Capítulo catorce

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Caos podría ser la perfecta definición del cómo habían ido los días previos a entrar oficialmente al programa

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Caos podría ser la perfecta definición del cómo habían ido los días previos a entrar oficialmente al programa.

No podría decir que había sido lo más estresante de las semanas. Podría empezar con la especie de ley del hielo que mamá me había aplicado después de que decidiera entrar al reality. Dolía, pero papá logró convencerme de que ella terminaría apoyándome en su momento. Solo debía demostrarle que no me estaba equivocando. Aunque empezaba a dudarlo, porque desde luego no perdió la oportunidad de repetir que no era tarde para olvidar la música y seguir con lo importante.

Lo segundo había sido adelantar mis trabajos y exámenes finales, para mi buena suerte todos mis profesores me permitieron adelantarlos. Algo extrañados, pero lo hicieron. El papeleo fue otro dolor de cabeza, además de tener que ajustar mis horarios de preparación de proyectos y grabaciones para lo que sería la primera presentación en Operación Estrella.

Había estado quemándome las pestañas intentando terminar tan bien como debería hacerlo si fuese un curso normal. Cada que estaba a punto de dormirme, me repetía que las horas de sueño que me faltaban valían completamente la pena.

—¿Qué dices de estos? —preguntó Ela, moviendo de un lado a otro un pantalón entre sus manos.

Me encogí de hombros demostrando poco interés en el tema, porque era la última cosa que me importaba en ese momento. Quería arreglar las cosas con mamá antes de irme y me quedaban pocas horas para eso. Al día siguiente entraría al programa, lo que dejaba pocas posibilidades de poder comunicarme con mis padres o Ela durante todo el tiempo que durara dentro.

Según el contrato, que Ro y yo leímos una y otra vez como locas, apenas pusiéramos un paso dentro del programa nos comprometíamos a estar incomunicados con todo lo externo a lo que Operación Estrella y la especie de escuela se referían. Podría sonar extraño, o al menos a mí me lo había sonado. Ro por otro lado, si que se lo esperó por completo, dado que ella había investigado un poco más que yo el formato del programa en su país originario.

Papá había invitado a Ela a una especie de cena de despedida, idea que me pareció terrible, tomando en cuenta toda la tensión que cubría mi hogar en los últimos días. Ela pensó lo mismo, pero no quiso ser grosera y termino aceptando, también se vio tentada por el menú que papá había pedido.

Mi mejor amiga terminó por explicarme que atuendos me vería obligada a usar sino quería que al salir me asesinara por no hacerle caso y cerramos la maleta que iba más pesada de lo que había planeado. Arrastré la maleta hasta dejarla cerca a la puerta de mi habitación, para luego girar y encontrar a Ela con los ojos brillosos y dándome una mirada de perrito triste.

—Te voy a extrañar, ¿lo sabes no?

Un nudo en mi garganta no tardó en formarse y sentí que mis ojos picaban, me acerqué a ella que no tardó en abrir sus brazos para envolverme entre ellos.

Estrellas perdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora