Capítulo nueve

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Desconocidos podrían llegar a preguntarse si hablaba en serio al decir que no había averiguado nada del concurso

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Desconocidos podrían llegar a preguntarse si hablaba en serio al decir que no había averiguado nada del concurso. Pero podía intentar justificarme a que los pocos comerciales que pasaban en televisión solo animaban a ir a las audiciones diciendo que era una gran oportunidad y aquello —junto al entusiasmo de mi amiga porque me presentara— pareció ser suficiente información para mi yo del pasado.

Puede sonar completamente ilógico, pues ¿Quién en su sano juicio iría a un concurso solo porque sí? La respuesta era simple: yo iría, o mejor dicho, yo había ido.

Al parecer Operación Estrella no era el típico concurso de talentos en los que dieciocho aspirantes iban a presentarse semanalmente a preparar una presentación. Horarios establecidos para trabajar con el equipo del programa y el tipo de cosas que había vivido en el programa de imitación al que había entrado un año atrás.

No, era eso y muchísimo más.

También era un reality show en los que esos aspirantes pasaban a convivir por tres meses mientras recibían clases de canto, baile y distintas preparaciones para mejorar artísticamente hablando. Y no solo eso, al parecer todos firmaban un contrato con Stars Records —una de las discográficas más grandes de todo el mundo—, pero sólo los cinco finalistas tenían más probabilidad de iniciar una carrera musical antes de que quienes veían el programa se olvidarán de ellos.

Demonios. Esa era mucha información para procesar en menos de diez minutos y aún más difícil de hacer si tenía a Rocio —la chica que había conocido hacía menos de una hora— parloteando sobre lo sorprendida que estaba ante mi total desinformación.

—¿Estas bien? Te veo un poco pálida —preguntó, tomando mi mentón entre su mano y examinando mi rostro con su mirada—. Ay, no debí decirte nada. Solo te he puesto más nerviosa. Perdón, perdón, en serio te lo digo.

Sí, tal vez no debería haberlo hecho, pero lo hecho, hecho estaba o eso solía decir mi madre.

Moví mi cabeza levemente, como si intentará despertarme de la extraña situación en la que me había metido. Iba a matar a Ela por no conseguir la información completa del programa y luego me mataría a mí misma por no averiguar por mi cuenta.

Mis nervios fueron creciendo poco a poco, demostrando su presencia dentro de mi organismo haciendo de mi estómago un revoltijo. Me planteé salir corriendo del lugar, pero algo me detuvo y no fueron los guardias de seguridad.

Había llegado hasta ahí por alguna jugarreta del destino y no iba a irme por nimiedades con las que lidiaría solo si pasaba la audición. Porque existía la gran posibilidad de que patearan mi trasero fuera del lugar sin dejarme llegar al coro de alguna canción.

—Ahora que ya están todos, empezaremos a explicar el proceso, así que presten mucha atención, ¡por favor!

El llamado a través de un micrófono de quien nos presentaron como Alicia logró que saliera del estado de trance en el que había entrado. Di un rápido vistazo a mi alrededor y pude percatarme de lo rápido que habían pasado los minutos para esperar a la gente que faltaba, pues las sillas de mi alrededor y cada asiento dentro del lugar estaba ocupado.

Estrellas perdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora