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Capitulo treinta y cuatro.

ZERO.

En lo personal habría querido hacer que ese tal Nicholas se convirtiera en excremento de caballo. Realmente habría disfrutado mucho haciéndolo y sé que Lya también, pero, y por eso estaba con ella, su cabeza funcionaba aún más que la mía cuando en vez de sangre tenía ira corriendo por mis venas.

El tarado había sabido jugarla.

¿Quién diría que Nicholas Martin tenía algo dentro del cráneo y no era solo porquería?

Nos acababa de dar lo único en lo que no habíamos pensado, lo único que nos hacía falta y que en realidad nos servía. Aunque no era como si nosotros no hubiésemos podido conseguirlo de todas formas, solo nos facilitó un poco esa tarea.

Era claro que aún había alguien tras nosotros, aquellos hombres que habían llegado a la cueva y básicamente habían intentado volarla mientras Lya y yo estábamos adentro no eran parte del estúpido plan de Ammy. Luego, los mismos hombres, habían llegado hasta el local y, por ende, el departamento de la pelirroja y también habían intentado sacarnos de ahí a punta de fuego y explosiones.

Todo... todo se estaba saliendo de control y, aunque no sabíamos quien demonios eran esos tipos, sí sabíamos que debíamos abandonar el pueblo, la ciudad, el estado y básicamente el país.

Claro, podíamos quedarnos y tratar de pasar desapercibidos. Eso era algo que los Cero sabíamos hacer muy bien, pero en esta ocasión era mejor largarnos y buscar un poco de paz, al menos por un rato.

Ahora, luego de darle una oportunidad de seguir respirando y escuchar el relato detallado de lo que le había pasado al niño, habíamos visto las grabaciones que lo confirmaban. Cada golpe, cada palabra y cada amenaza estaban detalladas en una USB que por obra divina él cargaba.

Habíamos visto a Luka descuartizar animales y restos de personas frente a los ojos aterrados del pequeño, incluso lo vi obligándolo a hacerlo él mismo. Haciendo que un niño de seis años asesinara a un pequeño gato con una navaja y luego le sacara las tripas como si fueran juguetes.

Todo el tiempo las lágrimas adornaban la cara del niño. Parecían grifos abiertos a cada que el pelinegro cruzaba la puerta y sus ojos se percataban de su presencia.

Mi sangre hirvió todavía más cuando, en algún punto de la tortura, el niño decidió hacer todas esas cosas por sí mismo. Sin esperar a que Luka le gritara y lo golpeara para que actuara; simplemente se levantó, tomó la navaja del suelo y le arrebató el gato que cargaba Luka en sus manos.

Un segundo después el animal estaba desmembrado, abierto a la mitad y con las tripas esparcidas por la habitación con sangre manchándolo todo. La navaja en las manos del pequeño y la sangre del animal goteando de sus manitas y del arma.

No había lágrimas.

No había suplicas.

No había dolor.

No había más que la mirada helada del niño observando la escena.

A mí me recordó mi infancia, cuando mi madre creo al monstruo que cargo conmigo las veinticuatro horas del día y la tranquilidad con la que me senté en aquel charco de sangre.

Pero Lya parecía que quería sacarle los ojos con sus propias manos tanto a Ammy como a Nicholas, incluso quiso hacérselo a Luka de no ser porque él ya estaba semimuerto en el patio trasero y más herido que un venado arrollado por un auto.

—Bien—gruñó la pelirroja, haciendo claros esfuerzos por contener las ganas de acuchillar a alguien—. Si enserio valoras tu vida dinos como salir de aquí antes de que me arrepienta y te apuñale con esa USB.

Los Cero [Secretos y mentiras #1]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora