Capítulo 19

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- Dolor, dolor… maldito dolor, ¿Por qué debes aparecer para quebrarnos?, ¿Por qué el dolor debe ser tan duro? Quizás todo fuese diferente si pudiésemos evitar o elegir el dolor…

Muchas personas dicen que el dolor es una elección, pero no, no es una maldita elección, más bien es una imposición por la cual pasamos, por la cual sentimos. Una imposición que nos deja sin aliento, sin fuerzas. Un dolor que nos rompe en Miles de pedazos el cual tratamos más tarde de componer para poder quedar iguales. Pero no, no se puede, quedan las grietas, las cicatrices, las marcas… es como una porquería de tatuaje que es dibujado en tu corazón y por más que intentes cubrirlo no se puede, no se puede porque está allí en el órgano más importante de el cuerpo -

Gritaba a todo pulmón en la montaña dónde en la mañana había Sido tan feliz.

- Maldito dolor, maldita vida, malditos seas destino.

No entiendo porque las personas que no hacemos daño tenemos ir experimentar El dolor, mientras aquellos que lastiman, asesinan, roban y engañan parece que la vida siempre le sonriera.

Quisiera poder eliminar el dolor de todos para que no sufrieran como yo lo hago en este momento… Mejor dicho, quisiera eliminar el dolor en si.

Basta de tantos corazones rotos, basta de tantas víctimas del dolor… Dios ¿acaso no basta con la conciencia?,  ¿No basta con los fantasma que viven en el recuerdo?...

Ahora que empezaba a sentirme mejor, vienes y me quieres quitar la esperanza que me diste hace dos días… y ¿No te basto con llevarte a Nathaniel?, Estamos en un mundo que está de cabeza… un mundo lleno de injusticias, un mundo podrido y manchado por la miseria, por la muerte y sobre todo por el maldito dolor –

No pude más mantenerme de pie y caí de rodillas mientras gritaba hacia el cielo

-¿Qué quieres de mi?, ¿Qué quieres de mi? -

Entré en un llanto amargo que no podía controlar decía - Termina de matarme, te pido que me mates, te ordenó que me quites tu la vida… no soporto ni un día más en este lugar
Se agotaron mis fuerzas, no tengo más valor y mi fe se acaba de corromper por los hechos trágicos que acá se hacen presente -

Desde pequeño siempre había estado enojado con Dios por el hecho de que me dejara sin padres, cuando apenas tenía siete años.

Deje caer mi cara contra la tierra del suelo y solo trataba de gritar, pero ya no podía hacerlo, tenía la voz muy cansada.
- Mira esa pobre mujer, si te hablo de Susan Hoffman, perdió a su familia justo en el momento que entendió la importancia de la familia, la importancia de su hogar y la importancia de su matrimonio… ahora sufre, sufre como yo he sufrido por la perdida de quién se suponía que debía vernos morir.

No quiero más estar acá… no soporto estar aquí.

¿Quién soy yo para soportar todo esto?... Necesito que me digas algo.
Si es que hay un Dios que todo lo ve, que todo lo puede. Necesito que me hables y que no te quedes callado –

Lloré como nunca antes lo había hecho, lloré por los dolores acumulados.
Lloré por perder a mis padres.
Lloré por cuando mi hermana me abandono en el orfanato.
Lloré por cuando necesite a alguien, y no había nadie allí.
Lloré por cuando perdí a un amigo.
Lloré por cuando la vida fue injusta y se me acuso de cosas que jamás hice.
Lloré por cuando Gloria perdió a un bebé que jamás nació.
Lloré por cuando perdí a Gloria.
Lloré por cuando Nathaniel enfermo y yo no sabía que hacer.
Lloré por tener que dejar a Nathaniel semanas con niñeras por culpa de mi trabajo.
Lloré por cuando perdí a Nathaniel.
Y ahora también estaba llorando por el sentimiento de dolor que me transmitía cada persona que estaba en esas reuniones en la vieja fábrica textil.

Lloré hasta quedarme sin lágrimas, sin aliento y sin dolor.

Por algún motivo, retener mis ganas de llorar solo me habían estado quebrando de adentro hacia afuera. Todo el dolor acumulado se convirtió en una bomba de tiempo que explotó al saber que me quitarían a Kodi, aunque jamás fuese mío… pero lo sentía muy mío, lo sentía parte de mi, y no podía dejarlo sufrir, como yo sufrí.

Luego comencé a entender que el dolor es parte del crecimiento, y que en la vida hay que sufrir cuando se tiene que sufrir, llorar cuando es tiempo de luto, reír cuando es el momento adecuado, pero por sobre todo la vida hay que vivirla.

Me levanté como pude, y cuando giré, había un hombre muy mayor, sentado en un banco vacío.

Me sentía muy avergonzado por la escena que había realizado, si que trate de no hacer contacto visual con aquel hombre y camine por un costado para irme a casa.

Cuando pase por un lado de el, el hombre se levantó y camino junto a mi en silencio.

Solo se oían el ulular de los búhos, algunos murciélagos con sus pitidos, ranas y otros insectos…

Al llegar a la entrada del sendero aquel hombre me dijo – Quizás no pueda yo decirte para que sirve el dolor, quizás no tenga las respuestas para tus preguntas… pero hijo mío, de la forma en que has expresado tu dolor, solo puedo decir que tenías mucho dolor acumulado, me recuerdas a un viejo amigo, un amigo que llegó a este mundo por accidente y sufrió, sufrió hasta morir. Se suponía que el no debía estar acá, debía estar en otro lugar. Lo que conocimos a ese hombre, solo nos dimos cuenta de quién era el día en que murió, al ver tantas personas dolidas por la muerte de aquel hombre.

El anciano se dio la media vuelta y comenzó a caminar.

Yo pregunte – disculpe señor, ¿Quién era ese hombre? –

El anciano volteo a verme y me dijo – solo te diré que hagas el bien, sin mirar  el porque, ni a quien… porque solo en el momento de nuestra muerte es que podemos observar los errores que cometimos, y el verdadero arrepentimiento –

El anciano se acercó de nuevo a mi y me susurro al oído – Aquel no era un hombre, era un ángel caído –

Un escalofrió recorrió mi cuerpo, obligándome a cerrar los ojos.
Cuando los abrí nuevamente ya aquel anciano no estaba, se había ido.

Un auto apareció detrás de mi y el conductor me grito – Jhosep, ¿Eres tú Jhosep? –

Cuando me acerque mi corazón se detuvo al ver de quien se trataba.

Ángel CaídoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora