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Capitulo diecisiete.

—Lya — exclamó mi padre asombrado al encontrarme al otro lado de la puerta de la enorme mansión Jones.

La estructura era enorme, eso sí, tres pisos al estilo colonial con ladrillo de tonos oscuros y ventanales más grandes que yo. Un patio gigante presidiendo la entrada a la casa y uno atrás, todavía más grande con fuente y jardín incluidos. La puerta principal, enorme como todo lo demás, hecha en madera de roble y pintada de negro con algunos detalles hechos a mano. Arboles rodeando la fachada de la casa y todo tipo de plantas adornando el caminillo que daba a la puerta.

Ya era de día, el sol había salido hacia poco tiempo —mientras nos dirigíamos a la mansión— y los rayos mañaneros daban directamente en las copas de los árboles que rodeaban la entrada, dándole una vista magnifica y sofisticada, cual casa de una familia millonaria.

En todo su potencial esa era una casa de ricachones.

Justo lo que mi familia era.

Una casa digna de la familia Jones.

—Fred — dije como saludo con semblante serio, intentando ocultar el nerviosismo que me recorría completa.

—Qué bonito palacio tienes aquí nena — comentó de golpe Luke detrás de mí a lo que Andrews respondió dándole un golpe con el brazo para callarlo.

Ignoré sus palabras para centrarme en mi progenitor.

Mi padre observó por unos segundos a los chicos antes de devolver sus ojos a mí, estaba claro que visualmente no teníamos una buena presentación, los ojos de mi padre lo confirmaban y el repugnante hedor que desprendía de nuestros cuerpos alejaba cualquier duda. Solo Dios sabía cuándo había sido la última vez que alguien había limpiado esas malditas ventilaciones.

—¿Qué haces aquí? — preguntó en un tono demasiado bajo saliendo de la casa y cerrando la puerta detrás de sí.

Me mordí la lengua para evitar soltar algo que nos privara de su colaboración aun sabiendo que lo que él quería, con lo que acababa de hacer, era evitar que alguien nos viera ahí.

—Necesitamos ayuda.

—¿Todos? Por todos los cielos, ¿Qué te pasó, hija? hueles como si acabaras de salir de una alcantarilla.

Aquí vamos.

—Papá, escúchame un maldito segundo ¿sí? — me acerqué un poco más a él con la esperanza de que pudiera sentir la desesperación que desprendía de cada centímetro de mi piel —. No tenemos a donde ir, nos están... están pasando muchas cosas y no es seguro para ninguno de nosotros volver a mi departamento o ir a alguna de sus casas, el único lugar en donde podemos quedarnos y estar a salvo es aquí o escondernos debajo de un puente y esperar a que nos maten.

Sus ojos se abrieron en su totalidad, ni siquiera había dicho la mitad de lo que en realidad pasaba y él ya estaba asombrado. Lo que había mencionado era verdad; no podíamos volver a mi departamento y menos podíamos ir a alguna casa, Andrews tenía razón: ya debían tenerlas vigiladas, esperando a que apareciéramos por allí.

—¿No es seguro? ¿Seguro para quién? Y... ¿por qué? — cuestionó alternando la mirada entre los chicos y yo — ¿Ellos hicieron algo malo? ¿Lastimaron a alguien? Ninguno de los dos me gusta Lya, el de cabello negro parece que quiere robarse la casa entera y...

—Papá, cállate — lo detuve poniendo mis manos sobre sus hombros —. Cierra la maldita boca y dime si vas a ayudarme...a ayudarnos, a los tres — me corregí haciendo énfasis en que no estaba sola, en que no era la única que necesitaba asilo — o si tenemos que buscar otro lugar.

Los Cero [Secretos y mentiras #1]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora