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Capitulo treinta y tres.

TIPO DE NARRADOR: OMNISCIENTE.

La noche del secuestro.

En la mansión Jones las cosas se ponían tensas en la habitación ocupada por Lya, el pelinegro y el castaño, soltando verdades y despotricando en contra de todo y de todos. Luke era bien consciente de que cada cosa que dejaba su boca atraería consecuencias, sabía que hería a Lya y sabía que podía empeorar la situación si se mantenía ahí por mucho más tiempo, así que, cuando decidió salir por la ventana y descargar su frustración con algún bote de basura hasta convertirlo en cenizas, había tomado, claramente, una de las mejores decisiones de su vida.

—Saldré por la ventana, nadie de tu refinada familia me verá — fueron sus últimas palabras antes de brincar por la ventana y desaparecer entre los árboles.

Por la mente de la pelirroja no dejaban de pasar las imágenes de aquel hombre retorciéndose como pez fuera del agua y, de repente, quedándose completamente quieto. Inerte, sin vida.

Luego, las imágenes cambiaban, proyectando ante ella la sangre que salía del otro hombre. Ese que Andrews se había encargado de asesinar sin un ápice de temor en los ojos, incluso, sustituyendo su habitual cara de mierda con un brillo de emoción y la misma alegría de quien se salva de la muerte. Algo irónico en ese instante.

La claridad con la que Lya lograba recordar cada uno de esos instantes era abrumadora, aterradora y, al mismo tiempo, algo divertida.

Tantas cosas que había olvidado, algunas más importantes que otras, como aquellos recuerdos de la mansión y las torturas a las que había sido sometida. Pero justo esa... escena, no podía sacársela de la cabeza, y menos ahora.

Sus ojos perdidos en la nada, sus manos temblando sobre sus piernas.

El «¿Cómo pudiste hacerlo?» rondando su cabeza una y otra vez, al igual que las imágenes.

—Deja de torturarte Lory, no sirve de nada. Los matamos, está hecho, no podemos cambiarlo — Zero estaba tranquilo mientras lo decía, no había miedo o remordimiento en su voz, solo esa naturalidad con la que siempre hablaba.

La misma naturalidad con la que una persona normal hablaría del clima.

El chico de cabello castaño y tranquilidad abrumadora también repetía la escena en su cabeza, pero con un pensamiento diferente rondando los recuerdos.

«Demonios, como extrañaba esto»

Era cierto, lo había extrañado como ni siquiera lo había llegado a pensar el mismo. Matar había sido parte de Los Cero por mucho tiempo, incluso desde antes que él descubriera lo que era y empezara a serlo como se debía.

Mucho tiempo antes las reglas eran diferentes.

Matar estaba tan bien como robar.

Herir, así no fuera de muerte, era permitido.

Había tanta libertad como la tenía cualquier humano psicópata y con instintos caóticos.

Los sucesos habían llevado a que a quienes Luke se había referido como ellos, quienes en realidad eran los Lideres Cero, decidieran tomar cartas en el asunto y poner reglas tan puntuales como las leyes.

Cada quien tenía un hábito o una característica que resaltaba entre las demás: para unos era robar, para otros estafar, para unos cuantos —entre ellos Luke— incendiar, otros asesinaban sin compasión, pero con algo de juego previo para sus víctimas... en fin, cada Cero tenía total libertad de usar sus habilidades como le entrara la gana, hasta que esas dichosas reglas aparecieron.

Los Cero [Secretos y mentiras #1]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora