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Capitulo diez.

Estaba atónita.

Una pequeña parte de mí no podía dejar pasar el hecho de haber escuchado mi apodo salir de sus labios de nuevo, pero no podía ignorar el resto de la oración.

Sus palabras habían sido claras: tienes que bajar la navaja.

La pregunta era ¿Cuál navaja? En mi mente no había ninguna navaja, no recordaba haberla cogido o siquiera haberla tenido conmigo pero era verdad.

Los rostros de Andrews y Hawkins me lo confirmaban, jamás había visto una gota de temor en sus ojos, a pesar de que no llevaba tanto tiempo con ellos, pero no lo necesitaba para saberlo.

No esperaban algo como eso.

Ni yo lo hacía.

Mi cerebro intentaba asimilar lo que Andrews había dicho y yo buscaba un momento en los últimos cinco minutos en el que pudiera haber tomado la navaja, pero nada funcionaba, no había... nada.

Pasé mi vista desde la consternada cara de Zero hasta mi mano derecha y... ¡ahí estaba! ¡la jodida navaja suiza que había cargado toda mi vida estaba en mi mano!

¿Cómo había llegado allí? No tenía ni puta idea, pero de alguna manera lo había hecho.

La navaja estaba completamente desdoblada hacia un lado, con la parte afilada apuntando directamente al lugar en el que segundos antes había estado sentado Luke.

Por reflejo la solté.

—Yo no... pero... —balbuceé viendo como mi arma caía sobre la cama y cayendo de rodillas junto a ella. En algún momento también me había puesto de pie sobre el colchón y mis piernas perdieron la fuerza que habían encontrado.

—Lory... por dios —escuchar mi sobrenombre de su voz después de lo que sea que estaba pasando me dio cierta tranquilidad.

—¡¿Quieres explicarte?! —gritó Luke lanzando las manos al aire con frustración— ¡Si no saltaba de ahí me matabas! ¡soy muy hermoso para morir tan temprano ¿qué no lo ves?!

Solo Luke Hawkins era capaz de decir algo como eso después de un momento tan extraño como el que habíamos tenido.

Caí de rodillas sobre la cama cuando mis piernas no me permitieron mantenerme más tiempo en pie, mi vista se puso borrosa y mis manos sudaban como si acabara de lavarlas.

Estaba pasando de nuevo.

La sonrisa de Luke se borró de repente y ambos chicos corrieron hasta mí, el pelinegro lanzó la navaja hacia alguna parte lejos de mí antes de sostener mi espalda para evitar que mi cuerpo cayera a un lado. Entre tanto, Andrews tomó mi rostro entre sus manos con preocupación y sopló suavemente para despabilarme.

—Por dios, nena, no otra vez —pidió Luke con la voz cargada de angustia, pero no pude responder nada.

Mi voz se negaba a salir, mis brazos no respondían a las órdenes que mi cerebro les enviaba y el resto de mi cuerpo pesaba las mismas cinco mil toneladas que había pesado unos minutos antes cuando desperté.

—Lory, quédate conmigo, respira... —escuchaba sus palabras, las pasaba por mi cerebro pero seguían su camino hacia afuera.

Nada se quedaba más de cinco segundos en mi cabeza. Era como si yo no estuviera presente pero mi cuerpo sí lo estaba, rígido como el metal y pesado como el puto hierro, solo que yo no estaba en él. Tenía cero posibilidades de escuchar y entender lo que pasaba a mi alrededor.

Fue entonces cuando empezaron a pasar más y más proyecciones como la de antes, de nuevo estilo película de los setentas y proyectada exclusivamente para mí.

Los Cero [Secretos y mentiras #1]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora