Capítulo tres

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Podría decirse que el destino parecía estar en mi contra o tal vez solo iba en contra de que participara en Operación Estrella —el concurso del que Ela me había hablado unas semanas atrás—

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Podría decirse que el destino parecía estar en mi contra o tal vez solo iba en contra de que participara en Operación Estrella —el concurso del que Ela me había hablado unas semanas atrás—. Pues luego de que mi padre me dijera que podría darme la oportunidad de participar y ver qué sucedía después de eso. Me dije que aquella sería mi última chance de probarme que la música era para lo que estaba hecha.

Sin embargo, debí suponer que algo saldría mal, pues mamá no sería la única que se oponía a mi participación en el programa. Siempre habría algo y, esta vez, ese «algo» eso era nada más y nada menos que el cambio de fecha de mis exámenes de mitad de semestre.

—Tiene que ser una maldita broma —resoplé, terminando por apretar mi labio inferior entre mis dientes.

—¿Algún problema, estrellita? —rodé los ojos al oír el tono burlón de Paloma a mis espaldas.

—Que te jodan —murmuré pasando por su lado.

Apenas logré ver su cara de indignación ante mi respuesta, pues ya estaba encaminándome a la entrada de la facultad. Saqué el teléfono a medio camino para enviarle un mensaje rápido a Ela contándole que no podría ir a las audiciones del programa.

Maldije a mis profesores en mis adentros por cambiar las fechas. Maldije mi mala suerte y a las personas de la parada de autobuses por observarme sin disimulo alguno.

Aunque no podía culpar a estos últimos, pues yo también miraría curiosa a quien estuviera golpeteando el pie contra el suelo en repetidas ocasiones, los brazos cruzados frente al pecho y el ceño más que fruncido.

Aunque no podía culpar a estos últimos, pues yo también miraría curiosa a quien estuviera golpeteando el pie contra el suelo en repetidas ocasiones, los brazos cruzados frente al pecho y el ceño más que fruncido

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Mi mal genio no disipó con el pasar de los días —como usualmente pasaba cuando algo me molestaba—, y aquello solo demostraba lo mucho que me importaba esa audición y lo dolida que estaba por no poder ir. Aunque tratara de convencerme de lo contrario.

Quien no ayudo a mejorar mi mal humor fue mi madre. Al enterarse de la razón de mi mal genio no hizo más que felicitarme por tomar «las decisiones correctas» que no afectarían mi futuro. Por esta vez, papá no la contradijo del todo, debido a que la audición afectaría mis calificaciones si decidía ir, pero no dejo de repetir que la decisión era mía.

Estrellas perdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora