Capítulo quince

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Los inicios podrían calificarse como una de las cosas más detestables para todo el mundo, o al menos lo eran para mí

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Los inicios podrían calificarse como una de las cosas más detestables para todo el mundo, o al menos lo eran para mí. Ingresar al programa había sido algo abrumador.

Quería creer que no era la única que se sentía así, pero no muchos lo demostraban. Empezar a convivir con trece personas desconocidas —pues a Dani y Ro no los consideraba como tal— había sido una de las experiencias más raras que me sucedió en lo que llevaba de mi corta vida. Sin dejar de lado el hecho de que venían grabándonos desde que pusimos un pie dentro de ese piso, cosa que a veces intentaba olvidar y lo lograba, actuando tan normal como podía.

Habíamos pasado los últimos seis días practicando una y otra vez para la primera emisión del programa. Íbamos turnándonos con los profesores que nos habían asignado de técnica vocal, música e incluso baile. Era más de lo que me habría imaginado nunca.

La música había sido una opción para mí en el momento de elegir carrera, pero al ver la cara de horror de mi madre al siquiera considerarlo, me decliné por algo que también me gustaba para evitar una discusión entre ella y mi padre. Él no opinó sobre mi carrera, aunque en parte sabía que tenía un pedazo del chip incrustado que muchos padres poseen de «es difícil vivir del arte», así que para evitar no dejará la música en el olvido —pues sabía que era algo importante para mí— terminó por pagarme clases de canto durante mis vacaciones durante mis primeros dos años de universidad.

Pero, definitivamente, esas clases no se comparaban a lo que tenía ahora. Claro que no. Estos profesores eran profesionales que, además de los estudios en música y alguna que otra certificación, también tenían experiencia en el mercado musical. En el actual.

—Estoy muerta —resopló Ro llegando a mi lado, tomando un vaso y llenándolo de agua—. No entiendo porque Pia nos hace aprender rutinas que no son para la primera semana —se quejó antes de beberse toda el contenido de su vaso de un solo trago.

—Porque, si mal no recuerdo y cito: "Debemos estar preparados para lo que vendrá después de la primera gala" —repetí las palabras exactas que la encargada de baile había dicho el primer día que nos reunieron para presentarnos con los profes.

—Te falta la combinación de acentos que tiene y sonarías igualita a ella —fingió que le entraba un escalofrío y reí.

—¿Y Dan?

—En técnica vocal, a donde iré en menos de dos minutos —pareció recordar—, el dulce descanso que merece mi cuerpo. Sí, señor.

Me robó una de las galletas que había sacado de la alacena y se la metió a la boca, no sin antes preguntarme como me había ido a mí. Lamentablemente no estaba en el mismo grupo que ellos y me tocó andar en clases de música. Para mi buena suerte, Max —el profesor que Ro había calificado como apetecible— nos dejó salir quince minutos antes, pues a mi grupo y a mí nos tocaba baile para cerrar el día.

Estrellas perdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora