Capítulo dos

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Podría decirse que mi lado racional, el que me hizo recordarme todo el tiempo que participar en un concurso de talentos no era buena idea, no tuvo mucho éxito con sus recordatorios

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Podría decirse que mi lado racional, el que me hizo recordarme todo el tiempo que participar en un concurso de talentos no era buena idea, no tuvo mucho éxito con sus recordatorios. Ya que, a mitad de la cena de unos días después, mi lengua decidió traicionar mi cerebro y soltar la idea de participar en el concurso del que me había hablado Ela.

Como era de esperarse mi madre no se lo tomo nada bien y su ceño fruncido junto a la mueca de sus labios evidenciaban lo obvio. La idea no le gustaba en lo absoluto.

—¿Otra vez con eso? —masculló luego de un largo silencio.

Papá había ido a atender una llamada y mi madre no dudo un segundo en sermonearme con respecto al concurso. Tonta, tonta, tonta.

Quería intentar culpar a Ela de esto, pero en realidad era yo la que había decidido sacar el tema porque sabía muy en el fondo que quería participar. A pesar de mis intentos de mentirme, diciéndome a mí misma que debía seguir mi lado racional o mejor dicho «el lado que mi madre apoyaría».

Al notar que no planeaba responder nada hasta que papá volviera, mamá siguió reprendiéndome.

—¿Cuántas veces tengo que decírtelo? Salir en ese tipo de programas solo te mancha la reputación que debes tener para que te tomen en serio, ser una arquitecta centrada —soltó exasperada, casi lanzando sus cubiertos sobre la mesa—. Además, ya lo intentaste en ese concursillo de hace meses donde perdiste, ¿no crees que si tuvieras lo necesario habrías llegado más lejos?

Dolía. Claro que lo hacía, pero me tragué el nudo en la garganta que se formaba cada vez que mamá me recordaba que tal vez no era tan buena como creía y tal vez no podría seguir mis sueños como quería.

Sentí mis ojos cristalizarse y como una pequeña lágrima se escapaba de mis ojos. Interrumpí su recorrido al escuchar los pasos de papá acercarse. No quería que me viera así.

—¿Qué era eso de lo que estabas hablando, estrellita? —acarició mi mejilla con su pulgar, para luego tomar asiento en la silla contigua a la mía.

—Un concurso del que me habló Ela, ya sabes que es como tu animándome a la humillación publica una vez más —intenté bromear y, para mi buena suerte, papá río conmigo.

—Errores como esos los comete cualquiera, cariño, que no se te olvide —paso su brazo por sobre mis hombros, acercándome a él para depositar un beso en mi frente.

Sonreí. Solo necesitaba un abrazo de papá para apartar las inseguridades que mamá iba alimentando.

—Lo sé —respondí finalmente—, pero le dije que estamos a mediados de semestre y participar no sería una buena idea.

Quizás si lo decía en voz alta podría terminar creyéndomelo. Después de todo, siempre había escuchado más de una vez esa frase de «repítelo hasta que te lo creas», tal vez podría funcionar conmigo.

Estrellas perdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora