Viernes.
Quedaban pocas horas para la que podría ser mi ultima presentación en el programa, bueno, no solo mía, también podía ser la de Dan.
Pase cada ensayo con un nudo en la garganta la mayor parte del tiempo, pero no volví a huir. Sí que habíamos llorado en más de una ocasión, logrando que Rocio llorara también y volviera a exclamar cuan injusto era que uno de los dos tuviera que irse.
Una fuerte corriente de aire me obligo a subir mis piernas al sillón en el que me encontraba sentada, intenté abrigar un poco mis piernas envolviéndolas con mis brazos. Empecé a debatir conmigo misma si refugiarme en el balcón en búsqueda de un poco de soledad había sido una buena idea.
Decidí arriesgarme a agarrar otro resfriado —lo que no era buena idea pues tenía una presentación en menos de veinticuatro horas—, pero la vida se trataba de arriesgarse un poco o eso dijo Ela cuando audicioné a mi primer concurso.
—Te quise como a nada más...
Rodé los ojos al percatarme que había empezado a tararear la canción que le habían asignado a Denise esta semana. Llevaba escuchando su canción desde que anunciaron cuál era y la cantaba las veinticuatro horas del día, como si temiese que por no cantarla un día la letra cambiaría en algo.
Denise seguía sin ser de mis personas favoritas en el programa, pero debía admitir que en los últimos días se había comportado mejor que en las audiciones y eso era mucho. Asumí que era porque su amigo más cercano se había ido hacía unos días y no tenía otros seres humanos con los que interactuar, por lo que había tomado total confianza para hacernos practicar con ella su canción para ver en nosotros si se le pasaba algún detalle al momento de escucharnos.
Extraño para mí, pero a ella parecía ayudarle de mucho o eso decía.
Golpeteé la tela de mi pantalón de la canción de La Oreja de Van Gogh que iba tarareando en mi mente.
La canción era pegajosa y si le sumábamos eso a que la había escuchado más veces de las que quería, teníamos como resultado el bucle de la canción en mi mente dándole vueltas una y otra vez. Sacudí la cabeza en un intento de alejar la letra de mi cabeza y al menos intenté recordar algo de la mía, intentando dar un pequeño repaso a mi presentación.
Las horas pasaron y sin darme cuento, la noche había caído. Observé como unas cuantas estrellas iban dejándose ver en el cielo y sonreí al recordar como solía emocionarme al verlas porque papá decía que ellas solo se dejaban ver más brillantes cuando cantaba.
La puerta corrediza se abrió y el sonido me trajo a la realidad, haciéndome consciente del aire frío que corría en el balcón y yo había ignorado por completo. Froté mis brazos con las palmas de la mano en busca de algo de abrigo y sentí como alguien hundía el cojín de al lado para sentarse junto a mí.
—¿Estás lista para mañana?
—Creo que ambos estamos iguales.
—¿Igual de nerviosos? Claro que sí, pero si vuelvo a hacer un pase más de mi canción, empezaré a odiar a Bruno Mars.
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Estrellas perdidas
Teen Fiction«Que nuestros sueños sean como estrellas y brillen cuando la vida solo nos dé oscuridad» *** Alya siempre anheló brillar como las estrellas y deleit...