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Capitulo quince.

LYA.

Ahí estábamos, en mi habitación después de encontrar... eso sobre mi cama y había dejado de importarme en el instante en que sus manos encontraron las mías y me acorralo contra la pared. No podía moverme, su agarre en mis muñecas por encima de mi cabeza me impedía moverme para algo que no fuera respirar, cosa que ni siquiera pude hacer luego de escuchar sus palabras.

—Vas a ser mía, Lory, nadie volverá a poner sus manos encima de ti que no valore su vida lo suficiente ¿entiendes? Serás mía y nadie, ni siquiera tú, podrás evitarlo.

¿Ser suya?

Por dios, eso sería... Concéntrate idiota, no puedes estar planteándote si quiera creer en sus palabras, no después de lo que dijo luego del beso.

No, no, tenía que concentrarme. Cosa que no estaba siendo para nada sencillo al tener su rostro tan cerca del mío, dándole pie a mi cabeza para imaginar un millón de cosas que podíamos hacer justo ahí, justo ahora.

Al notar mi silencio volvió a hablar.

—¿Quieres que lo repita? — su voz estaba ronca, dios, me volvía loca escucharlo de esa manera.

—No soy un puto objeto, Andrews, no soy una pertenencia y menos algo que vas a usar cada vez que quieras jugar — ¿de dónde salieron esas palabras? Era una buena pregunta, lo único que sabía era que el énfasis que había hecho en la última había quemado mi garganta un poco.

Por un segundo creí que me golpearía, que me estrellaría aún más fuerte contra la pared, que haría cualquier cosa; su rostro a menos de tres centímetros del mío, sus manos sosteniendo mis muñecas sobre mi cabeza y nuestras aceleradas respiraciones mezclándose.

¿Le había molestado lo que dije? Sus ojos empezaban a tomar ese tono amarillo de nuevo, pero esta vez no solamente cargados de deseo como había pasado en el callejón hace unos días, ahora había molestia adornando ese inusual color.

Se inclinó un poco hacia mí, haciendo que nuestros cuerpos se unieran por completo, tanto que podía sentir el vendaje bajo su camisa y su peculiar olor inundó mi nariz.

Debes salir de ahí. Me gritó una vocecita en mi cabeza, pero no encontraba la manera, estaba acorralada y la parte hormonal de mi cuerpo no quería mover un musculo.

En un rápido movimiento su cabeza quedo escondida en mi cuello, su respiración haciéndome cosquillas sobre ese punto.

—Serás mía — sus dientes pasando suavemente sobre mi clavícula —, no importa cuánto tarde — un beso detrás de mi oreja —, me asegurare que nadie más vuelva a tocarte un puto pelo, Lory. Y si alguien lo hace... — una de sus manos dejó mis muñecas, poniendo un mechón de mi cabello detrás de mi oreja con cuidado, con sus dedos apenas rozando mi piel — no vivirá para contarlo.

Estaba congelada. Mi corazón iba a cinco mil por hora y estaba segura de que podía sentirlo y hasta escucharlo, mis manos sudaban, mi respiración no era normal y mis piernas habían dejado de funcionar en el instante en que sus labios se habían acercado a la piel de mi cuello.

Sus ojos encontraron de nuevo los míos esperando una respuesta, creo, y contra mi propia voluntad me sacudí bajo su cuerpo, haciendo que la fuerza que había desaparecido reapareciera a las malas.

Apretó su agarre aún con una sola mano y una sonrisa diabólica que habría hecho que cualquier persona saliera huyendo apareció en su rostro.

—No importa cuánto te resistas, Lory — dijo, su voz ronca pero suave produjo un escalofrío por toda mi columna —, ambos sabemos que lo deseas tanto como yo.

Los Cero [Secretos y mentiras #1]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora