eran habitaciones muy pequeñas.
Llegó a la habitación que se le había informado por teléfono y no dudo en ingresar.
Sus orbes azules eléctricos miraron con firmeza y rechazo la mano que acariciaba la del modelo rubio.
-¿Quién es usted?- preguntó disminuyendo las caricias pero sin soltar la nívea mano.
-Su esposo.- respondió sin pensarlo. Eso no era verdad pero tampoco mentira ya que el estaba seguro de que quería casarse con el doncel más hermoso y amable que hubiese conocido.
-Eso no es cierto, los archivos dicen que es soltero. Por el momento, claro.- dijo con una sonrisa ese hombre que no le generaba muy buena espina al moreno.

El movimiento en el sillón de aquella apretada habitación y las quejas casi inaudibles del doncel llamaron inmediatamente la atención del moreno. Con rapidez llegó hasta el chico, se sentó con lentitud y acarició su mejilla sin importarle que el otro hombre estuviese ahí.
-¿Aominechii?- preguntó algo desorientado. Su mano se soltó de la que la tenía apresada, y con mucha pereza se dirigió hasta su ojo para frotarlo.
-Estoy acá...- susurró con miedo Aomine. Sus brazos rodearon la cintura del doncel formando un tierno abrazo el cual fue correspondido inmediatamente. Aquél contacto era más para calmar a Daiki que para calmar al mismísimo afectado; Ryouta.
La cara del moreno se escondió en el pecho del chico rubio, quien apoyó con suavidad su mentón en la cabeza del contrario. Sus ojos se cerraron con paz y un suspiró de alivio se le escapó al sentirse protegido por los brazos de Daiki.
Sus pestañas tocaron sus mejillas, las cuales se coloraron carmín al percatarse de una presencia más. Iba a abrir lentamente sus ojos, pero aquél perfume lo sobresaltó y no pudo no abrirlos inmediatamente. La tranquilidad voló, y con pánico retrocedió.
-¡N-No!- gritó mientras se alejaba cada vez más de Aomine. El moreno lo miró asustado y sorprendido. Su pregunta se quedó en su boca por la voz quebrada de su chico.
-¡No te quiero cerca, vete!- gritó más exaltado. Su abrazo con el chico de ojos azules había sido roto pero sus manos se aferraron a la manga de la camisa blanca del moreno.

Las bendiciones de los milagros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora