Capítulo N° 17 | El día llegó. (KAGAKURO)

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Kuroko se despertó y corrió al baño, sus ganas de vaciar constantemente su vejiga lo comenzaba a irritar.
Se miró al espejo, entre su reciente embarazo y su pequeño Tylor a penas lograba descansar. Ni hablar de las noches donde Taiga no volvía del trabajo, aquellas eran eternas, aunque agradecía que eso no pasara muy seguido.
Se lavó su rostro con agua fría, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo al sentir la temperatura tan baja del agua, no creyó que iba a estar tan congelada.

Caminó con pereza hasta la cocina. Vio como Taiga cocinaba unos huevos fritos e inevitablemente un nuevo antojo nació.
-Buen...¡¿POR QUE LE TIRASTE SALSA DE CHOCOLATE Y DE CARAMELO A LOS HUEVOS?!- gritó espantado el tigre, recibiendo una escueta y cortante respuesta. -Es el antojo de tu hijo.-
Kagami decidió que lo mejor sería no discutir con su pareja embarazada, menos estando tan cerca de la boda.
Sirvió el desayuno de su prometido con cara de asco y se lo alcanzó hasta la mesa con una sonrisa muy falsa.
La papilla del pequeño Tylor estaba esparcida por toda la sillita, que básicamente era la mesa del pequeño.
Kuroko dejó un beso en los nudillos del tigre, agradeciendo la comida y se dedicó a saciar el antojo de su nuevo hijo o hija.

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Kuroko volvió a mirar a Kise de pies a cabeza. ¿Como era posible que al rubio no le haya quedado ninguna marca por el embarazo? El creyó que al embarazarse a tan corta edad el rubio tendría más cicatrices o marcas que él, pero no veía ninguna en el chico.
-¿Qué sucede, Kurokochii?- preguntó algo nervioso el rubio, tapando su abdomen con sus brazos.
-Es que no entiendo como no tenes ni una marca...- dijo el peliceleste sin pensar mucho en sus palabras. -¿Q-Qué?- dijo completamente rojo. -¡Es cierto!- gritó Takao. -¿No te quedó ninguna cicatriz por el embarazo?- término por decir Kouki.
El rubio los miró a todos algo sorprendido. -Bu-Bueno... Están equivocados, si me quedaron marcas.- dijo Kise sin darle mucha importancia.
-Pero nunca nadie las ve, no entiendo el porqué si están a la vista.- dijo mientras señaló pequeñas estrías en sus caderas y vientre. Todos los donceles se quedaron sorprendidos al notarlas. -Creo que le dan mucha importancia.- dijo el rubio con una leve sonrisa. -También lo creo.- apoyó Tatsuya. -Además, hay peores marcas.- agregó el pelinegro del lunar, Kise asintió apoyando aquella frase dicha por Tatsuya.

Ambos donceles siguieron probándose trajes, mientras los otros tres se quedaron reflexionando aquellas palabras. ¿Que importaban unas pocas estrías? Ellas le recordaban lo más hermoso que tenían, sus pequeños.
Todos dejaron esa charla y alegremente siguieron buscando trajes para la boda de Tetsuya que pronto se realizaría.

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Kuroko llegó e ingresó en el aula que compartía con Kouki, estacionó el carrito que acunaba a su pequeño Tylor dónde siempre lo hacía y se sentó junto al castaño en el escritorio.

-Kouki-kun, nuestro turno esta por finalizar, ¿Queres que vayamos a tomar algo saliendo de acá? Kazu-kun también quiere ir, ya sabes, para que hablemos de nuestros embarazos, ya que este será compartido.- sonrió el peliceleste.
-Claro que si, ésto me emociona tanto.- dijo sonriendo el castaño con mucha alegría.
-¿Qué están por festejar mis tan animadas parejas?- dijo el castaño ingresando al aula.
-Piérdete.- espetó Kouki, ignorando olímpicamente a Shigehiro. -Deberías cuidar tu tonito conmigo, ahora soy el jefe.- dijo con altanería.
-¡¿HA?!- gritó furioso el pequeño doncel castaño. -Eso es mentira, tu tío sigue siendo el jefe aunque ya no sea el director.- dijo con hostilidad Kouki.
-Tranquilita perra.- Kouki frunció el ceño al escuchar como fue llamado por el nuevo director del jardín.
Kuroko miró a Shigehiro con miedo, pero no iba a permitir que esos sentimientos de terror salieran a la luz.
-Creo que deberías cuidar tu lengua, Ogiwara-san, alguien podría cortartela.- dijo riendo el doncel castaño mientras simulaba tijeras con su dedo índice y mayor. -¿Es eso una amenaza?- dijo con una sonrisa socarrona. -No.- dijo el castaño más bajo mientras acomodaba los juguetes que estaban esparcidos por toda la habitación. -Solo te estoy avisando lo que puede pasar.- término su frase.
-No le tengo miedo a tu noviecito de turno.- respondió mientras seguía al doncel castaño por la habitación. -Esposo.- corrigió.
-Seijuro es mi esposo.- dijo mostrando su dedo anular que era adornado por un bonito anillo de oro blanco. -Y no hablaba de él, sino de mi.- Shigehiro soltó una risa burlona.
-Así que, ¿Por qué mejor no nos dejas en paz y todos nos llevamos bien para cumplir nuestro trabajo?- propuso el doncel castaño con pocas ganas de pelear.

Las bendiciones de los milagros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora