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Capitulo once.

El camino de vuelta a la cueva fue silencioso, en un pedazo de papel les pedí a los idiotas con los que iba que hicieran silencio para intentar disminuir el dolor que insistía en perforar mis tímpanos.

A pesar de que nadie decía nada se sentía el aire lleno de tensión o... algo, no sé qué exactamente, pero la presión atmosférica a nuestro alrededor, más específicamente dentro del auto, de repente había aumentado fuertemente.

Quería saber a qué se había referido el doctor Ojos Verdes cuando preguntó lo que sea que quiso preguntar entes de ser repentinamente detenido por cualquiera de los hombres que iban conmigo, pero, al menos por el momento, prefería mantener las aguas calmadas hasta que mi cabeza dejara de amenazar con explotar en cualquier momento.

Ojos Verdes me había dado dos frascos llenos de pastillas y uno más con jarabe. Pasó unos quince minutos dando y repitiendo instrucciones sobre cómo o cuando debía tomarme las medicinas, dijo que debía ser claro tanto para mí como para Andrews y Luke pues ellos serían quienes me mantendrían con vida.

—Cuando lleguemos solo preocúpate por dormir ¿entendido? — sentenció Andrews peinando mi cabello con la mano, me había obligado a recostar en sus piernas de la misma manera que lo había hecho cuando íbamos camino a la pocilga del doctor Ojos Verdes.

Puse los ojos en blanco, pero asentí, lo último que quería justo ahora esta discutir o hacer otra cosa que dormir.

Un rato después llegamos a la maltrecha casa en que nos quedábamos; también llamada nuestra cueva, estaba anocheciendo y el cielo avisaba que en poco tiempo caería agua para inundar un país entero.

—Voy a organizar un poco adentro antes de... — susurró Luke saltando de la camioneta y corriendo hasta la puerta de la casa sin siquiera terminar la frase.

Otro pesado silencio se implantó en el auto, no era un silencio incomodo, para nada, solo era... tenso, jodidamente tenso.

—Vamos — dijo entonces Zero abriendo la puerta a su lado — ¿te llevo cargada?

—Puedo caminar — vocalicé como antes, solo que esta vez sí hubo sonido. Mi voz volvió a resonar, más suave y golpeada, incluso con huecos en las palabras, pero había vuelto —. ¡Ay, por dios! ¡puedo hablar!

—Ya extrañaba tu irritante voz — se burló con una sonrisa creciendo en su rostro, una sonrisa genuina y divertida.

—Cállate.

A pesar de haber recuperado mi voz aún tenía dolor en mi cuerpo, más que todo en la cabeza y los oídos, pero había disminuido considerablemente a comparación de cuando salí de esta misma casa.

Mi voz sonaba torpe y forzada, omitiendo algunas silabas o letras en lo que decía, pero si quiera era entendible, demonios ¡podía hablar de nuevo! No saben lo mucho que había querido hacerlo.

Aun con las piernas débiles y sintiendo que mi cuerpo estaba compuesto por hierro, me arrastré hasta al borde de la silla para levantarme. Cuando mis pies llegaron al borde sentí como si estuviera frente a un barranco y que estaba a punto de caer en él.

Sin previo aviso un brazo musculoso me sostuvo por la cintura antes de caer de cara, el dueño del brazo negó con la cabeza aun con la misma sonrisa divertida bailando en sus labios y pasó el otro brazo por debajo de mis rodillas.

—Sigues muy débil — comentó como si no fuera yo la que mejor lo supiera —. Lory, deja de querer verte fuerte, déjame ayudarte.

No necesito ayuda de nadie, soy tan capaz de hacer algo como tú. Eso habría querido responder, pero me limite a rodar los ojos de nuevo y dejarlo cargarme hasta la casa.

Los Cero [Secretos y mentiras #1]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora