Capítulo veintidós

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—Ya estoy cansada de esto —gruñí, soltando las hojas que tenía con la letra de mi canción de la semana sobre la mesa y salí de la sala de ensayo, dejando a mis profesores atónitos

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—Ya estoy cansada de esto —gruñí, soltando las hojas que tenía con la letra de mi canción de la semana sobre la mesa y salí de la sala de ensayo, dejando a mis profesores atónitos.

Corrí a encerrarme al baño más cercano que encontré —que parecía ser mi lugar seguro después de mi última presentación— y no tardé en caer sentada, apoyándome en la primera pared que encontré.

Podría parecer una tontería —pues ya iba más de un mes fuera de casa— sin ver la cara de mis padres y puede que, al inicio, por la adrenalina quizás, no sentía tanto su ausencia. Pero en mis semanas de sentencia eran los días en los que lo único que quería era hablar con mi padre o escuchar a mi madre reñirme por algo que ella creía que hacía mal, aún así, no podía tener nada de eso.

Lo único que tenía en ese momento era una canción que debía aprender para competir con uno de mis dos mejores amigos dentro del programa, porque sí, yo no era la favorita del universo y me tocaría enfrenarme a Dan por un puesto en la final.

Necesitaba a mi papá. Lo necesitaba y mucho. Aunque aquella confesión me hiciese sentir como si volviera a tener cinco años, pero eso era algo que no podía tener.

Al menos no de momento.

Pues al entrar al programa me había comprometido en pasar el tiempo que estuviera dentro desconectada de mi familia y cualquier amigo, pues estábamos incomunicados. Las únicas noticias que tenían de mí eran a través del programa y podía sonar extraño —hasta algo aterrador—, pero eran parte de los compromisos que el programa había impuesto.

Escuché la puerta abrirse, más yo seguí con la vista fija en el gris suelo del baño. Unas zapatillas blancas algo desgastadas y sucias aparecieron en mi campo de visión y una de ellas chocó levemente mi pie.

—Tienes que dejar de huir así de los ensayos —me sermoneó Dan, tal y como lo había hecho hace dos días, cuando empezamos los ensayos de nuestras canciones.

—No estoy de humor —murmuré, juntando mis piernas con mi pecho y enterrando mi cabeza en el hueco que había entre éstas.

Dan se dejó caer a mi lado y empezó a pasar sus dedos entre los mechones de mi cabello que caían a mis costados. El silencio solo se veía interrumpido por nuestras respiraciones y el constante goteo de uno de los grifos del baño.

Mi amigo dejó de juguetear con mi cabello para pasar su mano sobre mis hombros y acercar su boca a mi oído.

—Sé cómo te sientes, pero de nada sirve que vengas a encerrarte aquí, bebé.

—¿Prefieres que finja que estoy pasándola genial compitiendo con mi mejor amigo por un maldito puesto en la final? —susurré, intentando que mi voz no se entrecortara—. No soy tan buena fingiendo.

—Pues te salió un poco bien el decir que trabajar con Elián fue de puta madre —intentó hacerme sonreír, dándome un pequeño codazo juguetón, pero que no ayudó en nada—. Aly, nadie te esta pidiendo que finjas, pero no te la puedes pasar huyendo de los ensayos, es la segunda vez que lo haces y no creo que a los productores o a la audiencia le guste que lo hagas.

Estrellas perdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora