2

69 13 5
                                    

Capitulo dos.

El lunes había llegado mucho más rápido de lo que creí. Antes de darme cuenta ya tenía mis maletas hechas y toda mi basura metida en cajas a los lados de mi habitación, todo listo para salir de aquí.

Hay que irnos, si señores.

Kyle seguía negándose a aceptar el hecho de que me fuera y dejé de esperar que lo aceptara cuando volví a casa luego de firmar los papeles y lo encontré, encerrado en mi habitación y sacando las pocas cosas que había metido en la maleta y organizándolas de nuevo en los cajones.

Ese niño era testarudo como nadie. COMO NADIE, DIGO.

—¿No olvidas nada? —preguntó mi madre desde la puerta de la casa.

—Ya metí todo al auto —repetí por millonésima ocasión en las últimas tres horas.

—Tan cuidado —dio unos cuantos pasos hasta llegar a mí y puso sus manos en mis hombros. Sí, el contacto físico no era un fuerte si quien lo recibía era yo—, llámame cuando te instales y, por favor, cumple la promesa a tu hermano y ven a visitarlo de vez en cuando.

Visitarlo.

Al menos podía fingir que ella también quería verme de vez en cuando ¿no? Digo, no es como si yo hubiera querido hacerlo, pero un poco de elegancia señora.

—Ya dije que sí. Joder, me voy —sacudí el cuerpo de un lado a otro para que me soltara y por fin poder correr a auto de mi padre.

Metí las ultimas cajas adentro y tiré la puerta con fuerza.

—Yo iré en la moto —le informé a mi progenitor, asomándome por la ventanilla del auto—, tú sígueme.

Él se limitó a asentir con la cabeza antes de cerrar la ventanilla con los comandos.

Rodeé el auto hasta llegar a mi adorado vehículo de dos ruedas. Martha y Fred la habían comprado para mí cuando cumplí diecisiete en un intento de soborno para mejorar mi comportamiento.

Hasta aquí puedo asumir que saben que eso no llegó a suceder, aunque sí me quede con la moto.

—¡Lya! —gritó Kyle un segundo antes de llegar a subirme a la moto— ¡ESPERAAAAAA!

Di media vuelta para mirarlo: venía corriendo como un desquiciado en mi dirección con una hoja en la mano. Cuando llegó a mi lado tuvo que esperar unos segundos para recuperar el aliento, luego, extendió el brazo en que sostenía el papel, esperando que lo tomara. Lo hice y la miré.

Era un dibujo poco entendible en el que solo se veían dos figuras abstractas de un pequeño de la mano de alguien más. Suponiendo que se refería a nosotros le di una sonrisa esperando una explicación del regalo.

No quería decir alguna estupidez y hacer que volviera a llorar.

—Somos tú —señaló la figura grande— y yo —movió su dedito al pequeño y a la unión de sus manos—. Es para que no me olvides ahora que no vivirás con nosotros.

Awwww, sí que es tierno este bicho.

—Gracias bicho —dije, llamándolo por el apodo que le había designado años atrás y despeinándolo con mi mano libre—. Cuando este allá podrás ir a visitarme ¿okey?

—Okey —aceptó y volvió con mi madre sin protestar—. ¡Te quiero Lya! —gritó desde la puerta de la casa y le devolví una sonrisa.

Solo con él sonreía de manera natural, sin provocarme contusiones faciales o contracturas en los músculos del rostro.

Los Cero [Secretos y mentiras #1]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora