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Capitulo uno.

Para ser claros desde ahora, mi vida jamás ha sido fácil.

No he tenido la típica vida de adolescente en donde sales con amigos y te tomas fotos en lugares increíblemente cursis con tu novio.

Nop, no es la descripción de mi vida, ni de cerca.

Soy más bien como la niña rara que siempre estaba en una esquina del salón, que no hablaba con nadie y se pasaba los días vistiendo de negro, con una capucha tapando la mitad del rostro y lanzando comentarios sarcásticos cada vez que alguien intentaba acercarse a hablar.

Tampoco soy una sádica que asesina mascotas y vive como un vampiro metido en una caja. No, no es para tanto, solo no convivo con personas.

Ni familia, ni amigos, ni nada de eso. Solo yo y mis problemas.

Mi familia se ha encargado, durante cada día de mis diecinueve años de vida, de hacerme entender que no soy como ellos, o como nadie en este estúpido pueblo.

—¡Lya! —la estrepitosa voz de mi madre llegó a mis oídos— ¡Lya!

—¡Joder, ya voy! —grité en respuesta saliendo de mi habitación para ir a enfrentar a mi familia.

Bajé las escaleras lo más lento que pude, pidiéndole permiso a una pierna para mover la otra, no tenía razón para querer llegar a la primera planta.

—Estoy aquí —señalé, molesta— ¿Qué demonios quieres?

—Toma tu plato —respondió mi creadora, con una mueca—. Y cuida tus modales, Lya, no es la primera vez que te lo digo.

Con la sonrisa más falsa que pude poner tomé mi plato, un cubierto y volví por el mismo camino que había llegado, no aguantaría ni un segundo más de mi madre y su absurda necesidad de arreglarme con modales.

No estaba de humor para sus estupideces.

La única persona que se abstenía de hacer comentarios respecto a mi innecesaria existencia en este plano universal, era mi hermano Kyle.

Tenía seis años y, a diferencia del resto de los mortales, no detestaba compartir el planeta conmigo.

Casi diría que era la única persona que se alegraba de mi presencia. Y no sabía la razón de ello, era extraño.

—¿No cenaras con nosotros hoy? —preguntó Kyle, pasando por mi lado camino al comedor.

—Sabes que las cosas no funcionan de esa manera, Kyle —me hice a un lado para dejarlo pasar y retomar mi camino a mi dormitorio.

El único lugar en esa casa con posibilidades de mantener la paz conmigo.

—Con permiso, Lya —oh, si, les presento a mi hermana mayor, Shara.

Sobraba decir que era la hija perfecta, con la vida perfecta y tan jodidamente perfecta que disfrutaba restregarme su perfección en mi imperfecto rostro.

Bueno, mucho de la perfección.

—¿O qué? —cuestioné con sarcasmo— ¿Volverás a decirme lo perfecta que eres y lo diferentes que somos? Claro, mejor me voy.

Sin decir nada más me abrí paso en las escaleras para llegar a mi cueva y desfrutar de la comida que sostenía en mis manos.

***

Unas horas más tarde estaba recostada en mi cama, a oscuras y dejando que la ronca voz de Brian Johnson —de AC/DC— llenara mis oídos.

Mis manos chocaban una y otra vez contra la pared al ritmo de la música, haciéndome mantener la calma por el episodio de estrés al que me acababa de someter.

Los Cero [Secretos y mentiras #1]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora